Por: José Galicot / Empresario, educador y filántropo
Llegado de Francia y expulsado por la Segunda Guerra Mundial, Ramón Soriano, un talentoso pintor, apareció en las calles de Tijuana dibujando turistas por unos cuantos dólares.
Guapo, de ojos azules y con el «charm» francés, se apoltronaba en una esquina de la avenida Revolución y cobraba caro por pintar a los transeúntes.
Era una Tijuana pequeña, de 30 mil habitantes, lo que hizo que pronto nos hiciéramos amigos. Adoptó el «nom de ger» Alex Duval. Con frecuencia íbamos a pescar o acudía a comer a casa de mi madre.
Cuando el presidente Kennedy y su esposa Jackie llegaron a México, Alex Duval se aproxima a la limusina descubierta en la que recorrían las calles de la ciudad. Hablando en francés y mostrando un cuadro, se lo entregó a la Sra. Kennedy. ¿Quién hubiera pensado que más tarde la vulnerabilidad del auto descapotable permitiría que en Dallas el presidente Kennedy fuera asesinado?
La Sra. Kennedy invitó a Alex a Washington, donde se convierte en una de las estrellas del grupo de intelectuales y artistas que frecuentaban la Casa Blanca, grupo que llegó a ser conocido como Camelot, en referencia a la mesa redonda de los caballeros del rey Arturo.
Alex pinta cuadro tras cuadro de la élite de Washington. Más tarde muere Kennedy con el disparo artero de Lee H. Oswald desde la biblioteca de Dallas, y Alex regresa a México ya convertido en un artista internacional, ubicándose en la Zona Rosa de la Ciudad de México, donde se convierte también en el centro de interés de la élite mexicana.
Es prácticamente imposible conseguir ser pintado en un cuadro suyo, debido a la enorme demanda que había de su trabajo.
Acudo a visitarlo, y me recibe con la misma cordialidad de las ocasiones de pesca en Tijuana.
Le pido lo imposible: un cuadro de cada una de mis hijas. Sin dudarlo, Alex me dice que sí y eventualmente se vuelve realidad su generosidad con dos preciosos lienzos que adornan las paredes de mi casa.
Alex muere, y su recuerdo se desvanece, pero no en aquellos que conocimos al elegante pintor de las calles de Tijuana.
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