Por: Karlha Ochoa
Nortec tocó en casa, en la avenida Revolución, «la Revu» para los locales, en un concierto difundido en algunos medios como gratuito. Afortunadamente, no fue así, no fue un concierto planeado sólo para el deleite de los espectadores. Tenía una causa entrañable: apoyar a la comunidad migrante de Tijuana, cobijarlos, literalmente, y recaudar insumos para la red de albergues que trabajan de la mano con el Ayuntamiento.
Cobijas, alimentos no perecederos y juguetes. El costo mismo del boleto tiene un mensaje enorme, habla de la carencia de abrigo, alimento y recreación para quienes llegan a esta ciudad sin nada o con muy poco.
En la entrada, dos vehículos, un pick up de redilas y un pequeño camión de carga con las puertas abiertas esperan la llegada de más provisiones, de recopilar la cantidad más grande posible de víveres y cobijas para los albergues y asociaciones que apoyan a los migrantes. Cada apoyo entregado se convierte en un boleto de entrada al concierto benéfico “Todos somos migrantes 2022”, organizado por Border Line Crisis Center, en colaboración con la Dirección Municipal de Atención al Migrante (DMAM), que pertenece a la Secretaría de Bienestar.
En el escenario erigido casi frente al Hotel Caesar´s, entre la calle 3ra y 4ta, se escuchan las presentaciones de asociaciones, organizaciones y proyectos autogestivos en pro del bienestar de los extranjeros que se encuentran en Tijuana de paso, en procesos de asilo y petición de refugio a Estados Unidos, o bien, buscando formas de integrarse productivamente en la dinámica de la ciudad.
Se alternan las voces de quienes buscan apoyar a través de sus acciones diarias y las que entregan, en forma de música, su interpretación de lo que se vive en esta parte del mundo. Voluntarios, académicos, periodistas y activistas, músicos, cantantes y la comunidad tijuanense reunida en el lugar se alternan el foco de atención, todos son protagonistas de la noche y ceden, con admiración, las miradas, los aplausos y los vítores al próximo en subir.
Falsos Palíndromos, un grupo tijuanense cambia el ambiente de inmediato. Crean una atmósfera instrumental que pareciera dirigirnos a un viaje, lo largo de sonido y distorsión, hasta llegar progresivamente al cénit de la canción, donde una explosión final de sonido libera los mejores acordes contenidos en toda composición. Exploramos las texturas del sonido que nos cuentan una historia, post rock le llaman. La voz, en las pocas ocasiones en que acompaña a la música, es tenue, incluso los visuales son minimalistas. Toda la experiencia es puramente auditiva. Se siente como la entrada a un túnel, a la que no nos devuelven al terminar. Nos dejan en penumbras. Entonces, sube Manuel Ayala, un periodista que pone en palabras el éxodo, agrega fechas, nombres, nacionalidades y motivos de migración específicos. Hace un recuento breve de estas oleadas de personas que llegan a la ciudad y se declara a sí mismo como un migrante más.
Mientras en lo alto del escenario se habla de los motivantes de la migración, de agradecimiento, de apoyo, de unión y de celebración, dentro de la masa de espectadores se ven algunas manos levantadas, con el puño cerrado, en señal de resistencia. Frente a mí, veo a una pareja que, me imagino son haitianos, hablan entre ellos en francés, pero corean la música reggae del jamaiquino Derrick Parker, quien se apodera del escenario y lo llena de color. Detrás, en las pantallas colocadas en forma de biombo, se ve la imagen de la campaña “Piénsalo dos veces”, que promueve entre las comunidades de México y Centroamérica tomar decisiones informadas sobre la migración. Love, love, love Tijuana. I love Tijuana, canta. Y el público entero le responde: I love Tijuana.
Todos formamos parte de una compleja maquinaria llamada Tijuana. Un engranaje mueve al de al lado y ese a otro más.
Según las cifras oficiales, cinco mil personas nos reunimos a sentir una parte de la esencia tijuanense. La esencia migrante y de arraigo, contradictoria y palpable. Aunque, a diferencia de lo que pasó con Daddy Yankee el pasado mes de noviembre, en esta ocasión no hubo personas que se quedaran con boleto en mano esperando ingresar, al contrario, sobró espacio para las cobijas que no llegaron y, en el interior de la arena improvisada sobre la avenida Revolución, delimitada por la calle cuarta y tercera, también hicieron falta personas.
Los representantes de los distintos grupos que hicieron posible el evento nos compartieron mensajes valiosos e inspiradores, de concientización, de memorias y de planes para el futuro, como Andrea Rincón, de Border Youth Collective, que habló sobre las leyes referentes al abuso policial contra migrantes y la deportación. Por su parte, Gaba Cortés, de Border Market, destacó las expresiones artísticas de los migrantes y culminó su presentación con una frase icónica: “hay que soñar en donde se nos venga la gana”, frase que, curiosamente, suena muy parecida a aquella que acuñara Chavela Vargas como muestra de su amor a México cuando era cuestionada sobre su origen costarricense: “Los mexicanos nacemos en donde nos da la chingada gana”. Chavela Vargas, quien, por cierto, fue una inmigrante que abandonó su país por causas muy similares a las de Carlitos, el homosexual, como se autonombra, un habitante de Casa Arcoíris, un refugio para personas LGBTTI+, quien huyó de su natal Honduras por el fuerte rechazo de su familia a sus preferencias sexoafectivas, encontrando en Tijuana, en sus propias palabras, su verdadero hogar.
