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Se cumplieron 21 años del cobarde asesinado de Luis Donaldo Colosio. Lee el interrogatorio a Salinas.

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Cuantas historias paralelas se han escrito, ¿Cuantos sabemos que el Aburto que está detenido, no es el mismo que asesinó al Candidato Colosio? Todo Tijuana lo sabe y millones en México, están con la misma idea. ¿Cuando se sabrá la verdad? ¿Quién lo mando matar? El Autor Intelectual sigue libre y vivo. 

Se cumplieron 21 años del cobarde y artero asesinato del ex candidato presidencial priísta Luis Donaldo Colosio Murrieta, ocurrido el 23 de marzo de 1994, en la colonia Lomas Taurinas de Tijuana en el norte de México.

Este asesinato, así como el de José Francisco Ruíz Massieu, entre otros, le costaron al PRI 6 años más tarde, perder la presidencia de la República en el año 2000. El pueblo estaba harto de observar la terrible descomposición entre la cúpula priista que en ese entonces, manejaba el poder.

El candidato del PRI a la presidencia, Luis Donaldo Colosio, bajó del templete en el que acababa de pronunciar un discurso, y dijo: “¡Vámonos, vámonos!”.

Estaba a 13.5 metros del sitio en donde Mario Aburto iba a encontrarlo. En las bocinas sonaba la canción “La culebra”. Aburto comenzó a desplazarse entre la gente. Cuando se hallaba a un paso del candidato, una mujer oyó que alguien le decía: “¡Quítate, cabrón!”. Mario Aburto respondió: “¡Oooh!, es que quiero saludarlo”. Extendió el brazo, acercó la Taurus .38 con cachas de madera a la cabeza de Colosio, y disparó.

Dos semanas más tarde, el fiscal Miguel Montes anunció lo que ya, según la prensa, “todo mundo sospechaba”: “Que a Colosio no lo mató un loco, sino una conjura […] Que Mario Aburto fue el ejecutor material del crimen, pero que otras cuatro personas más ya detenidas, Tranquilino Sánchez, Vicente Mayoral Valenzuela, Rodolfo Mayoral Esquer y Rodolfo Riva Palacio, le ayudaron. Otros dos más también lo hicieron, aunque no se sabe ni sus nombres ni su paradero” (El País, 5 de abril de 1994).

A Colosio lo asesinaron a mansalva y lo remataron ante los ojos de todo su equipo de seguridad

En el video obtenido por un aficionado, el fiscal Montes había observado que al terminar el mitin “varias personas impidieron con sus manos y sus cuerpos que la seguridad del candidato, el Estado Mayor Presidencial, controlara la situación”. De acuerdo con el fiscal, aquellos individuos habían rodeado a Colosio en formación “diamante”: un trabajo que sólo “profesionales conocedores de las aglomeraciones y con cierto acceso al entorno del candidato” habrían podido hacer.

Uno de los detenidos, el priista Rodolfo Riva Palacio, vinculado a la policía de Tijuana, había reclutado a los otros sospechosos en la delegación local del PRI. El video mostraba que Tranquilino Sánchez estorbaba los movimientos del general Domiro García Reyes, responsable de la seguridad de Colosio; revelaba que el ex judicial de Tijuana Vicente Mayoral se encargaba de abrir paso a un sujeto no identificado, que segundos antes de los disparos se había tirado al suelo “para hacer que Colosio se detuviera” (la policía lo bautizó como “El Clavadista”). 

El video mostraba, también, que un segundo desconocido, al que se llamó “El Lentes” se había agachado para que Aburto pudiera extender el brazo en el que llevaba la Taurus. Se podía apreciar, en fin, cómo el cuarto detenido, Rodolfo Mayoral Esquer, empujaba a otro de los encargados de la seguridad de Colosio, el coronel Federico Antonio Reynaldos del Pozo, con la evidente intención de obstaculizarlo.

No había duda: para el fiscal, se trataba de una “acción concertada”. Un maremágnum de sospechas, chismes, filtraciones y acusaciones sacudió a la clase política mexicana. Tres meses y medio más tarde, el 14 de julio de 1994, luego de investigar el entorno del enigmático Aburto, y de hallar escondido en un baúl el “Libro de Actas” escrito por éste, el fiscal Miguel Montes descartó la hipótesis inicial del complot y la sustituyó por la versión del “asesino solitario”.

La viuda del candidato, Diana Laura Riojas, consideró que el cambio de opinión del fiscal resultaba “poco convincente”. Nada logró variar la impresión de que el asesinato era resultado de una querella por el poder que, desde la designación de Colosio como candidato, había enfrentado a la clase gobernante.

Las sospechas recayeron en el precandidato Manuel Camacho Solís, pero sobre todo en el presidente Carlos Salinas de Gortari, a quien se acusó de orquestar el complot desde Los Pinos, a través de su jefe de asesores, José Córdoba Montoya.

Cayó el fiscal Miguel Montes. Comenzaron a desfilar nuevos encargados del caso, Olga Sánchez y Pablo Chapa Bezanilla. En agosto de 1996, Luis Raúl González Pérez se hizo cargo de la fiscalía especial. Para entonces los sospechosos de la “acción concertada” se hallaban libres por falta de pruebas. Mario Aburto había sido condenado a 42 años de prisión.

