Mexico's President Enrique Pena Nieto wipes sweat from his brow during a signing ceremony among the Pacific Alliance at the Climate Change Conference in Lima, Peru, Wednesday, Dec. 10, 2014. Delegates from more than 190 countries are meeting to work on drafts for a global climate deal that is supposed to be adopted next year in Paris. (AP Photo/Juan Karita)
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La renuncia de Peña

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¿Considerará su renuncia o estará dispuesto a remover a su gabinete ante los desastrosos resultados?

EN CUALQUIER PAÍS democrático del mundo el desempeño del gobierno mexicano, en sus casi cuatro años de vida, habría provocado la renuncia del primer mandatario o cuando menos la remoción en pleno del gabinete en funciones.

Los resultados han sido desastrosos tras el “momento” que vivió el país a principios del 2013 cuando se aprobaron varias reformas estructurales. La negociación y el “timing” fueron magníficos para el arranque de una administración priista que necesitaba legitimarse y proyectar su imagen luego de doce años de gobiernos panistas que al menos dejaron la economía en orden y un país trabajando.

Sin embargo, la instrumentación de las reformas ha sido pésima y a pesar de los magros resultados, los jefes del gobierno no han sido capaces de rectificar ni reorientar sus políticas en temas tan sensibles como la economía, la seguridad, la corrupción y el sistema fiscal.

El país crece a tasas raquíticas menores al tres por ciento, la creación de empleos está por debajo de las expectativas mientras que el peso mantiene una constante de preciación. En materia de inseguridad social los avances son prácticamente nulos, hay mejoría en algunas ciudades y regiones pero en otras los embates del crimen organizado siguen a la orden del día. Viene luego el tema de la corrupción, asunto grave y neurálgico por demás manoseado por los políticos en el poder, pero que ninguno logra controlar y menos desactivar.

Se trata de un monstruo de mil cabezas que fue criado y alimentado por décadas. Para someterlo se tienen que asumir los costos por graves que sean. El presidente Enrique Peña Nieto pidió recientemente perdón a los mexicanos por el escándalo de la casa blanca, pero sin pagar ninguna penitencia.

 ¿Alguien puede perdonar a una persona que comete un acto grave y que no lo enmienda? Al menos debieron tomar la decisión de donar la controvertida mansión. Para agravar el escenario, se presentó una nueva acusación en contra de Angélica Rivera, quien supuestamente utilizó por un año un departamento en Miami, propiedad del Grupo Pierdant, un potencial contratista del gobierno federal.

La gota que podría ser la que finalmente derrame El vaso y ocasione una convulsión del gobierno peñista es el inminente fracaso en la olimpiadas de Río 2016. En esta ocasión, la delegación mexicana no ha obtenido resultados positivos en pruebas importantes para los atletas connacionales como clavados, tiro de arco y esgrima. La eliminación del tricampeón olímpico en futbol es un espantoso insulto para el público mexicano.

Dirán que poco tiene que ver Peña Nieto con el rendimiento delos olímpicos aztecas, sin embargo, tiene que ver y mucho con la designación de un político como Alfredo Castillo al frente de la Comisión Nacional del Deporte. Como abogado, Castillo fue procurador de justicia en el Estado de México y años después comisionado de seguridad en el estado de Michoacán.

Pero nada ha tenido que ver con el deporte nacional y de ahí su terrible desempeño como dirigente en los Juegos Olímpicos. David Cameron renunció al cargo de primer ministro cuando su país votó a favor del Brexit; Dilma Rousseff fue suspendida del cargo de presidenta por las acusaciones de corrupción en contra de su gobierno; en tanto en Guatemala, el presidente Otto Pérez fue arrestado en funciones hace un año por un escándalo de corrupción.

En México, ¿considerará el presidente Peña Nieto su renuncia o al menos estará dispuesto a remover a su gabinete ante los desastrosos resultados, incluyendo ahora el deportivo?


 

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