En medio de estas reflexiones, la fiesta sigue sucediendo. El escenario se llena de color y de unos visuales que nos proyectan imágenes de nuestra ciudad como si fuera un espejo que nos dice: esto somos. Y, entonces, Ramona sale al escenario. Un grupo de seis integrantes en trajes azul cielo comienzan a tocar y el público se enciende. Dejan el alma en el escenario y nosotros, desde la calle, la exploramos y hacemos nuestra. La compartimos. El orgullo tijuanense se alborota y resplandece con las luces que emanan del escenario. Todos nos unimos, con voces y movimientos del cuerpo, a su ritmo. Elevan la energía de tal forma que, cuando se despiden, nos dejan con ganas de más, más de ellos, más de Tijuana.
Rubén Albarrán es el siguiente invitado, ahora con su nuevo proyecto musical, Pinche Pincha Discos, sube al escenario con su cargamento de vinilos para soltar pistas que intentan compartir la alegría de otros lares de México, un ritmo de cumbias, mambo y guarachas sonideras. Lo cierto es que esto se disfruta poco, Ramona nos dejó con un dulce sabor de boca que solo se puede replicar con más música tijuanense.
Todos esperamos a las estrellas de la noche, al colectivo Nortec. Aparecen las dos icónicas figuras de Ramón Bostich y de Fussible, Pepe Mogt, sobre el escenario. La ingeniería en iluminación es obvia, las luces cuentan historias, se encienden los visuales y comienza el sonido tijuanense.
Nortec mezcla la música electrónica con sonidos propios de los géneros regionales mexicanos: el acordeón, el bajo sexto, bajo eléctrico, la tuba, el clarinete y la trompeta. Y, para este evento, nos entregaron algo especial. Doble line up, el original y la new wave, talentazos todos. Dos generaciones haciendo de la música, los visuales y el sonido Tijuana nuestra identidad, dándonos una muestra de unidad dentro del colectivo que, claramente, trae un mensaje para todos, para los migrantes y para nosotros, los tijuanenses, como constructores del refugio para su éxodo: Somos uno.
Carlos Leyva y Ernesto Aello crean una mancuerna perfecta al mezclar sus estilos en el diseño de los visuales que no nos transportan a otros sitios, nos aterrizan en el momento presente con colores brillantes y referencias a esta ciudad que se sincronizan en perfecta armonía con la música.
No perdemos detalle de la guerra de acordeones que se sucita en el escenario, cuando Juan Tellez intenta imponerse, con su acordeón negro y rojo, ante el blanco y oro de Gerardo Espericueta. En las icónicas melodías que salen del instrumento, Juan deja que su sucesor vea la pisada exacta de los dedos sobre los botones, mientras que el jovial acordeonista de los últimos tiempos disfruta del público y de la experiencia con una sonrisa en los labios, arquea el fuelle del instrumento y, sin siquiera haber prestado atención, se unen ambas melodías, transformando el duelo en un dueto increíble. Una guerra musical para el deleite de todos y como metáfora de la vida, tal vez. Negro contra blanco; la frescura y habilidad de improvisación contra lo clásico y la experiencia. Ambos unidos por la entrega a la música y al público.
Kuicho nos envuelve en la magia de imaginar que la estruendosa tuba rebota como resorte por todo el escenario mientras que Ramón abraza el clásico papel de tubero de banda, manteniéndose plantado en su sitio, solo girando su torso y, con ello, a la enorme campana hacia todas direcciones. Por su parte, los trompetistas Ivan Trujillo y Tavo Medina hacen gala de la elegancia de la trompeta, cada uno a su estilo, entre el jazz y la banda sinaloense.
Y, como invitado especial, desde la tierra regia, para ahondar aún más en el valor de la colaboración y cómo la música une, Pliego Villarreal toca el bajo eléctrico y le saca brillo al tacón de la bota entregado por completo al público tijuanense que lo aclama desde que sale al escenario, con el eye black en las mejillas, como buen fan del béisbol.
En la audiencia no hay un solo cuerpo que no se mueva. Ver a ambas generaciones entregarse al escenario en una unión que va más allá de la música. La sincronía de ritmos con sus instrumentos, voces y cuerpos nos contagia. Con la piel chinita y un nudo en la garganta, canto “eres muy hermosa”, mi verso favorito de todos los coros que componen el set list de Nortec, este aparece en Norteña del Sur, y no puedo hacer más que pensar en esta ciudad, refugio de migrantes, cristal que divide al primer mundo del resto de latinoamérica, en donde nos vamos quedando con los sueños de quienes no pueden irse para transformarlos en esto: arte, unión, comunidad y amor. Queda claro el mensaje, Tijuana está hecha de una tierra tan fértil que todo lo que se siembra florece, da frutos y echa raíces fuertes.
Lo que se vive esta noche es un espectáculo fascinante para cualquiera, este día es un gran día para estar en Tijuana. La música, los mensajes y la presencia de todos hace que los corazones tijuanenses, de dónde sea que vengan, vibren en la misma sintonía.
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