Por: David Figueroa Zurita / Presidente de Grupo Bolt
El 6 de marzo de 2025, tras intensas negociaciones entre la presidenta Claudia Sheinbaum y Donald Trump, se logró una tregua temporal en la imposición de aranceles del 25 % por parte de Estados Unidos.
La suspensión, vigente hasta el 2 de abril, se justificó bajo el argumento de que la relación bilateral y la cooperación en seguridad y migración fueron determinantes en la decisión.
Sin embargo, el 12 de marzo, Estados Unidos confirmó que mantendrá los aranceles del 25 % sobre todas las importaciones de acero y aluminio, impuestos por la administración del vecino país.
Ante esta escalada comercial, la presidenta Sheinbaum enfatizó la importancia de actuar con cabeza fría y anunció que México tomará una decisión sobre posibles medidas recíprocas el 2 de abril.
Este endurecimiento en la política comercial amenaza con golpear severamente el comercio exterior mexicano. No obstante, el gobierno ha respondido con una estrategia enfocada en mitigar el impacto y proteger la estabilidad económica del país.
México no es el único país en la mira. Al norte, Canadá también enfrenta una batalla similar. Mark Carney, el nuevo primer ministro canadiense, asume el liderazgo en un momento en el que su país se ve directamente amenazado por las políticas comerciales agresivas de Trump.
Economista de formación y con experiencia en la gestión de crisis financieras, Carney debe ahora demostrar que puede navegar en aguas turbulentas.
Su predecesor, Justin Trudeau, se retiró de la política después de años de fricciones con Washington, dejando a Carney un escenario complicado, pero también una oportunidad, ya que la creciente hostilidad de Trump ha reactivado el apoyo al Partido Liberal en Canadá, dándole margen para maniobrar.
El factor común en ambos países es evidente, con la necesidad de reaccionar con inteligencia y estrategia ante un socio comercial volátil.
Mientras que México explora la diversificación de sus mercados, apostando por Latinoamérica y Asia, Canadá también enfrenta el dilema de reducir su dependencia de EU y fortalecer su propia industria.
En lo que a nosotros los mexicanos respecta, y frente a este escenario de incertidumbre y volatilidad en las decisiones de Trump, surge una pregunta ineludible: ¿Qué debemos hacer como empresarios y sociedad para enfrentar esta nueva realidad?
Ante un panorama desafiante, la reacción debe ser inmediata y coordinada. La clave está en fortalecer el mercado interno, diversificar socios comerciales y consolidar la manufactura nacional con insumos locales.
La historia nos ha enseñado que las crisis también son catalizadores de crecimiento. Ahora más que nunca, la colaboración entre sectores productivos, gobiernos y organismos empresariales es fundamental para amortiguar el impacto y generar soluciones sostenibles.
Es imperativo que los empresarios también adoptemos una postura activa en la digitalización y modernización de sus procesos. La incorporación de tecnología en la industria permitirá reducir costos, aumentar la eficiencia y abrir nuevas oportunidades en mercados internacionales.
Apostar por la automatización y la inteligencia artificial puede ser clave para mantener la competitividad ante las nuevas restricciones comerciales. Además, fomentar la inversión en el talento humano y la capacitación será fundamental para fortalecer el capital laboral mexicano.
En sintonía con el gobierno de México, liderado por Claudia Sheinbaum, se está estableciendo una ruta clara para enfrentar este reto.
La negociación diplomática con Estados Unidos es prioritaria, pero también se apuesta por incentivos para el sector manufacturero y medidas de apoyo a exportadores afectados. La reindustrialización de ciertas cadenas de suministro dentro del país puede ser una alternativa viable para reducir la dependencia de importaciones y generar empleos bien remunerados.
En cuanto a nuestro Estado, con su fuerte presencia industrial y logística, Baja California enfrenta un desafío particular.
La relación de Baja California con la industria maquiladora y la inversión extranjera directa la convierte en un termómetro económico para el país.
Empresas locales y multinacionales instaladas en la región han comenzado a analizar estrategias para mitigar el impacto de estos aranceles, como la optimización de costos y la búsqueda de nuevos mercados en Latinoamérica.
La posibilidad de fortalecer la conexión con Asia a través del puerto de Ensenada se presenta como una opción viable para diversificar las exportaciones y reducir la dependencia del mercado estadounidense.
Y un caso muy puntual es el de Tijuana, que al ser uno de los principales centros de manufactura industrial para el mercado estadounidense, debe replantear estrategias para mantener su competitividad.
Esto implica fortalecer la innovación, promover el encadenamiento productivo con proveedores nacionales y buscar nuevos mercados.
Pero si hay algo que nos da tranquilidad, y muy a pesar de la incertidumbre, es que esta región cuenta con un tejido empresarial resiliente y visionario, capaz de adaptarse y encontrar oportunidades en medio de la adversidad.
La historia ha demostrado que México sabe reinventarse en momentos críticos. Como empresarios, la actitud debe ser de firmeza y determinación. No podemos permitir que estas barreras limiten nuestro crecimiento.
Albert Einstein decía que “la crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos”. Hoy, México tiene la oportunidad de demostrar su fortaleza. La clave está en transformar la adversidad en un motor de cambio. Unidos, con estrategias claras y un espíritu emprendedor inquebrantable, superaremos este desafío y saldremos más fuertes que nunca.
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