Por: GILBERTO LAVENANT
En este proceso, la sociedad está desangelada no por los candidatos, sino por quienes organizan las elecciones
PODRÁN DECIR QUE ES DE HOMBRES FALLAR y de mujeres también (por aquello de la equidad de género), pero debe reconocerse que el Instituto Estatal Electoral de Baja California, está haciendo un pésimo papel como árbitro, en este proceso electoral.
En un encuentro deportivo donde un equipo gana a otro, hasta cierto punto es tolerable y comprensible. Las determinaciones del árbitro son en base a apreciaciones personales. En ocasiones está lejos de donde se registra la jugada. O está mal ubicado.
Pero tratándose de un proceso electoral no es cuestión de apreciaciones ni favoritismos. En todo caso se trata de interpretación y aplicación de la ley electoral. Y ahí es donde ha fallado el IEE.
Primero, fue exageradamente riguroso a la hora de verificar los apoyos ciudadanos. Cancelando miles de ellos, dejó a muchos as-pirantes a munícipes o diputados locales fuera del proceso.
Queda demostrada la exageración cuando la sala regional del Tribunal Electoral Federal, resuelve a favor de varios de los aspirantes y ordena al Instituto Electoral proceda a registrarlos y acreditar-los como candidatos. Total “haiga sido como haiga sido”, no quedaron claras las razones o bases por las que dejó fuera a varios de los aspirantes. Para los afectados, la decisión fue injusta o arbitraria.
Y claro, la decisión del tribunal electoral que les regresa el derecho a participar en el proceso, al menos para los interesados, fue un acto de justicia. Los electores en general no alcanzan a distinguir entre Instituto Electoral y Tribunal Electoral. Para ellos, ambas instituciones son la misma cosa y el desprestigio de una alcanza a la otra.
Esta inconsistencia o falta de autoridad del árbitro regulador del proceso electoral ha dado lugar a que el Instituto Electoral sea escenario de trifulcas callejeras o de actos que violentan el proceso. Esto, que apenas es el inicio, está generando en los electores des-confianza en la autoridad electoral. Desconfianza en el proceso electoral.
¿Tendrá capacidad para llevar a buen término este proceso? En especial la jornada electoral del 5 de junio. ¿Alentará a los electores a acudir a las urnas a emitir su voto observar que el Instituto Electoral se ha conducido de manera arbitraria o errática? Ya se ha dicho, estos serán unos comicios atípicos. Participan candidatos de unos 13 partidos políticos, además de los llamados independientes. Las boletas electorales parecerán almanaques.
En manos de autoridades electorales erráticas o titubeantes. Que en principio, más que los resultados del pro-ceso, en cuanto a la eficiencia del mismo, les preocupaba su salario.
En una jornada deportiva, un mal arbitraje, enoja y decepcionada a los espectadores. En un proceso electoral, las deficiencias de la autoridad electoral, además del enojo, ocurre algo peor: desalientan a los electores.
Si en las elecciones de 2015 el grado de abstencionismo rebasó el 70%, en este 2016, pudiese ser mayor. Son tanto los candidatos, y tantos los partidos políticos, que los votos que se emitan quedarán pulverizados. Hoy más que nunca, quienes ganen estos comicios ganarán con muy pocos votos. Desde ahorita puede decirse que serán los ganadores de las minorías. Y nadie podrá decir que esa no es democracia.
Tendrá que llegar el momento en que se establezcan verdaderos “atractivos” o ganchos para alentar a los electores a acudir a las urnas. Tendrá que ser algo más valioso que cobijas o despensas. Quizás, como se ha propuesto en otras ocasiones, rifar cantidades de dinero, en efectivo. Y mejorar el arbitraje.
Esa sería una esperanza más tangible. Las simples promesas de políticos, no alientan a nadie.
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