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Federico García Lorca: poesía, vino y pasión

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“Me gustaría ser todo de vino y beberme yo mismo.” García Lorca

Por: Mtra. Argelia Covarrubias León Licenciada en Lengua y Literatura de Hispanoamérica. Especialidad en Lingüística con dos maestrías en Educación

Una fuente inagotable de inspiración desde tiempos remotos ha sido el vino y las consecuencias que suceden al tomarlo. Los griegos en la Ilíada y la Odisea, ya lo mencionaba siendo “algo dulce como la miel” Hécuba, con gran pasión describe este elixir como un trago lleno de virtudes.

Es pues la poesía, el vehículo que grandes artistas de las letras han utilizado para dejar constancia de lo que el vino ha significado para su historia y también en la humanidad. La pintura, la escultura, la música y el teatro fueron seducidos y utilizados para dejar constancia de lo generoso que puede ser un trago y lo trágico que puede terminar cualquier historia donde esté involucrado el elixir que fue considerado de los dioses.

“Las vides son la lujuria que se cuaja en el verano, de las que la iglesia saca, con la bendición, licor santo”

Estas emocionadas palabras dedicadas al vino son de Federico García Lorca, poeta y dramaturgo, nacido en una región muy conservadora del sur de España, dentro de una familia muy religiosa y con buena posición social.

Perteneció a una generación conocida como la “generación de la dictadura” y para Luis Cernuda un ideólogo del grupo (qué donó una fastuosa casa para que vivieran en ella) como “La generación del 25” ya que los primeros libros se publicaron en esa época. También se les consideraba como los nietos del 98, término que no les gustaba, pero fue muy utilizado.

Dámaso Alonso, opinaba de los chicos del 27 que: “No se alza en contra de nada, no está ligada a ningún grupo político, no nace de una catástrofe nacional, representa uno de los pocos casos en España donde las cosas se dan de manera pacífica.

Todo inicia al celebrarse el tercer centenario de la muerte de Luis de Góngora y Argote, se le hace un funeral solemne, ahí asisten estos autores que firman un manifiesto en donde afirman que no se desprenderán de sus raíces, pero se abrirán al europeísmo sin perder jamás la tradición.

Fueron educados en los mejores colegios, nacidos en muy buena cuna, económicamente viables, políglotas, tenían todo el tiempo para leer, no necesitaban traductores, ni casas editoras para publicar su obra; eran pues, una generación que tenía todas las ventajas para el trabajo creativo y lo realizaron a conciencia de una forma desenfrenada y continua. Su lema era: inteligencia, dame la palabra exacta” porque la poesía que creaban, donde más se destacaron, es una exaltación de la realidad tal cual es; cruda, cruel, injusta. Los poemas son con efecto rápido, pero nunca superficiales. Están en contra del sentimentalismo, más no del sentimiento.

Sus principales influencias son los simbolistas franceses, leen a James Joyce, Marcel Proud, André Gide y por su puesto a Góngora y a Bécquer. Fue una generación que publicó la mayor parte de su material en revistas que ellos editaban y producían espectáculos únicos. Imaginen una obra escrita por Lorca, con vestuario de Coco Chanel y escenografía de Jean Cocteau y Salvador Dalí, que eran asiduos a la casa. La obra se representaba una vez y se volvía al trabajo creativo.

Además de escritores —tenía muchos talentos—, eran actores, músicos, bailarines, pintores, excelentes editores y críticos severos, se exigían al máximo y confiaban en que la creación era sinónimo de trabajo ideal y que la existencia de una musa poética era una falacia.

Con este grupo, Federico García Lorca, conocido como el “Poeta de Poetas” tuvo su etapa más creativa. Imaginen una vendimia eterna con vino, espectáculos, fiestas, tertulias y toda la pasión creadora.

Lorca, tenía un don especial, todo lo que tocaba lo convertía en poesía, sus metáforas trasgredían a las palabras, no se llegaba a distinguir lo imaginario o lo real y muchas veces se quedaban suspendidas en un suspiro, pero lograban el efecto deseado por el autor. Los que lo conocían, hablan de una gran ternura y hermandad que escondía tras comentarios jocosos e irónicos. Era todo gitano: guapo, moreno con tremenda fuerza y también muy inocente, con deseos ardientes, de risa franca y reacciones furiosas ante la injusticia, un ser nacido para la libertad en una época que no le correspondía.

Además del vino, los toros, la religión, el desamor, los placeres, la melancolía, los amores pasionales y España, su tema obsesivo fue la muerte. Podía escribir variado, pero como un círculo vicioso, encontraba una vertiente pequeña o simbólica que lo llevaba al tema de la muerte.

Su obra considerada modernista, encaja perfecto en esta temporada de vendimia de la Baja. Llena de color, fiesta, vino y alegría, y hoy hacemos nuestras las palabras de Luís Buñuel, cuando decía: “la obra maestra era él”.

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