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La crisis demográfica del Siglo XXI

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Por: Roberto Quijano Luna / Abogado. Académico. Autor.

Nuestras ciudades abarrotadas, donde actualmente se concentra la mayoría de la población, comenzarán a despoblarse en las próximas décadas. Este fenómeno será impulsado por varios factores, entre estos, el envejecimiento de la población, el cambio de dinámicas económicas y las decrecientes tasas de natalidad.

El crecimiento poblacional que observamos hoy en nuestras ciudades no se mantendrá de manera indefinida. Con el paso del tiempo, es probable que muchas de estas ciudades vean una reducción considerable en sus habitantes. Quienes heredarán este país serán aquellos que elijan o puedan reproducirse, dando lugar a una transición demográfica en la que nuevas generaciones tomarán el relevo en términos de fuerza laboral y social.

Uno de los mayores retos que enfrentaremos en las próximas décadas será la creciente población de personas mayores que dependerá en gran medida del Estado para satisfacer sus necesidades de salud y sustento. El incremento en el número de personas mayores representa un enorme desafío para estos sistemas, que ya enfrentan problemas de financiamiento, ineficiencias y corrupción. A medida que la población envejece, se incrementa la demanda de servicios médicos, atención a largo plazo y asistencia económica, lo cual podría sobrepasar la capacidad del Estado para responder de manera efectiva.

El riesgo de que muchos adultos mayores queden desprotegidos y, en el peor de los casos, se enfrenten a la soledad y el abandono es real.

En una sociedad en la que los lazos familiares y comunitarios han cambiado, y donde las familias extensas ya no son la norma, cada vez es más común que las personas mayores vivan solas o en hogares donde el contacto con familiares es limitado.

Esta situación genera una creciente dependencia del Estado y de organizaciones no gubernamentales para proporcionar apoyo en términos de salud y calidad de vida. No obstante, debido a las limitaciones de los recursos y la creciente demanda de estos servicios, es posible que no todos los adultos mayores reciban la atención que necesitan, lo que podría derivar en situaciones de abandono.

Para muchos, el final de sus días podría llegar en condiciones de soledad extrema, sin el acompañamiento o el cuidado de seres queridos. Este fenómeno plantea no solo un reto económico y social, sino también ético para nuestras sociedades, que deberán enfrentar las implicaciones de un cambio demográfico en el que la proporción de personas mayores será mayor que la de jóvenes.

Al mismo tiempo, la reducción en el tamaño de las familias y la falta de incentivos para que los jóvenes decidan tener hijos repercutirán en quiénes heredarán y sostendrán las estructuras sociales y económicas del país. La cuestión de cómo atenderemos a nuestra población envejecida y quién tomará el relevo generacional definirá en gran medida el tipo de país que seremos en las próximas décadas.

 

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