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La crisis de talento en la función pública

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Por: Roberto Quijano Luna / Abogado. Académico. Autor

Durante el último siglo, el gobierno mexicano fue exitoso reclutando al talento nacional, poniéndolo a trabajar en favor de los ciudadanos. Los cuadros más brillantes, egresados en su mayoría de nuestras escuelas y universidad públicas, se incorporaban a las filas del sector público en sus distintas dependencias.

Sin embargo, desde hace tiempo esto comenzó a cambiar. Ahora la gente más capaz decide integrarse al sector privado en búsqueda de mejores oportunidades. Esto debería preocuparnos.

Hasta la fecha, dependencias y organismos autónomos como la Secretaría de Hacienda, Banco de México, INEGI y muchos otros pueden presumir tener como funcionarios a algunos de los mexicanos más preparados y capaces. Pero nada garantiza que seguirán siendo lugares atractivos para que se desarrollen los cuadros talentosos.

Para muchos, la función pública es una gran escuela. Quizá se inicien como becarios en alguna oficina de gobierno, se encariñan con la institución y deciden hacer carrera. Esta ha sido la historia de millones de mexicanos que han encontrado en la función pública una vocación. Desde afuera podemos ser críticos de los servicios públicos deficientes, pero si no colapsa esto es precisamente porque hay infinidad de funcionarios que todos los días hacen su trabajo correctamente. Imaginen que cada vez habrá menos funcionarios capaces y honestos, simplemente porque no hace sentido trabajar en gobierno.

La vida es cada vez más cara. Los bienes y servicios suben de precio. Los individuos y familias tienen sus prioridades económicas. Frente a esto, la población económicamente activa busca las mejores oportunidades en el mercado laboral para poder salir adelante. Esto se traduce en competir por los trabajos mejor pagados. Hoy, dichas oportunidades están claramente en el sector privado, sea en alguna de las grandes empresas nacionales o transnacionales.

Trabajar en gobierno puede tener sus ventajas. Hay ciertos puestos con salarios y prestaciones competitivos, accedes a la seguridad social estatal, tienes oportunidad de obtener una plaza con derecho a pensión, horarios fijos de trabajo y muchos días de vacaciones. Por supuesto, también puedes terminar en alguna dependencia con condiciones indignas de trabajo y hasta termines poniendo de tu tiempo y dinero para desempeñar tus funciones (numerosos funcionarios pueden constatar esta terrible situación). Al final, el ciudadano puede ponderar si dicha oportunidad laboral en gobierno se alinea con sus prioridades y si es mejor que las otras opciones disponibles.

Mucho de lo descrito anteriormente aplica para puestos no gerenciales; es decir, el funcionario del día a día. Amerita otra discusión la situación del funcionario a nivel gerencial, sean directores, subsecretarios y secretarios. Tradicionalmente es en esta sección de la jerarquía donde debería concentrarse el grueso del talento y liderazgo. Si bien no son elegidos electoralmente, suelen ser cercanos a quien sí lo es y precisamente son designados para ejecutar sus proyectos y visiones.

Dadas las actuales condiciones del sector público, podemos adjudicar gran responsabilidad a este nivel de la jerarquía. Precisamente son estos gerentes los responsables de aprovechar los cuadros que lideran, para proveer servicios públicos de calidad. Trabajar de cerca con funcionarios públicos te permite constatar que no es que haya falta de talento, sino que este no es aprovechado por los gerentes gubernamentales.

Aunado a lo anterior, tenemos las agravantes de la corrupción, nepotismo, burocratización e ineficiencias del sector público. Cada vez más evidentes para el ciudadano, como para el aspirante a funcionario. No debe ser así. En distintos países, trabajar en la función pública es uno de los más grandes honores. Ser policía, profesor o bombero en Japón o Taiwán tiene un gran reconocimiento social. La diferencia es que en dichos lugares se valora y respeta a la función pública.

Si permitimos que esta crisis de talento prosiga y se ahonde, cada vez tendremos un Estado más disfuncional, proveyendo bienes y servicios de calidad decreciente. A tal punto que llegará el momento de preguntarnos si conviene mejor liquidar al gobierno y sus activos y venderlos a los mejores postores, en una especie de Estado post-gobierno. A nivel mundial, hay una persistente crisis en los diferentes sectores públicos. Algunos lograrán reinventarse frente a estos nuevos paradigmas, otros colapsarán como ha sido el caso de numerosos regímenes a lo largo de la historia.

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