Hace poco más de 30 años, me encontraba entrevistando en su oficina al gobernador del Estado de Jalisco para la revista Aeromé-xico, que usted conoce como Escala, de la cual fui fundador y di-rector general por muchísimos años. El secretario de Turismo y presiden-te del Consejo Nacional de Turismo de nuestro país en esa época, Lic. Antonio Enríquez Savignac, me había sugerido que escribiera un artículo sobre la propuesta que un grupo de empresarios presentaría al entonces gobernador Flavio Romero de Velasco para la construcción de un edificio grande para exposiciones. A ellos se sumó el Gobierno municipal para que con el esfuerzo bien coordinado de todos naciera Expo Guadalajara, hoy conocido con orgullo como el recinto ferial más importante de América Latina.
Sin antecedentes de este tipo, el Gobierno estatal aportó crédito, el mu-nicipal donó terrenos y se emitieron certificados de participación que agrupaciones empresariales y empresarios particulares adquirieron, y así se arrancó en 1985 la construcción de un proyecto detonador que muy pocos dimensionaron en su momento. No pasó mucho tiempo después de su inauguración en 1987, para que la existencia real sorprendiera a todos y Expo Guadalajara se viera obligado a extenderse. En 1989 creció su gran salón de exposiciones, en 1992 se construyó el estacionamiento superior y la infraestructura que lo rodea, en 1996 se adquirieron 26 mil me-tros cuadrados más y en 2005 fue inaugurado el Foro Expo para diversificar las actividades que ahí se albergan. Durante todo este tiempo, que sólo son dos décadas, se ha visto cómo se han desarrollado industrias de servicios en torno a la actividad expositora: hoteles, restaurantes, compañías de diseño, transporte, montaje y un sinnúmero de servicios más que hoy hacen de Guadalajara la ciudad ferial de México. Deberíamos reconocer la labor de quienes de alguna u otra forma participaron en este esfuerzo, e imitarlos a tomar-lo como ejemplo en estas áreas de la actividad productiva y económica, y alejarnos de las al-fombras rojas que por la extravagancia y continuidad de los mismos protagonistas, resultan involuntariamente cómicas, como las compara-ciones con San Diego. Deberíamos pasar a los he-chos, donde las necesidades están claras y esca-sean los planes y la voluntad para atenderlas. Por qué no apoyar proyectos similares en áreas tan in-dispensables y con tantas carencias. Esta tierra de localización geográfica privilegiada debe ser pro-lífica en proyectos exitosos para todos y no solo para unos cuantos. Cuestión de frenar las mentiras, tener confianza y darse a la tarea.
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