Ayer (miércoles) en estas Historias de Reportero, bajo el título El Chapo: qué pasó después del túnel, usted leyó que, según la indagatoria oficial, después de recorrer el kilómetro y medio de túnel desde la celda 20 del penal del Altiplano hasta el terreno aledaño donde desembocaba, Joaquín Guzmán Loera, el criminal más buscado de México, fue trasladado por un convoy de camionetas hasta San Juan Del Río, Querétaro, donde lo esperaban (2) dos avionetas que lo volaron a su zona de seguridad: el Triángulo Dorado donde se tocan Sinaloa, Durango y Chihuahua.
Las avionetas han sido históricamente el medio de transporte predilecto del líder del Cártel de Sinaloa. Son perfectas para trasladarse con velocidad, lejos del alcance de las autoridades, entre las zonas urbanas y una sierra, la del Triángulo Dorado, que la organización criminal ha poblado de pistas clandestinas.
De acuerdo con algunos de los encargados de perseguirlo, muchas veces estas pistas no se detectan en los sobrevuelos de las autoridades: son terrenos medio planos que pasan por baldíos, espacios meramente deshierbados y las mejores, que son las menos, son canchas de futbol o explanadas.
La pericia de los pilotos es clave. Por eso Joaquín Guzmán Loera tenía un piloto de confianza: Héctor Ramón Takashima Valenzuela. Los investigadores federales han descubierto que es un piloto con habilidades extraordinarias.
La investigación encabezada por el Cisen revela que la noche de la fuga, El Cachimba, como le dicen parodiando su apellido, apalabró con una pareja de empresarios que le rentaran su aeropista deportiva en San Juan del Río. Pero les pidió extrema discreción. Les dijo que su jefe era un poderoso hombre de negocios a quien le gustaba la discreción. Entonces no querían a nadie más en la pista. A cambio de estos servicios exclusivos, ofrecieron 150 mil dólares.
De sorpresa, la noche de la fuga, avisaron de urgencia que iban a despegar. Según los testimonios recogidos por el Ministerio Público, no se prendieron las luces de la pista, tampoco las de las dos avionetas.
Una llevaba al Chapo. La otra era un señuelo. La del Chapo bajó en el Triángulo Dorado. La segunda, que comandaba el piloto Romano Lanciani Llanes, aterrizó en Culiacán y se salió de la pista en la maniobra. Para reparar las averías que sufrió, El Cachimba, como jefe de la operación aérea de la fuga, llamó a un mecánico de todas sus confianzas: su hermano, Julio César Takashima Valenzuela, apodado El Gordo.
Con herramientas tecnológicas empleadas por las autoridades mexicanas, los dos pilotos y el mecánico fueron detenidos.
Carlos Loret / Historias de Reportero / El Universal
21 de octubre de 2015
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