Manuel ChavarínNacionalNoticias

Membretes, nombres y corrupción

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«Si (como afirma el griego en el Cratilo) el nombre es arquetipo de la cosa en las letras de ‘rosa’ está la rosa y todo el Nilo en la palabra ‘Nilo’.”

El Golem (fragmento)

Jorge Luis Borges

Es importante el nombre que les damos a las cosas. Jean-Paul Sartre dijo que “las palabras son actos” y tenía razón: todos hemos sentido alguna vez el impacto de una palabra dicha con buena o mala intención y hemos podido constatar el peso de las palabras “culpa”, “pecado” o “fracaso”; y en ocasiones nos han elevado las palabras “felicidad”, “éxito” o “placer”.

Las palabras nos predisponen de alguna manera a sentir, a sentirnos de un modo. La búsqueda del nombre para un hijo tal vez explica la importancia que en el fondo sabemos que tienen las palabras. Es por lo anterior que resulta importante que las palabras sean usadas adecuadamente para describir, explicar y difundir, sobre todo cuando son usadas por un líder.

En las mañaneras (del Presidente López Obrador) nos dicen que hay que acabar con el “delito” de la corrupción, pero la corrupción no es un delito. La corrupción es un fenómeno social que se manifiesta en forma de tráfico de influencias, cooptación estatal, conflicto de intereses, negociaciones incompatibles, parcialidad, donación en campañas electorales, malversación de fondos, entre otras.

Ser específicos y llamar a las cosas por su nombre es el primer paso para comprender o combatir un fenómeno. Si entendemos que la corrupción es un fenómeno social complejo e inherente al ser humano, sabremos que su desaparición es imposible y a lo que más podemos aspirar es a tratar de disminuir algunos delitos derivados de ella como son la malversación de fondos públicos o el soborno.

Cuando en México nombramos a un instituto “para devolverle al pueblo lo robado”, estamos cayendo en varios problemas. En principio, el membrete es denigrante porque presupone que el gobierno le roba al pueblo y ¿qué no es eso lo que se quiere detener o cambiar?, pero además implica algo mucho más grave: nos hace sentir mal sobre lo que somos y quienes nos gobiernan, ¿los mexicanos somos ladrones?

En esta visión maniquea de “nosotros los buenos y ustedes los malos”, estamos olvidando que esos “buenos” o “malos” se intercambian el rol según quién sea el que esté mirando la situación.

Para los mexicanos que creen en el poder de la libre empresa y el modernismo, el malo es “ya sabes quién”, pero para “ya sabes quién” los malos son los empresarios y modernistas. Las palabras unen o dividen, engrandecen o humillan.

Si las palabras son actos, la cuarta transformación nos ha regalado estas joyas en boca de sus representantes: en fecha reciente, Víctor Manuel Toledo Manzur, antes subsecretario y ahora Titular de la SEMARNAT, había declarado que las turbinas eólicas, esas enormes aspas que generan energía eléctrica limpia y sustentable “capturaban el aire de las comunidades indígenas”; durante el mes de julio. Un gobernador electo, en entrevista con Pepe Cárdenas, declaró que su mandato podía ser extendido de dos a cinco años porque al votar por él los ciudadanos “aunque votaron para que gobernara dos años, no votaron para que no gobernara cinco años”. En fin, las palabras son actos, y a veces, son actos de corrupción. *El autor es Director de Chavarín Velazco Consultores

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