Por: Wendy Plascencia / Politóloga experta en sociedad y cultura
El pasado 1 de octubre fue un día histórico para México. La toma de protesta de Claudia Sheinbaum como la primera mujer en ocupar la presidencia marca un momento clave en la política contemporánea.
El análisis de su discurso no debe limitarse a las dimensiones de igualdad y justicia social, sino que también debe considerar los mensajes estratégicos dirigidos al sector privado, un grupo que inevitablemente estará involucrado en su proyecto político.
Se percibe que el verdadero peso de un discurso político no está solo en las palabras que se pronuncian, sino en las implicaciones que esas palabras pueden tener para distintos actores, como los empresarios, en este caso.
Aunque Sheinbaum no hizo una alusión extensa al empresariado, su postura es clara: colaboración, sí; con condiciones. Al centrarse en la justicia social, la igualdad y los sectores más desfavorecidos, envía un mensaje a los empresarios que invita a un tipo de colaboración alineada con las prioridades de su gobierno. La pregunta clave aquí no es si los empresarios jugarán un rol en su administración, sino en qué términos lo harán.
El eje anticorrupción es central en su propuesta, algo que para cualquier actor económico resulta fundamental. Sabemos que un entorno más transparente beneficia no solo a los ciudadanos, sino también a las empresas que buscan previsibilidad y estabilidad. El combate a la corrupción no es solo una promesa electoral, sino una necesidad para mejorar el clima de inversión en México. Como ciudadanos hemos visto cómo la falta de confianza en las instituciones puede frenar el crecimiento económico. Si Sheinbaum logra implementar mecanismos de rendición de cuentas efectivos, los empresarios tendrán el incentivo de operar en un entorno más seguro y transparente.
En el discurso de Sheinbaum, se vislumbra una visión de crecimiento económico, pero uno equilibrado, que no descuida el bienestar social.
Este punto refleja un claro mensaje: el desarrollo no puede ser a costa de los sectores más vulnerables. Los empresarios que no estén dispuestos a adaptarse a este nuevo paradigma podrían sentirse inquietos, sobre todo aquellos que dependen de modelos tradicionales que no priorizan la sostenibilidad ni la responsabilidad social.
Aquí es donde se enmarca su mención a la innovación y la sostenibilidad. No es casualidad que Sheinbaum haya destacado estas áreas. Para ciertos sectores, como las energías renovables o la tecnología, estas palabras abren la puerta a nuevas oportunidades. Pero, al mismo tiempo, ponen presión sobre industrias tradicionales, que podrían verse obligadas a transformarse para alinearse con un gobierno que promueve una economía más verde y equilibrada.
La retórica de “cooperación responsable” de Sheinbaum es un guiño directo al sector privado. No es un discurso que invite a la confrontación, pero tampoco se trata de una relación sin condiciones. Desde mi experiencia en la Cancillería y en el Senado, he observado que las administraciones que priorizan la equidad social suelen esperar de las empresas una contribución activa en la mejora del bienestar colectivo. En este caso, parece claro que Sheinbaum espera que los empresarios se adapten a sus prioridades sociales.
Esto no significa que la relación será adversarial, pero sí que habrá expectativas claras de que las empresas adopten modelos de negocio más responsables y sostenibles. Para aquellos empresarios dispuestos a alinearse con estos objetivos, el entorno puede volverse favorable. Para los que no, este puede ser un periodo de ajuste.
El discurso de Claudia Sheinbaum, aunque firmemente enfocado en la justicia social, deja entrever una relación pragmática con el sector empresarial. No cierra las puertas al diálogo ni a la colaboración, pero deja claras las condiciones: la equidad social será una prioridad, y aquellos que no se alineen con estos principios enfrentarán desafíos. Para los empresarios en México, este mensaje debe ser interpretado como una invitación a participar, pero en los términos de un gobierno progresista.
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