By Cada 9 de marzo resuena en México un «Día sin Mujeres». Esta iniciativa, lanzada con el lema «el nueve ninguna se mueve», no solo desafía las normas cotidianas sino que también puso en el centro de atención el creciente problema de los feminicidios y la violencia contra las mujeres en México. La estrategia es clara: mostrar, a través de la ausencia, el impacto vital de las mujeres en la sociedad y economía del país.
Aunque México no es el primer país en realizar un paro de esta magnitud –precedentes notables incluyen Islandia en 1975 y Polonia en 2016–, las circunstancias mexicanas presentan similitudes más estrechas con movimientos en otros países americanos, como Argentina y Estados Unidos. En estos casos, se buscaba llamar la atención sobre la violencia y discriminación contra las mujeres.
Cada año, el movimiento 9M toma forma y gana fuerza especialmente en redes sociales.
Sin embargo, la relevancia del 9M va más allá de un día de paro. Plantea un desafío continuo para las empresas y organizaciones: comunicar sobre la violencia de género de manera responsable y comprometerse a tomar medidas concretas.
Se espera que en los próximos meses, las empresas no solo evalúen sus procesos internos sino también desarrollen estrategias efectivas para atender los reclamos de equidad de género y lucha contra el acoso en los espacios de trabajo.
El 9M, más que un día de ausencia, se ha convertido en un símbolo de la urgente necesidad de cambio en México.
La violencia de género, un problema enraizado y persistente, requiere de un compromiso social y corporativo sostenido.
Este movimiento ha iniciado una conversación necesaria y ha puesto en marcha acciones que podrían conducir a una sociedad más justa e igualitaria.
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