Es por demás, habíamos abrigado esperanzas de que Andrés Manuel López Obrador utilizara su segundo informe de gobierno para retomar el rumbo del país, pero nos equivocamos una vez más. El mandatario aseguró que su principal legado “será purificar la vida pú-blica de México” y que ya se acabó la robadera de los de arriba.
Pero de los contratos sin licitaciones y de las empresas consentidas del sexenio no dijo ni pío. López Obrador no tuvo empacho en presumir que “en el peor momento contamos con el mejor gobierno.
Estamos enfrentando dos crisis… y vamos saliendo adelante”. Una vez más despreció hablar de las cifras dramáticas, en especial los 65 mil muertos por la pandemia, y ni pío sobre los escándalos de su administración, entre renuncias, intrigas y la evidente descoordinación.
El presidente de la República se vanaglorió de no haber emprendido un rescate económico elitista y en cambio apoyar a 23 millones de familias de manera directa sin intermediarios. Empero olvidó mencionar que más de dos millones de mexicanos permanecen sin empleo y 4.2 millones más están subocupados, es decir realizan trabajos de tiempo parcial.
López Obrador aseguró que tres millones de agricultores y pescadores reciben recursos del gobierno además de fertilizantes gratuitos, pero una vez más ni pío dijo sobre el incremento o descenso de la producción agropecuaria y pesquera en el país.
La cancelación de la reforma educativa que tanto esfuerzo costó lle-varla a cabo, fue destacada por el mandatario, aunque no expresó media palabra sobre la calidad de la educación y los programas o esfuerzos para llevar a México a otro nivel de enseñanza.
López Obrador se paró el cuello al anunciar un incremento del 10 por ciento en el envío de las remesas de los paisanos a México en beneficio de diez millones de mexicanos.
Olvidó el tabasqueño aclarar que ello se debe a los recursos recibidos por el gobierno de Donald Trump y a la demanda de las familias me-xicanas por la gravedad de la crisis.
En este informe no se peleó con los hombres del dinero y los reconoció porque “la mayoría no despidió a sus empleados”, porque aceptaron aumentar en 20 por ciento el salario mínimo y aportar más para pensionar mejor a los trabajadores.
Pero ni una palabra sobre sus constantes ataques a la clase empresarial por cuestionar en repetidas ocasiones sus políticas. Menos mal que ponderó la entrada en vigor del nuevo tratado comercial con Esta-dos Unidos y Canadá que su gobierno recibió prácticamente negociado, pero que a decir verdad es en estos momentos la principal palanca económica contra la crisis económica.
López Obrador destacó el éxito de su en-cuentro con Donald Trump en Washington, em-pero nada agregó sobre su rechazo a entrevistar-se con otros jefes de estado.
A diferencia de lo expresado semanas atrás, el tabasqueño aseguró que “estamos avanzando en el combate a la delincuencia”, presumió que bajó el número de secuestros, feminicidios y ro-bos en hasta un 30 por ciento que bien se explica por la pandemia, pero ignoró abundar sobre el delito más grave y sentido que es el homicidio doloso y que el pasado mes de agosto rompió todo récord al registrarse un promedio diario de 100 asesinatos.
Finalmente, el presidente mexicano prefirió no tocar el escándalo de corrupción del ex director de Pemex, Emilio Lozoya Austin, que tanto explo-tó en las últimas semanas. Quizás por lo mismo ni pío dijo sobre el video donde aparece su hermano recibiendo recursos de manera ilegal para Morena. Es por demás, no vemos como pudiera llevarse a cabo la cacareada transformación de México.
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