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Morena: unidad o ruptura

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El pasado 17 de septiembre, el diputado federal y aspirante a la dirigencia nacional de Morena, Mario Delgado Carrillo, visitó Baja California para solicitar el apoyo de la militancia a su propuesta para conducir los destinos de este partido, de cara a los procesos electorales que tendrán lugar en el país, marcados todos por el divisionismo y la disputa entre las di-versas corrientes y grupos que conforman este movimiento que no termina por madurar como formación partidista.

Es un hecho que a nivel nacional Morena está conformada por diversas corrientes que confluyeron en su formación, así como también que no hay entidades del país en donde estos grupos no se estén confrontando en la disputa por los diversos cargos y espacios que estarán en juego.

En este marco, adquiere relevancia la visita del también coordinador de los diputados federales morenistas, quien afirmó que es tiempo de dejar atrás las disputas internas, reuniéndose por separado con los dos morenistas que se adjudican la representación formal de la dirigencia estatal de Morena en Baja California: Ismael Burgueño y César Castro Ponce.

Ya habíamos dicho que el problema principal de Morena no eran las divisiones internas ya que son aspectos naturales de un movimiento que busca el poder desde diversas perspectivas o ilusiones, sino la falta de un árbitro que pueda mediar entre ellos para lograr que cada grupo ceda una parte de sus pretensiones para construir una coalición ganadora.

En ese sentido es que adquiere relevancia el hecho de que Mario Delgado se haya sentado con las dos alas de Morena para construir puentes y con ello sembrar la posibilidad de que por medio de esta grieta pueda entrar la luz que ilumine los pasos de sus militantes y simpatizantes, que hoy se ven y se tratan como enemigos acérrimos.

A diferencia del PRI, que nació desde el poder para conservar el poder unificando a los caudillos políticos y militares que poblaban el paisaje nacional, Morena nace desde la población para conquistar el poder, sumando grupos y liderazgos afines a Andrés Manuel López Obrador, que finalmente en el 2018 logró el triunfo y que ahora tiene el reto de mantener el apoyo del Con- greso en la próxima elección intermedia para lograr consolidar su proyecto de gobierno.

El futuro de Morena dependerá en gran medida del resultado del proceso interno para elegir a su nuevo dirigente nacional, de manera que se pueda vislumbrar una salida exitosa a la disyuntiva en que hoy se mueve y que viene a ser entre la unidad o la ruptura. En esta perspectiva es que Mario Delgado dio un primer paso, demostrando contar con la capacidad de interlocución y construcción de puentes entre las grietas que amenazan con fragmentar y desintegrar este movimiento que logró despertar esperanzas entre amplios sectores de la población.

Está claro que la prioridad de Morena será conservar la mayoría en la Cámara de diputados federales, misma que actualmente pastorea Mario Delgado. De ello dependerá el futuro del mandato del presidente López Obrador y del país en general, toda vez que, si el resultado es adverso, de antemano podemos advertir que ello habrá de generar una espantosa confrontación entre poderes y una parálisis gubernamental que sin duda agudizaría la crisis económica y la inseguridad pública, en medio de la pandemia por el coronavirus que azota a la nación.

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