LOS INFORMES PRESIDENCIALES en México fueron por décadas unos ladrillos: aburridos, populistas, demagógicos y además ignorados por más del 90 por ciento de la población mexicana. Quizás el informe que que más llamó la atención fue el de 1982 de José López Portillo, en donde además de nacionalizar la banca y decretar el control de cambios, lanzó una perorata en contra de los empresarios que lo llevó a derramar sus lágrimas.
Luis Echeverría fue el amo y señor de los informes presidenciales. Duraba más cinco horas en el pódium de la antigua Cámara de Diputados en la calle Donceles para proferir cifras, exhortos, condenas, arengas y adulaciones para su propio gobierno.
Ser invitado a un informe de gobierno era un castigo severo. El presidencialismo de ese entonces no permitía rechazar la invitación salvo en caso de una enfermedad grave, lo que obligaba a los invitados a soportar varias horas del discurso presidencial entre bostezos y cabeceos.
Fue en tiempos de Miguel de la Madrid cuando los informes solemnes y fastidiosos comenzaron a agitarse ante la llegada de grupos opositores como el Frente Democrático Nacional formado por Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, entre otros ex priistas.
El supuesto fraude electoral de 1988 convirtió al sexto informe de De la Madrid, en la Cámara de Diputados de San Lázaro, en un pandemónium que llegó a su clímax con la salida abrupta de Porfirio Muñoz Ledo y un numeroso grupo de legisladores simpatizantes.
Uno que tuvo cierto atractivo fue el de 1997 de Ernesto Zedillo, pero no por el mensaje presidencial sino por la respuesta que dio el entonces diputado Porfirio Muñoz Ledo al señalar que “en México nunca más un poder someterá a otro poder».
Pero para ese entonces el formato del informe presidencial lucía por demás soso y desgastado. Vicente Fox intentó impulsarlo, pero con poca suerte y fue en tiempos de Felipe Calderón cuando la estructura de los informes cambió para siempre.
El último informe tradicional se realizó el 1 de septiembre del 2007. Un año después el entonces secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, acudió al recinto legislativo a entregar el documento por escrito en respuesta a los cambios del Senado a la Constitución en donde eximía al Presidente de su obligación de acudir al Congreso a informar del estado que guarda la nación.
De ahí en adelante se han realizado varios cambios. Peña Nieto acostumbró en sus primeros tres años presentar un informe en Palacio Nacional a un grupo reducido de funcionarios, gobernadores, líderes de la sociedad, empresarios y embajadores.
Ahora ensayará un nuevo formato: reunirá en el mismo lugar a jóvenes para enterarlos de la situación que guarda México y responder a sus preguntas. Antes tendrá que entregar por escrito su informe anual, tal como lo sigue marcando la Constitución.
¿O acaso Peña Nieto no está preparado para enfrentarlos? ¿Puede un presidente gobernar con éxito sin mantener un intercambio de ideas con el resto de los poderes y los sectores mexicanos? ¿Por qué seguir encerrado y protegido cuando le quedan apenas dos años a su administración?
Apunte final
En un angustioso intento por atraer el voto hispano, el aspirante presidencial Donald Trump suavizó su discurso hostil contra los inmigrantes, aunque sigue en pie su absurda propuesta de construir un muro en la frontera con México. También Hillary Clinton ha hecho suyas algunas propuestas del neoyorquino, entre ellas la de revisar el Tratado de Libre Comercio y la de crear un impuesto para las empresas norteamericanas que inviertan en el extranjero… Son parte de las veleidades de la política y las campañas electorales.
José Santiago Healy
/Actitudes
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