Por: MARÍA AMPARO CASAR
Ya no se gobierna para el 2016, sino para el 2018
LA MENTALIDAD, DISPOSICIÓN y comportamiento de los políticos está en modo elecciones, o en eso que la ciencia política llama “campaña permanente”. Puede discutirse si esta mentalidad es consustancial o no a la democracia, pero cuando la política se re-duce a la campaña permanente, la democracia está en problemas.
Esto es particularmente cierto en un país como México, en el que las instituciones son débiles, el clientelismo está muy arraigado y la corrupción es un modus operandi de la política. El problema del modo elecciones a expensas del modo gobierno es que el primero polariza y paraliza y el segundo suma y activa.
En el primero, los partidos y las élites o dirigentes que los dominan se ocupan de la descalificación permanente del adversario y en promesas para el futuro. O, peor aún, en satisfacer algunos deseos inmediatos de la población, sin atender las causas que los producen: una política clientelar que busca ganar votos.
En el modo gobierno lo que se busca es armar compromisos y políticas para mejorar en cantidad y calidad los bienes y servicios que la población requiere y hacerlo de manera perdurable y sostenible.
El Pacto por México y las reformas que se hicieron a su amparo han sido quizá el mejor ejemplo del modo gobierno; puso entre paréntesis las diferencias previas a la elección de 2012 y colocó por delante el compromiso entre las fuerzas políticas.
El resultado fue bueno, pero pronto se desvaneció. Hoy la polarización está a la orden del día cuando muchas de las reformas aún no se traducen en políticas públicas para que rindan resultados y cuando aún falta concretar muchas otras. Este descontento y este enojo puede ser materia para el compromiso entre los partidos y el gobierno.
Con el descontento y el rechazo a los partidos, a las autoridades e incluso a las instituciones es generaliza-do, bien podrían establecer un terreno de entendimiento común para regresar al modo gobierno y posponer el modo elecciones. Un frente común entre partidos para intentar frenar su desprestigio.
Un nuevo Pacto por México que consista no tanto en la promoción y aprobación de nuevas leyes, sino en su traducción en programas de gobierno y en conductas que demuestren voluntad por hacer realidad las promesas de campaña de todos los partidos.
Particularmente aquellas que se refieren al bienestar de la población y a poner freno a los abusos e impunidad a los que están acostumbrados. Antes de que todos los apuntados para las candidaturas de 2018 nos ofrezcan un México distinto, los partidos a los que ellos y ellas pertenecen podrían dar muestras Modo gobierno versus modo elecciones de disposición a poner en práctica lo que predican.
Para ello no necesitan llegar a la presidencia. Morena podría comenzar por dejar atrás prácticas claramente clientelares como las que está proponiendo a la Sección 22 en Oaxaca ofreciendo a sus integrantes la recuperación del control del Instituto de Educación del estado y la derogación de la Reforma Educativa a cambio de votos.
El PAN y el PRI podrían exhibir algún compromiso en la práctica con respecto de la corrupción y la impunidad, tomando acciones decididas frente a hechos como los moches o la chapo diputada y los casos de OHL o el gobernador de Veracruz, respectivamente.
El PRD podría dar muestras de políticas urbanas consistentes, en lugar de que su más probable candidato ande promocionándose con la entrega de cunas y la venta del programa Médico en Tu Casa por los estados. De otra manera, ni forma de creerles.
NOTA BENE: Las organizaciones sociales e individuos que presentamos la iniciativa ciudadana Ley 3de3(Ley General de Responsabilidades Administrativas)para frenar la corrupción y la impunidad, pudimos hacerlo gracias a los más de 450 mil ciudadanos de todo el país que, hasta el momento, han dado su firma y su apoyo. A todos ellos nuestro agradecimiento.
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