CUANDO EL PAÍS está convulsionado por la violencia o corrupción, quizás resulte ocioso hablar de un tema como la eficiencia gubernamental donde México se encuentra por demás rezagado y perdido a la mitad del océano. En más de treinta años como directivo y consultor de empresas hemos lidiado con todo tipo de problemas al interior de los negocios sean de calidad, ventas, contabilidad, productividad, recursos humanos, comunicación, etcétera.
Sin temor a equivocarnos, aseguramos que todos tienen una solución, incluyendo conflictos externos graves como la caída de mercados, devaluaciones y las crisis políticas que hemos vivido en México en las últimas tres décadas. Hay un área donde las empresas se vuelven frágiles e impotentes para ingresar a una espiral de frustración de la que resulta muy difícil salir.
Nos referimos a los conflictos con las dependencias de gobierno, de cualquier índole o de regulación. Aquí los negocios de todos los tamaños -pero en especial los medianos y pequeños- son atrapados por las garras del ogro burocrático y paralizados durante semanas, meses y años. Franz Kafka se quedó corto al narrar las vicisitudes dela burocracia comparado con lo que ocurre hoy en día en cualquier oficina pública de México sea municipal, estatal o municipal.
Solo para ilustrar lo que sucede todos los días en nuestro entorno vamos a narrar las experiencias que tuvimos en un pequeño negocio inmobiliario en la ciudad de Nogales, considerada la tercera población económica en el estado de Sonora. La monserga más añeja que enfrenta el negocio de marras es el atraso del pago de rentas de un predio que el gobierno municipal utiliza para guardar vehículos chocados, multados o irregulares y del cual obtiene jugosas ganancias a través de infracciones y subastas.
Campantemente el gobierno local lleva más de un año sin pagar renta y sin desalojar el terreno lo que ha frenado los planes de expansión de la empresa. El segundo tema se refiere a un lote que una fundación norteamericana desea adquirir con la intención de construir un centro cultural para atención a migrantes que son deportados o que llegan a la frontera con la intención de cruzar al vecino país.
Al momento de la escrituración se detectó que sobre el predio existía un gravamen y tres fianzas con antigüedades mayores a los veinte años. Aunque se demostró que tales litigios no estaban activos y que por ley habían prescrito, no fue posible convencer a la autoridad de eliminarlos.
Se inició entonces un juicio ante el juez del ramo civil correspondiente para solicitar la cancelación del gravamen que data del año1963, es decir hace 53 años. ¡Pero oh sorpresa!, cuando se intentó recuperar el expediente nunca se encontró en el archivo estatal del Supremo Tribunal de Justicia y por lo mismo el juez no pudo tomar decisión alguna.
Es decir los dueños de tal terreno no pueden realizar la operación de compra-venta porque existe un gravamen de medio siglo que nadie reclama y que legalmente no existe, pero que tampoco un juez es capaz de cancelar. ¿Habían escuchado situación más kafkiana?
En suma, el pequeño negocio subsiste a duras penas y por más que desea expandirse y contribuir a la economía local, vive asediado y encadenado por los gobiernos locales. En tanto los migrantes pululan por las calles y los empleos que habría creado la construcción de un centro para su atención, se esfumaron por la ineficiencia y desatino de los gobernantes. Por algo será que México ocupa uno de los peores lugares en materia de competitividad y eficiencia, a pesar de ser una de las doce economías más grandes del mundo.
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