Apenas el pasado viernes 19 de noviembre, Enrique Peña Nieto ponía a Luis Videgaray Caso como el “ejemplo” de trabajo y eficiencia en su gabinete. Lo hacía en Los Pinos en una reunión con todo su equipo de gobierno, donde más de un secretario fruncía el ceño ante el elogio del despótico titular de Hacienda, que se conduce, en los hechos, como jefe de todo el gabinete.
Hoy, apenas tres semanas después, el hombre de mayor confianza del Presidente se encuentra tocado.
Al desplome brutal del precio del petróleo, que ayer cayó hasta los 51 dólares por barril, y el alza preocupante del dólar, que ya alcanzó los 15 pesos, se sumó ayer un nuevo escándalo por una casa de 800 metros en Malinalco, que Luis Videgaray recibió de Grupo Higa, propiedad de Juan Armando Hinojosa Cantú, el constructor favorito de Peña Nieto y quién le vendió “en facilidades” la casa blanca de Las Lomas a su esposa Angélica Rivera.
Y aunque de inmediato Videgaray salió a defenderse en todos los medios y a decir en varias entrevistas que sí compró la casa, pero que lo hizo “con los ahorros de toda una vida de trabajo”, resultó que para pagar por los 7.5 millones de pesos que le costó esa propiedad, el titular de la Hacienda Pública —el mismo que les exige y fiscaliza a los contribuyentes a que todos sus pagos e ingresos sean a través de la banca, so pena de ser denunciados y castigados por el SAT— reportó en sus declaraciones haber pagado la casa en efectivo y utilizó un crédito no bancario que le otorgó la misma constructora Higa, a la que él, como secretario de Finanzas del Estado de México, le pagó contratos millonarios por obras por 36 mil millones de pesos.
El tamaño del escándalo en los medios y redes sociales no disminuyó ni con los ofrecimientos de Videgaray para que “una autoridad independiente” investigue la compra de su casa a Grupo Higa, en la que dijo, “no hay conflicto de interés porque lo hice cuando no era servidor público”, a pesar de que, según reportó el diario The Wall Street Journal, la operación de compraventa se hizo en octubre de 2012, cuando ya era coordinador del equipo de transición del presidente electo Peña Nieto, y la terminó de pagar “con recursos propios” el 31 de enero de 2014 “por razones financieras”, cuando ya era titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, dependencia desde la que pagará hasta 4 mil millones de dólares por al menos dos contratos otorgados a la constructora de Hinojosa Cantú en la actual administración peñanietista por un acueducto en Monterrey y un museo en Puebla, según ha reportado el mismo diario WSJ.
Así que, de ser el “ejemplo” de eficiencia en la opinión del presidente Peña Nieto, y ser uno de los secretarios de Hacienda más cuestionados y repudiados que se recuerden por los empresarios y contribuyentes —entre otras cosas por los efectos recesivos de su reforma fiscal, la caída del petróleo y el incremento del precio del dólar— Luis Videgaray es, en los hechos, un secretario tocado. Lo único que lo sostiene en estos momentos, es la obsesión personal del presidente Peña Nieto por mantenerlo en el cargo por la amistad y cercanía que mantiene con él.
EL “VICE” VIDEGARAY. Dos estampas que confirman el gran poder y el trato despótico que Videgaray Caso ejerce dentro del gabinete presidencial, las comentan directamente otros dos colaboradores cercanos del mandatario. La primera tiene que ver con Ildefonso Guajardo, que hace algunos meses, cuando iniciaban los movimientos de los aspirantes a gobernador de Nuevo León, pidió audiencia con el Presidente y, como corresponde, le comentó de sus aspiraciones políticas por la gubernatura y le solicitó su permiso para moverse como precandidato en su tierra natal.
Aunque la respuesta de Peña Nieto fue positiva y le autorizó a Guajardo hacerse presente en la lucha por la candidatura del PRI, unos días después de aquella plática privada con el Presidente, el secretario de Economía fue abordado por su compañero Luis Videgaray en un acto en la residencia presidencial. “Necesito preguntarte algo”, le dijo Videgaray jalándolo del brazo para hablarle en corto: “Me dicen que fuiste a ver al Presidente para pedirle permiso para buscar la candidatura de Nuevo León, ¿es cierto?”, preguntó primero el secretario de Hacienda. Cuando Ildefonso le confirmó que sí, vino un comentario que le sonó a reclamo: “No se te olvide que de esas cosas me tengo que enterar primero yo”.
La otra estampa que dibuja el papel casi de vicepresidente que juega Videgaray es más reciente y le ocurrió al comisionado por Michoacán, Alfredo Castillo. El comisionado aprovechó una audiencia hace unas semanas con el Presidente para informarle de la situación en Michoacán en este momento. “Las cosas están resueltas en su mayoría pero tenemos un serio problema: el secretario de Finanzas no suelta los recursos y tiene atorados pagos a proovedores y recursos para los programas sociales y el gasto no fluye con lo que la gente se desespera y todo se está complicando”, se quejó Castillo con Peña Nieto.
La queja directa contra el trabajo del secretario de Administración y Finanzas de Michoacán, José Carlos Ramírez Pueblita, tuvo repercusiones inmediatas. Pasaron un par de días y Castillo fue llamado por el secretario de Hacienda que, en tono molesto y de abierta amenaza, le dijo: “Sí sabes que Pueblita es mi gente ¿no?”. “Sí, lo sé”, respondió el comisionado por Michoacán. “Pues sí te metes con mi gente, te metes conmigo”, le advirtió Videgaray a Castillo para que le quedará claro el mensaje.
Ese es el nivel de poder que, aún con los cuestionamientos y escándalos, aún detenta el secretario de Hacienda en el gabinete de Peña Nieto. Y así lo ejerce ¿Por cuánto tiempo más podrá hacerlo.
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