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Corre película Morena, el partido sin cabeza

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Como ya se veía venir, las cosas al interior de Morena se vuelven cada vez más complicadas, en el marco del proceso para renovar la gubernatura, el Congreso del Estado, los Ayuntamientos y la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. Todo un paquete de posiciones que está desatando los apetitos de poder entre los grupos que se mueven en esta formación política, mismos que no terminan de conformarse institucionalmente.

Ya habíamos advertido de este riesgo a raíz de la estela de de-sencuentros y resentimientos que se vienen acumulando entre los grupos y militantes morenistas, así como entre los distintos órdenes de gobierno. La confrontación existente entre el Estado y la Federación, por uno u otro motivo se reproduce en un tono de ma-yor agresividad en la relación existente entre el Estado y Municipios de la entidad, como si no se tratara de integrantes de la misma fuerza política. Las denuncias de unos y otros se acumulan como testimonios de una lucha soterrada que emerge a la luz pública de una manera escandalosa. 

Se trata de una lucha interna sin cuartel, y sin árbitro que pro-picie cierto margen para el entendimiento y la conciliación. Las fracciones internas cierran filas y se pertrechan para confrontarse hasta el final, en una disputa fratricida por parcelas de poder en donde cultivar sus ambiciones. Nadie tiene idea de cómo habrán de lograr superar estas diferencias que se convierten en agravios y que podrían generar rupturas mayores en la estructura y militan-cia partidista. 

Históricamente la función de árbitro entre las fuerzas internas del partido en el poder la desempeñaba el Presidente de la Repúbli-ca, pero esta vez no ha sido así. Andrés Manuel López Obrador ha buscado estar al margen de las luchas intestinas, pero eso no quiere decir que en determinado momento no pueda asumir ese papel de mediador para lograr el acomodo nacional de las fracciones y lo-grar salir juntos a la contienda constitucional. 

La imagen y el liderazgo del presidente López Obrador es el lí-quido adherente entre las múltiples expresiones que cohabitan en Morena, no hay un elemento adicional más eficaz que éste.  A su vez, la fortaleza presidencial depende en gran medida de que conserve la mayoría legislativa. Es por ello que en esta pista es en donde se tendrá que dar el primer acomodo nacional y después vendrán las posiciones locales. La pregunta es en cuántos distritos federales habrá conflictos entre legisladores morenistas que busquen reelegirse y grupos que busquen impedirlo, qué mecanismos habrán de utilizar para disciplinarlos. 

Después de resolver las candidaturas federales se tendrán que definir las candidaturas locales. Aquí también habrá conflictos entre los diputados y alcaldes que busquen reelegirse y grupos que se sienten excluidos y que buscarán ser incluidos en las candidaturas. Las candidaturas de las 15 gubernaturas serán quizá la parte menos controvertida ya que sin duda serán repartidas entre las corrientes que integran la cúpula nacional de Morena, así como el presidente y su gabinete. 

Un partido sin cabeza, en el caso de Morena en Baja California, podría dar lugar a una escisión mayor, produc-to de enfrentamientos violentos y lógicas excluyentes. El hartazgo interno podría a su vez generar efectos contraproducentes, migración a otros partidos y pérdida de electores. Aun así, las tendencias o intención del voto le favorecen, según la mayoría de las encuestas.  En este mes de septiembre inicia el proceso electoral federal y con ello un proceso decisivo para el futuro del país y del proyecto de Morena. Si pierde su mayoría legislativa sería el inicio de su pronta decadencia y fragmentación. El principio del fin de un partido sin cabeza que no supo estar a la altura de la confianza de la gente. Corre película.

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