Dr. Eugenio Carrasco IVRegionalTijuana

Transporte público injusto e irresponsable

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Haga usted el siguiente ejercicio: pase un kleenex limpio sobre cualquier superficie común y corriente: la pantalla de la tele, las hojas del árbol, o simplemente la propia frente del rostro. Lo más normal es que tal pañuelo haya quedado con la evidencia delatadora de los polvos que andan sueltos en el aire y que por su propio peso caen adheridos a cualquier objeto dispuesto a recibirlos (las sustancias más pequeñas y ligeras se mantienen suspendidas en el aire, manifestándose directamente en las irritaciones de narices y ojos). Ambas sustancias, las ligeritas y las pesaditas, son el soplo que llevamos a diario a los pulmones: el smog nuestro de cada día.

La fuente principal de nuestro smog es el escape de los vehículos motorizados; los aviones, los coches y los camiones que andan como hormigas locas por todas las ciudades de nuestro estado. Mexicali es una de las ciudades de México más contaminadas con partículas PM2.5, que presentan un riesgo para la salud a mediano y largo plazo según me participó Air Visual en un informe solicitado.

Estas emisiones nos perjudican más de lo que queremos creer; los IMECAS que son el Índice Metropolitano de Calidad del Aire que nos permite conocer las condiciones del aire que respiramos -que nos reportan- no dicen toda la verdad a fin de reducir en lo posible daños a nuestra salud.

Además de los horripilantes químicos óxidos, el smog también contiene pequeñas partículas de hollín que entran en los pulmones, causando problemas respiratorios. Quienes ya sufren bronquitis, enfisema crónica o asma están particularmente en riesgo. Los niños son especialmente susceptibles a la contaminación ya que respiran 50% más de aire por kilo de su peso corporal que los adultos.

Las partículas de menor tamaño como las del hollín del humo de la chatarra de camiones urbanos, son inhaladas hasta lo más profundo de los pulmones; son las más dañinas porque penetran y se depositan en las bolsas de aire donde el oxígeno entra a la corriente sanguínea, dejando pequeñas cicatrices de  las que no tan fácilmente se  recupera el tejido. Además, los vehículos no sólo afectan con lo que tiran de su escape, sino también con los polvos surgidos por el desgaste de sus llantas y de sus frenos.

Nos quieren tomar el pelo quienes promulgan (¡como lo han sugerido aquí las ocurrencias al aire de autoridades ambientales!) que las principales causas de la contaminación atmosférica de nuestras ciudades en Baja California se resuelven atendiendo a las polvorientas escobas estrepitosas que barren las banquetas matutinas o a los alevosos vientos que soplan sobre los campos (cosechados dejando la tierra polvorosa expuesta a la  intemperie).

Nuestros principales problemas metropolitanos se resuelven con un sistema decente de movilidad y transporte público eficiente, limpio y eficaz (y quizás un poco más de sentido común, si no inteligencia, en los cuadros gubernamentales). Ahí queda: ¿Antesala de un auténtico diálogo, o nueva llamada a misa?

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