La misión Rossetta , una sonda que ha concluido un viaje de diez años por el Sistema Solar hasta llegar al cometa en el que tiene previsto aterrizar el próximo noviembre, ha fijado el punto del astro 67/P Churyumov-Gerasimenko donde espera posarse, informó este lunes la Agencia Espacial Europea (ESA).
El lugar elegido, al que los científicos denominan «punto J» y que ocupa una superficie de un kilómetro cuadrado, se encuentra en la «cabeza» del cometa, solo a 4 kilómetros de su extremo exterior, y se ha revelado como el más idóneo de los cinco que habían preseleccionado los expertos, aunque no es absolutamente perfecto.
«Ninguno de los sitios candidatos cumple con el cien por cien de los criterios operacionales, pero el «punto J» es claramente la mejor solución», señaló en una conferencia de prensa en París el responsable de la delicada maniobra de aterrizaje, Stephan Ulamec.
La selección ha tenido en cuenta criterios como la iluminación del Sol, el relieve del terreno, la temperatura del cometa, la presión y de la densidad del gas que rodea su núcleo o su velocidad de rotación.
El aterrizaje, previsto para el próximo 11 de noviembre, requerirá unas siete horas para desarrollar una delicada operación inédita hasta ahora en la historia de la exploración espacial pues se trata de la primera vez que un ingenio construido por el hombre tomará tierra en un cometa, que vuela a unos 440 millones de kilómetros del planeta azul.
Rosetta, que desde el pasado 6 de agosto orbita alrededor del cometa para estudiar a su anfitrión, enviará hasta el 67/P Churyumov-Gerasimenko el módulo Philae, un dispositivo de 100 kilos que será el encargado de analizar el astro y enviar información a la sonda matriz para que esta pueda rebotarla a los centros de control en la Tierra.
«Como hemos visto en las recientes imágenes cercanas, el cometa es un mundo hermoso pero dramático. Es científicamente excitante, pero su forma hace que las operaciones sean un desafío», agregó Ulamec.
Por ello, los científicos necesitan que «tanto el Philae como el Rosetta funcionen con mucha sincronización» y «que se comuniquen correctamente» porque la sonda orbita «alrededor de un objeto activo y muy irregular», precisó el director de vuelo de esa misión de la ESA, Andrea Accomazzo.
De hecho, la primera impresión de los científicos al recibir imágenes del cometa fue que el aterrizaje no sería posible. Pero estudios posteriores, apoyados en imágenes de alta definición probaron que la maniobra sí podría intentarse con expectativas de éxito.
«En el «punto J» sabemos que todos los instrumentos serán capaces de operar en plena capacidad (…). Es el lugar donde podremos alcanzar todos nuestros objetivos científicos», agregaron los responsables de las misiones más complicadas de la historia aeroespacial europea.
Una vez Philae haya abandonado la sonda Rosetta, el módulo aterrizará de manera autónoma, siguiendo las instrucciones que le hayan enviado desde el centro de control en la Tierra antes de la separación y tomando imágenes durante su descenso.
Al entrar en contacto con el suelo, lanzará arpones que le fijarán al suelo y fotografiará el cometa en 360 grados para determinar con qué orientación ha aterrizado.
El resto de instrumentos del dispositivo analizarán el plasma y el campo magnético, así como la superficie y las capas inmediatamente inferiores, así como la estructura del cometa gracias al análisis de ondas de radio.
Se espera que Philae pueda ofrecer información valiosa a los científicos durante unos cuatro meses, mientras que el módulo matriz continuará observando la evolución de la actividad del cometa hasta finales de 2015.
En los dos meses que quedan hasta el día señalado, la ESA aún debe confirmar el punto de aterrizaje el 26 de septiembre, primero, y el 14 de octubre, después.
Existe un segundo lugar de reserva, denominado punto C, y la fecha objetivo, que podría retrasarse hasta 28 días, precisaron.
«No es una superficie perfectamente plana, como hubiéramos deseado para un aterrizaje perfectamente seguro» y «no podemos predecir la actividad del cometa entre ahora y el aterrizaje. Un súbito incremento de la actividad podría afectar la posición de Rosetta y su órbita en el momento del despliegue y girar la ubicación donde aterrizará Philae, eso es lo que hace esta operación tan arriesgada», señaló Accomazzo.
Rosetta lleva diez años viajando por el espacio desde que fue lanzada en 2004 y en ese tiempo ha recorrido casi 6.400 millones de kilómetros en su odisea para tratar de obtener respuestas sobre el origen del Sistema Solar.
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