Las mujeres contribuyen de manera significativa a las economías, ya sea como profesionistas, emprendedoras, empleadas o trabajando como cuidadoras domésticas no remuneradas.
Sin embargo, la discriminación de género implica que a menudo desempeñen trabajos no seguros, constituyendo una minoría en los puestos directivos de miles de empresas que hay en México.
En números, la participación económica de las mujeres mexicanas es una de las más bajas en América Latina, al representar un 45%, comparada con el 77% de los hombres. Aunado, la brecha salarial entre hombres y mujeres es de 18%.
Estimaciones del Foro Económico Mundial indican que, en nuestra nación, únicamente 7.5% de las personas integrantes de los consejos directivos de empresas son mujeres y sólo el 14.6 de las empresas tienen a una mujer en la posición directiva más alta.
EL EMPODERAMIENTO
Ha sido habitual que durante la última década hayamos escuchado el término de empoderamiento femenino, con relación con el alcance de la igualdad de género en el plano social y empresarial.
Sin embargo, en diversas ocasiones el término ha sido malamente utilizado, así que lo mejor sería saber, ¿qué es lo que exactamente implica este concepto?
Fue en 1995, en lo que fue la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer en Pekín, China, donde vería a la luz, refiriéndose al “aumento de la participación de las mujeres en los procesos de toma de decisiones y acceso al poder”.
Éste se relaciona con los ejes de derechos humanos, salud sexual y reproductiva y educación, considerados fundamentales para el avance y el aumento de la participación femenina en todos los niveles. En palabras de Sanda Ojiambo, directora ejecutiva del Pacto Mundial de Naciones Unidas, “la evidencia es clara: cuando las mujeres están empoderadas, todos se benefician.”
Y es que, empoderar a las mujeres en la vida económica y en todos los sectores es central para la construcción de economías fuertes, establecer sociedades justas y estables, además de alcanzar desarrollo, sostenibilidad y derechos humanos con las mejoras de vida que eso representa.
Precisamente el Pacto Mundial de Naciones Unidas, en alianza con ONU Mujeres, que conscientes de esta problemática, elaboraron un marco de siete principios para impulsar a los grupos de interés a promover la igualdad de género en el lugar de trabajo, el mercado y la comunidad: También denominados WEPs por sus siglas en inglés, sirven como hoja de ruta para fomentar prácticas comerciales que empoderen a las mujeres, incluida la igualdad de remuneración, la igualdad de oportunidades para el avance profesional, la licencia parental remunerada y la tolerancia cero al acoso sexual en el lugar de trabajo.
A continuación, en CAMPESTRE haremos un recorrido por cada uno de ellos:
Principio 1. Promover igualdad de género desde la alta dirección. Se debe alentar el establecer metas y objetivos para toda la empresa en esta materia y medir el avance a través de indicadores de desempeño claros. Estableciendo, además, a las gerencias de todos los niveles como los responsables de estos resultados.
Principio 2. Tratar a todos los hombres y mujeres de forma equitativa en el trabajo – respetar y defender los derechos humanos y la no discriminación. Las empresas deben fomentar una cultura laboral inclusiva, considerar la implementación de medidas de trabajo flexibles, garantizar la igualdad de oportunidades, así como una política de igualdad retributiva justa, etc.
Principio 3. Velar por la salud, la seguridad y el bienestar de todas las trabajadoras y trabajadores. Se deben prevenir todas las formas de violencia y acoso sexual en el trabajo, la garantía de acceso equitativo al seguro médico a todos los trabajadores o la capacitación del personal para reconocer signos de violencia contra las mujeres, entre otras medidas.
Principio 4. Promover la educación, la capacitación y el desarrollo profesional de las mujeres. Queda recogido en este principio la formación y sensibilización en igualdad, el acceso igualitario a formación, así como a programas formales e informales de creación de redes y mentores o la inversión en políticas y programas en el lugar de trabajo que hagan avanzar a las mujeres de la organización.
Principio 5. Implementar prácticas de desarrollo empresarial, cadena de suministro y mercadotecnia a favor del empoderamiento de las mujeres. Las compañías deben establecer programas de diversidad de proveedores incluyendo empresas lideradas por mujeres, a eliminar estereotipos de género en todos los medios y material comunicativo interno.
Principio 6. Promover la igualdad mediante iniciativas comunitarias y liderando con el ejemplo. Este principio insta a las empresas a aprovechar la influencia de la organización para implicar a las comunidades y grupos de interés con la igualdad de género.
Principio 7. Evaluar y difundir los avances realizados a favor de la igualdad de género. De nada sirve trabajar en los principios anteriores si no contamos con un sistema de seguimiento y reporte de los resultados que nos ayude a avanzar hacia los objetivos.
Esa es en efecto la meta de este último principio, que debe estar presente en todas las etapas de trabajo de la entidad sobre la materia.
El sector privado aún puede realizar muchas acciones para tomar en cuenta las necesidades de las mujeres dentro de las empresas; para promover la corresponsabilidad del personal en las tareas de cuidado; para capacitar al personal en temas de igualdad de género y violencia contra las mujeres, e incluir mecanismos de monitoreo y evaluación que permitan a las empresas conocer sus avances y orientarse a implementar las medidas que mejor contribuyan al logro de sus objetivos. ¡Es momento de lograrlo!
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