El desafío al que ha sabido hacer frente la presidenta Sheinbaum
La política arancelaria de Estados Unidos ha golpeado a México. La imposición de un 25% de gravamen sobre el acero y aluminio mexicanos, además de la amenaza de extender la medida a otros sectores, coloca a la administración de Claudia Sheinbaum ante un escenario de retos de alto calibre.
La decisión de Washington se presenta como un golpe certero al comercio exterior mexicano, pero la respuesta de la presidenta deja ver una estrategia de contención que, de ejecutarse con precisión, podría amortiguar el impacto.
Y es que el 6 de marzo de 2025, tras conversaciones entre el presidente Donald Trump y la presidenta Sheinbaum, Estados Unidos anunció una pausa en la imposición de los aranceles hasta el 2 de abril de 2025. En sus declaraciones, Trump destacó la buena relación bilateral y la cooperación en temas de seguridad y migración como factores clave para esta decisión.
La economía mexicana, que ya enfrentaba una desaceleración en el sector manufacturero, podría ver reducciones significativas en la inversión extranjera y la competitividad de sus exportaciones. Según estimaciones de expertos, el PIB nacional podría contraerse hasta un 4% si las tensiones comerciales persisten.
No es sólo un problema de números; detrás de cada cifra hay fábricas, trabajadores y familias que dependen de la estabilidad del comercio con Estados Unidos, su principal socio comercial.
La reacción de la presidenta Sheinbaum ha sido calculada y, hasta el momento, prudente. Frente a las presiones de algunos sectores que exigen represalias inmediatas, su administración ha decidido esperar hasta el 2 de abril para definir una respuesta definitiva.
No es una postura improvisada, sino una señal de que el gobierno está apostando por la diplomacia y la negociación antes que por la confrontación.
En un contexto donde la Unión Europea ya ha anunciado contramedidas por 26,000 millones de euros contra las políticas arancelarias de Trump, México podría aprovechar el momento para buscar aliados estratégicos y ejercer presión desde una posición más sólida.
El riesgo de una guerra comercial es real, y la presidenta Sheinbaum lo sabe. Actuar con precipitación podría derivar en una escalada de represalias que dañaría a sectores clave de la economía nacional. Pero tampoco puede quedarse con los brazos cruzados.
La clave estará en su capacidad para articular una respuesta que proteja la competitividad de México sin deteriorar la relación con Washington. La negociación del T-MEC, los acuerdos comerciales con Asia y Europa y la política industrial interna serán piezas fundamentales en el ajedrez económico de los próximos meses.
La política exterior de un país no se mide sólo por su capacidad de imponer sanciones o responder con la misma moneda. La verdadera destreza radica en saber cuándo presionar y cuándo ceder, cuándo actuar con firmeza y cuándo ganar tiempo.
En ese sentido, la estrategia de Sheinbaum hasta ahora demuestra un liderazgo pragmático que busca evitar decisiones precipitadas. Su desafío será sostener esa postura sin dar la impresión de debilidad, y sobre todo, sin perder la confianza del sector empresarial mexicano, que ya empieza a expresar su preocupación.
La apuesta en la Secretaría de Hacienda
La renuncia de Rogelio Ramírez de la O como secretario de Hacienda no es un simple relevo administrativo. Su salida se da en un contexto económico delicado, marcado por el tema de los aranceles de Estados Unidos.
Su reemplazo, Édgar Amador Zamora, enfrenta una serie de retos que definirán el rumbo económico del país en los próximos años.
Ramírez de la O deja una gestión que, aunque criticada por algunos sectores, logró sostener la estabilidad macroeconómica y contener el déficit fiscal en niveles manejables.
Su política de financiamiento, con la emisión de bonos en mercados internacionales, permitió al gobierno mantener sus proyectos de infraestructura sin colapsar las finanzas públicas.
Por su parte, la llegada de Amador Zamora es un movimiento que responde a la necesidad de continuidad, pero también de adaptación a una nueva realidad.
Con experiencia en el sector público y académico, Amador no únicamente hereda un presupuesto comprometido, sino la difícil tarea de negociar en un entorno comercial más hostil.
La administración de Donald Trump ha impuesto aranceles del 25% al acero y aluminio mexicanos, un golpe que amenaza con encarecer las exportaciones y afectar la competitividad de la industria nacional.
El principal desafío del nuevo secretario de Hacienda será equilibrar las cuentas públicas sin frenar el crecimiento económico. El déficit fiscal, que alcanzó el 5.7% del PIB en 2024, es un punto de presión para la calificación crediticia del país.
Amador tendrá que decidir entre mantener la política de financiamiento externo o aplicar medidas de austeridad que podrían generar fricciones dentro del propio gobierno.
Además, deberá consolidar la inversión pública y privada en un entorno de creciente incertidumbre. La confianza de los mercados será clave para evitar salidas de capital que puedan afectar el tipo de cambio y la inflación.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha apostado por un perfil técnico para mantener la estabilidad financiera del país.
Y en un escenario donde los retos son mayores que las certezas, la conducción económica de su administración, guiada en esta ocasión por Édgar Amador Zamora, definirá la viabilidad del proyecto político que encabeza.
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