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Conversaciones de taxi…Poniendo límites

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Por: Enrique Camacho Beltrán / Investigador de la Estación de Investigación y Docencia, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. 

El pasado 2 de junio la ciudadanía, llena de fe, prácticamente le dio mayoría calificada al partido en el poder, cosa que remueve los límites para que cambien la Constitución sin considerar a nadie en el Congreso o en la Suprema Corte de Justicia.  

Esto angustia a las personas de la oposición, quienes están particularmente preocupadas por la propuesta de reforma al Poder Judicial. Ésta busca ―entre otras cosas―que los jueces, en vez de competir por una plaza en un concurso según sus méritos, sean electos por voto popular.  

En esas condiciones, si un grupo tiene intereses vitales, distintos de los intereses del partido o de la presidenta, esos intereses no serán tomados en cuenta por el Congreso.  

Similarmente, si un grupo tiene derechos que estorben para la realización de un objetivo de la presidenta, entonces esos derechos serán removidos cambiando la Constitución o simplemente contando con jueces afines al movimiento.  

En contraste, esto no parece preocupar a los votantes obradoristas, pues tienen confianza en que el gobierno actuará según sus intereses. 

Este tipo de fe en las relaciones humanas me recuerda a una conversación que escuché en el taxi. Una joven profesionista se quejaba de su ahora jefe.  

Habían sido inseparables durante la carrera, así que, al graduarse, él la invitó a trabajar en la empresa del papá. Ella creyó que él veía por sus intereses, pero la relación poco a poco se fue deteriorando hasta dejarla a ella en una posición muy vulnerable.  

Lo peor, era que en el fondo ella no pensaba que su amigo-jefe no la quisiera, simplemente él no estaba acostumbrado a que le pusieran límites. Ella también lo quiere mucho y lamenta que la relación se pierda por no haber puesto límites desde un inicio. 

Mi impresión es que las masas que aman al presidente o a la presidenta electa harían muy bien en evitar esa posición de vulnerabilidad resultado de la fe y de no poner límites.  

Entiendo que creen que la presidenta obrará bien. No lo niego. Pero el cariño y el apoyo no sólo se demuestra diciendo “sí”, sino también sabiendo decir “no”.  

Todas las personas somos limitadas y por ello vulnerables a sesgos y defectos del juicio. Eso hace que sistemáticamente le hagamos daño a las personas que más queremos, porque son las más cercanas a nosotros. Cuando una persona tiene poder sobre otra, esto se magnifica.  

Una presidenta con una mayoría calificada en el Congreso tiene un enorme poder de hacer el bien, pero también de dañar, aunque no fuera su intención.  

Creo que, en este caso, como en el de la conversación del taxi, mostrar cariño y apoyo no quiere decir darle más poder aún a la presidenta, permitiendo que elimine la independencia del Poder Judicial, sino más bien ponerle límites y exigir resultados.  

Ese “no”, viniendo de la militancia sí que mejoraría la relación entre la presidenta y el pueblo… y respetaría los límites sanos.

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