Por: Wendy Plascencia / Politóloga experta en sociedad y cultura
El año 2024 se perfila como un hito trascendental para la democracia a nivel global. Con más de 76 países programando elecciones, este ciclo electoral se destaca como el más extenso en la historia de la humanidad.
Desde Estados Unidos hasta la Unión Europea, pasando por India, México, Venezuela y más, todas las naciones están convocadas a participar en la elección de sus líderes y representantes.
Las urnas resonarán con las voces de alrededor de cuatro mil millones de personas, convirtiéndo este año en un verdadero festival democrático.
Sin embargo, este año también marca un cambio preocupante en el equilibrio entre regímenes autoritarios y democracias liberales. Por primera vez en dos décadas, el número de regímenes autoritarios supera a las democracias liberales en el mundo. Este fenómeno plantea serias interrogantes sobre el estado actual y futuro de la democracia.
Las redes sociales han emergido como un poderoso actor en la esfera política, transformando la forma en que nos comunicamos y participamos en los asuntos públicos. Un ejemplo claro de su influencia es el efecto Taylor Swift, que logró que 35,000 personas se registraran para votar durante el día nacional del registro de votantes para las elecciones presidenciales del próximo 5 de noviembre.
Este fenómeno resalta cómo las celebridades y las redes sociales pueden converger para impulsar la participación política entre los jóvenes y otros grupos demográficos. Las cuentas de Twitter, los canales de YouTube, Facebook, Instagram y ahora TikTok, crean una esfera periodística que hace avanzar a la sociedad.
Aquí, la influencia política es algo positivo, más allá de la clasificación de las opiniones en conservadoras o progresistas. Sin embargo, lamentablemente, hay dos tendencias que confluyen produciendo un cambio. Por un lado, las redes sociales privilegian el sensacionalismo, la exacerbación y la dramatización, lo que genera una mayor polarización política y emocional de la sociedad.
De este modo, la esfera política, que en la democracia necesita con suma urgencia volverse más racional, se vuelve hiperemocional. Estas plataformas han democratizado el acceso a la información y han empoderado a los ciudadanos para expresar sus opiniones y organizarse en línea.
No obstante, la influencia de las redes sociales también ha suscitado preocupaciones sobre la integridad de los procesos democráticos. La capacidad de dirigir mensajes específicos a segmentos de la población ha sido aprovechada para influir en las elecciones y manipular la opinión pública. Esto plantea desafíos importantes en términos de equidad y transparencia en los procesos electorales.
Además, las redes sociales han contribuido a la polarización política y emocional de la sociedad. El sensacionalismo y la dramatización en línea han exacerbado las divisiones y dificultado el diálogo racional entre distintas corrientes políticas. Esta tendencia ha favorecido, en muchos casos, a la derecha y a la extrema derecha, que han sabido capitalizar de manera efectiva el potencial de las redes sociales para comunicar sus mensajes.
En este contexto, es fundamental reconocer la importancia del año 2024 como un momento crucial para la democracia mundial.
Nos enfrentamos a desafíos sin precedentes, pero también tenemos la oportunidad de fortalecer los cimientos de la democracia y promover un futuro más justo y equitativo para todos.
Es responsabilidad de cada ciudadano informarse, participar activamente y defender los valores democráticos en este año de decisiones trascendentales.
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