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Un golpe de timón. Por: José Santiago Healy

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ACTITUDES. ¿No alcanzarían las cárceles para arrestar a tanto malandrín en el poder?

UNA VEZ PASADO el trago amargo de la estrepitosa derrota electoral, el PRI-gobierno de Enrique Peña Nieto está obligado a llevar a cabo el golpe de timón que demandan los mexicanos.

De nada sirve a estas alturas perder el tiempo en buscar archivos expiatorios de este fracaso que no vivía el tricolor desde el 2 de julio del 2000, cuando perdió la Presidencia de la República.

La explicación de la derrota electoral en nueve estados de la República, en donde se perdieron siete gubernaturas, la asamblea constituyente en la Ciudad de México además del congreso estatal y tres alcaldías en Baja California, tiene nombre y apellidos. Se llama corrupción y se apellidan Duarte, Borge, Salinas, Moreira, entre otros tantos que simple y llanamente han enlodado la actividad política del país con su brutal enriquecimiento, prepotencia y su escasa sensibilidad ante las necesidades apremiantes de los mexicanos.

Por esto y mucho más Peña Nieto ha recibido el llamado de los mexicanos por segunda ocasión -la primera ocurrió en la elección del 2015- para bajarse de la nube y gobernar con sencillez, humildad y eficiencia para todo el país, sin distingos de partidos, regiones, clases sociales ni etnias.

La primera acción y más urgente es establecer un sistema efectivo para combatir y erradicar la corrupción que carcome como un feroz cáncer a la sociedad mexicana. Los ciudadanos requerimos una instancia y procedimientos en donde se puedan denunciar tantos abusos que cometen los funcionarios y que se actúe en contra de ellos de manera inmediata.

¿Qué no alcanzarían las cárceles para arrestar a tanto malandrín en el poder? Pues ni modo que se construyan cárceles especiales para ponerlos a buen recaudo antes que terminen por acabar con lo que nos queda del país. Peña Nieto tendría que retomar el vergonzoso asunto de la Casa Blanca, propiedad de su esposa Angélica Rivera, y actuar en consecuencia tal como el pueblo esperaba desde un principio. Vender el inmueble y pedirle a la Contraloría una exoneración no resuelve el problema de fondo.

Una decisión similar deberá tomarse en el asunto de la casa campestre del secretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso.

En lo social el gobierno federal tiene que actuar con firmeza y efectividad en contra del crimen organizado que un día sí y el otro también mantiene en jaque a la sociedad mexicana. No basta controlar los medios ni lanzar las campanas a vuelo sobre una supuesta reducción de la violencia. Hay que pararla en seco con decisión e inteligencia.

El resto de los partidos también están obligados a aprender la lección que dieron los votantes mexicanos: basta de prepotencia, impunidad y pudrición de los gobernantes. El PAN, con sus siete gubernaturas, no tiene por qué creerse omnipotente ni tampoco Ricardo Anaya debe sentirse presidenciable.

Operar una elección exitosa no significa que será un buen presidente, por el contrario, su misión será encontrar al candidato idóneo y esperar seis años una vez que demuestre su capacidad y eficiencia como funcionario federal o estatal. Morena de Andrés Manuel López Obrador debe asumir un liderazgo político y social para construir y no para denigrar a sus adversarios. Como nuevo líder de la izquierda, Morena tiene el enorme compromiso de empujar al país hacia adelante y no al caos y la confrontación.

El resto de los partidos están destinados a crecer, madurar y ser independientes o de lo contrario a fusionarse con sus similares.

No es deseable en México una democracia con tantos partidos y candidatos. La necesidad del cambio es real y urgente, los mexicanos lo expresaron con claridad y contundencia el pasado domingo.

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