LOS ESTUDIOSOS DEL ayer y los habladores de hoy están de acuerdo al afirmar que no hace más de 20 años, al margen de la Constitución y de la legalidad, el sistema político tenía sus propias reglas. Una “Presidencia Imperial” concedería Enrique Krauze.
En las aulas, en los bares y en el comedor, diariamente se dice mucho de las supuestas reglas del juego político, y por supuesto, el espectador escéptico y desconfiado exclama todos los días de forma apasionada que nada ha cambiado. Me atrevo a disentir, ¿por qué? Bueno… Usted lo sabe, yo lo sé y probablemente hasta el más inocente lo ha de intuir.
En México, ya no existe el “Día del Presidente”. Se preguntará con toda razón -¿y eso que?- “La clase política es igual o peor”, me respondería cualquiera y probablemente sea el pensamiento generalizado más extendido en toda la República. Sin embargo, la abrogación de la costumbre política en mención es prueba irrefutable de los avances democráticos.
El periodista e historiador Héctor Aguilar Camín llegó a decir que existió un tiempo en el que nadie se atrevía a criticar al presidente de la República, hoy nadie se atreve a defenderlo. El propio Ejecutivo Federal mencionó: “Esa realidad ya no existe, y que bueno que así sea”.
Puedo apostar inclusive que la frase que acaba de leer será criticada en cada una de las redes sociales, no sería un acto de clarividencia sino una afirmación que peca de obviedad.
Para el “hombre masa” que describió José Ortega y Gasset, este avance carece de valor. Dado que se encuentra atrapado entre ser ignorante y ser sabio, lo ignora o minimiza cuando debería darse cuenta que las cosas buenas casi no se cuentan, pero cuentan mucho, disculpe la referencia.
En efecto, la falta de comprensión histórica nos hace olvidar que fue hace relativamente poco tiempo en el que sin importar que fuera, sin poder objetar, carente de interpretación o interpelación;las palabras seleccionadas, siempre y cuando fueran dichas por el presidente de la República, eran palabras mayores.
Afortunadamente, ya no vivimos en una crónica de Luis Spota; el pasado 1ro de Septiembre, Enrique Peña Nieto cambió el tradicional monólogo para dar a conocer su informe de labores, por un diálogo con jóvenes a lo largo y ancho del país. Ellos, no le regalaron ni una. Se le cuestionó su tesis universitaria, se le preguntó por el encuentro con Donald Trump, por los gasolinazos e inclusive le preguntaron cuándo dará a conocer su 3 de 3. Pocos le creyeron.
En efecto, el presidente ya no goza de “Palabras Mayores”. Ni lo hará…
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