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Adiós al Zócalo 11 de julio

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Podría ser una pregunta pero es una afirmación: El Zó-calo 11 de Julio o Bosque de la Ciudad pasará a mejor vida sin haber visto la luz. Fueron años de indecisiones, de apoyo del gobierno estatal en unas ocasiones y desdén en otras. Y parece que en el grupo de consejeros no hubo un negociador en jefe que desactivara las protestas de unos cuantos que nacieron junto con el proyecto, pero que retrasaron definitivamente las obras.

Y todo indica que en el gobierno del ingeniero Jaime Bonilla no hay simpatías por ese proyecto ni con las personas que lo encabezan.

Sin embargo, y antes de que vengan los pleitos públicos y que de pronto surja un nuevo proyecto por ahí, valdría la pena recapitular un poco lo que se pretendía hacer ahí, cómo y con quiénes.

Pues la idea no era de ningún modo contraria a los intereses de los tijuanenses ni del “bosque Benito Juárez” como nos lo quisieron vender los inconformes que se plantaron en el área, y en la que actualmente ya tienen hasta comercio diverso bajo la sombra de los árboles defendidos.

Cierto, se iba a construir una enorme plancha de concreto y puentes que conectarían con Palacio Municipal y Palacio de Gobierno (estatal), Plaza Río, El CECUT y la Catedral Metropolita-na –también en construcción-, y los árboles que iban a ser degollados serían repuestos en una proporción de cinco a uno dentro y en los contornos del Zócalo.

“Los defensores del bosque” nunca quisieron escuchar nada de esto mientras recibían dinero, provisiones y carpas de “luchadores sociales” y algún que otro partido político que comenzó amarillo y terminó morado.

Lo que se dice, un desastre de comunicación, de mediación y de conciliación.

En varias ocasiones parecía que el proyecto continuaba, pese al “plantón perpetuo”, pero al siguiente mes paraban las obras, y ya no se volvía a saber de las obras, de la inversión, de tiempos y dineros.

Los tijuanenses no sabemos a la fecha si todos los cimientos fueron hechos con recursos públicos o privados, cuanto le han costado al erario o a los inversionistas privados.

Hasta esta pasada semana en que el Gobierno del Estado mandó el mensaje a la Fundación pa-ra informar que los conminaban a entregar el “bosque” y todo lo que se había hecho del proyecto.

A como están las cosas económicas en el país y en el estado, es impensable que alguna institución de gobierno, federal o estatal, se atreva a suplantar el proyecto original con uno nuevo y, por supuesto, financiarlo.

Definitivamente, la iniciativa del Grupo 11 de Julio tuvo sus simpatías y generó buenas expectativas; ahora no sabemos quién va pagar o cómo se va rescatar el dinero que duerme en los cimientos del proyecto.

¿Con litigios en los juzgados o con auditorías a los responsables de la obra inconclusa?

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