Una vara muy elevada. Cinco intentos frustrados. Un sueño esquivo. Algunas veces más cercano, como en 2006, cuando las manos del arquero alemán Jens Lehmann lo impidieron en Berlín. Otras mucho más lejanas. Todas igualmente dolorosas. Y finalmente el salto exitoso. El que permitió sacarse esa mochila. Argentina derrotó 1 a 0 a Bélgica en el estadio Mané Garrincha de Brasilia y anotó su nombre entre los cuatro semifinalistas de la Copa del Mundo, algo que no lograba desde Italia 1990. La próxima prueba será el próximo miércoles, en San Pablo, ante el vencedor del duelo entre Holanda y Costa Rica, que se disputará a las 17 en Salvador.
Ante un rival que había llegado a este torneo con el cartel de cuco, que había insinuado mucho y concretado algo en sus presentaciones en la fase de grupos y que venía de derrotar a Estados Unidos en tiempo suplementario, en un duelo de alto voltaje, Sabella metió mano en la alineación, con los ingresos de Martín Demichelis, José basanta y Lucas Biglia por Federico Fernández, Marcos Rojo (suspendido) y Fernando Gago. El entrenador plantó un 4-4-2, con Ángel Di María recostado por la derecha y Ezequiel Lavezzi por la izquierda.
Poco había pasado, más allá de una trepada de Lavezzi por la izquierda que terminó en un centro que no encontró receptor, cuando a los 8 minutos llegó el grito del desahogo. Tras una mala salida de Vincent Kompany desde la zaga, Lionel Messi recuperó, maniobró y combinó con Di María, el rosarino buscó la trepada de Pablo Zabaleta, pero un roce en Jan Vertonghen le sirvió el balón a Gonzalo Higuain, uno de los más cuestionados en este torneo, quien con una fabulosa media vuelta dejó sin opciones a Thibaut Courtois.
En desventaja, los europeos se vieron obligados a adelantarse. Con el juego prolijo que los llevó hasta esta instancia, con la pelota siempre por el suelo, con paciencia, pero con dificultades para entrar ante un adversario bien cerrado en el fondo y que en cada salida de contragolpe encendía las alarmas. Porque Messi y Di María eran una amenaza latente cada vez que levantaban vuelo, aunque al jugador de Real Madrid le faltaba lucidez al momento de encarar. En una de esas galopadas, a los 33 minutos, sintió una molestia en el muslo derecho que lo obligó a abandonar el campo. En su lugar ingresó Enzo Pérez.
Sin una de sus figuras, Argentina no perdió la brújula y mantuvo el control del encuentro. De hecho, en los primeros 45 minutos Bélgica apenas asustó con un remate de Kevin De Bruyne desde afuera, potente pero centrado, que Sergio Romero acanzó a rechazar. Por su parte, la Albiceleste tuvo la suya para estirar la ventaja: a los 41, tras una falta que le habían cometido en la medialuna, Messi buscó el ángulo izquierdo con la ejecución de un tiro libre que voló muy cerca del arco.
El arranque del segundo capítulo mostró una versión decidida de Argentina, que fue a la caza del segundo y antes de los 10 minutos tuvo dos chances muy claras, ambas a través de Higuain, el más destacado del equipo. A los 6 se metió en el área, enganchó y remató, el balón se desvió en Daniel Van Buyten y salió junto al palo derecho. Y a los 9 encaró desde el círculo central, le tiró un caño a Kompany y desde la puerta del área buscó el disparo alto, que rozó el travesaño y salió.
De todas maneras, con Messi demasiado intermitente y sin socios, el conjunto de Sabella se fue replegando peligrosamente con el correr de los minutos y le entregó la pelota a un rival que presionó, apremiado por el marcador y el reloj, pero le costó generar juego fluido, ya que el triángulo creativo formado por Kevin De Bruyne, Eden Hazard (especialmente apagado y luego reemplazado por Nacer Chadli) y Dries Mertens (ingresó por Kevin Mirallas) no encontró la sintonía.
Ya habiendo renunciado al ataque, tras la salida de Higuain y el ingreso de Fernando Gago, Argentina debió padecer en los últimos minutos, no por la claridad de su adversario, que solo asustó con un disparo de De Bruyne que rozó en Basanta y besó el palo izquierdo, sino porque el balón pasó demasiado tiempo cerca de Romero y porque los europeos, sin otro recurso al cual apelar, se tentaron con los centros al área, tratando de sacar provecho de la altura de sus jugadores, sobre todo del ingresado Romelu Lukaku.
Ya en tiempo agregado, los corazones se pusieron a prueba. Primero por un contragolpe en el que Messi corrió desde mitad de cancha y perdió en el mano a mano con Courtois. Y luego con un desborde de Lukaku, quien despachó un centro que Ezequiel Garay alcanzó a interceptar. Desde el borde del área, Axel Witsel hizo viajar la última esperanza belga por arriba el travesaño. Después de ello, todo fue festejo, por haber alcanzado esa meta que desde hacía 24 años era inalcanzable.
Fuente: mundial-brasil-2014.clarin.com
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