Luis Raúl González Pérez siguió 27 líneas de investigación e intentó desahogar más de 300 sospechas. El proceso incluyó casi dos mil declaraciones, repartidas a lo largo de 68 mil fojas. En un hecho inédito en la vida del país, en aquel proceso declararon un presidente en funciones, Ernesto Zedillo, y dos ex presidentes de la República: Carlos Salinas de Gortari y Luis Echeverría Álvarez (Salinas quedó registrado como el primer mandatario mexicano sometido a interrogatorio por parte de autoridades judiciales).

Aunque ciertos contenidos del expediente alimentaron columnas, reportajes y notas de prensa, los interrogatorios del fiscal y las declaraciones recabadas por éste no se publicaron jamás. Durante 20 años, aquellos aquellos miles de fojas quedaron en manos de abogados, testigos, declarantes y terceros. En ellos yace la novela no escrita sobre una clase política que arrojó al país a una de sus crisis más serias: un retrato completo de los usos y costumbres del priismo, realizado por él mismo.

Carlos Salinas declaró durante 12 horas y respondió 397 preguntas. Manuel Camacho dio respuesta a 111, Ernesto Zedillo a 35, Luis Echeverría a 15 y José Córdoba Montoya a 197.

Hasta hoy existen dudas de si Mario Aburto es el mismo que está preso acusado del magnicidio. 

Lo que el lector hallará a continuación, despojados en lo posible de su estilo judicial, son los extractos más significativos de aquellos interrogatorios, una colección de documentos históricos sobre el primer magnicidio cometido en México luego del asesinato en “La Bombilla”, en el lejano 1928, del presidente Álvaro Obregón 

INTERROGATORIO a Carlos Salinas de Gortari Presidente de México en 1994. 

—¿El licenciado Colosio llegó a expresarle su molestia o inconformidad por la designación del licenciado Manuel Camacho Solís como comisionado para la paz en Chiapas de manera honoraria?

—No. Me preguntó por qué y le contesté que Camacho Solís quería que fuera así para poder presentarse en las negociaciones no como empleado de gobierno sino como enviado del presidente.

—¿Sabe cuál fue la reacción del licenciado Camacho al anunciarse la precandidatura del licenciado Colosio, y qué opinó al respecto?

—Cuando el PRI postuló a Colosio el 28 de noviembre de 1993, llamé a Camacho Solís, quien me hizo ver que no haría ninguna manifestación pública hasta no hablar conmigo. Me preocupó su reacción y lo convoqué a desayunar la mañana siguiente a Los Pinos. Ese mismo domingo, el 28 de noviembre, conversé con Colosio sobre la actitud de Camacho. Colosio me dijo que le llamaría… Finalmente, a la mañana siguiente desayuné con Camacho, a quien le hice ver que esperaba un pronunciamiento de él y que lo invitaba a continuar trabajando conmigo en una posición diferente, como secretario de Relaciones Exteriores.

—¿Puede explicar por qué su preocupación por la reacción del licenciado Camacho?

—Me interesaba sobre todo mantener el clima de unidad en el equipo de gobierno y fundamentalmente entre quienes la opinión pública había señalado como precandidatos a la presidencia de la República. Para mí siempre fue fundamental contribuir a esa unidad en el equipo de gobierno, que por las condiciones políticas del país era reflejo también de unidad dentro del partido.

—¿La reacción del licenciado Camacho implicaba la ruptura de la unidad a la que se ha referido?

—No sucedió, en cuanto que él se incorporó a los trabajos de Relaciones Exteriores y durante todo el mes estuvo cumpliendo puntualmente ese trabajo.

—¿En qué consistió la inconformidad del licenciado Camacho al no ser nominado precandidato a la presidencia de la República?

—Me dijo que le hubiera gustado saber antes que no iba a ser. En mi experiencia, eso nunca había sucedido en el pasado.

—¿En el nombramiento del licenciado Camacho se habló del término de 60 días para que él desarrollara su actividad?

—Él me hizo ver que, dado que había una fecha fija para la celebración de la elección presidencial, había que lanzar una intensa ofensiva a favor del diálogo para que en un plazo no mayor de 60 días hubiera un anuncio relativo a pláticas de paz.  

—¿Este plazo tendría vinculación con la fecha término para el registro de candidatos a la presidencia?

—Ninguno.

—¿Pidió opinión al doctor José Córdoba Montoya o a otras personas sobre el nombramiento del licenciado Camacho como comisionado?

—No al doctor Córdoba, aunque comenté con él que venía el nombramiento… Me hizo ver que frente al comportamiento de Camacho en la postulación de Colosio, este nombramiento podía generar inquietud. Escuché su opinión y le comenté que era fundamental lograr lo que nunca había podido alcanzarse en un levantamiento como el que enfrentábamos en Chiapas; es decir, lograr en un plazo muy breve condiciones para el diálogo y suspensión de los combates.

—¿Hubo algún tipo de presión del licenciado Camacho hacia usted para que lo nombrara comisionado?

—Él me pidió ser comisionado para la paz. Yo evaluaba diversas opciones, pero dados los antecedentes de Camacho, su capacidad negociadora en el Distrito Federal, consideré que tenía cualidades para serlo

—¿Recuerda si el licenciado Camacho le expresó que de no darse el nombramiento se uniría al movimiento cívico que pugnaba por una salida negociada en el conflicto de Chiapas y no por una situación que algunas gentes pudieran sugerir de enfrentar bélicamente al grupo armado?

—Nunca me lo expresó en esos términos.

—¿El nombramiento del licenciado Camacho como comisionado honorario rompía con las reglas no escritas de su partido, al ponerlo en posición de eventual candidato presidencial sustituto, ya que no había impedimento constitucional para ello?

—Enero de 1994 fue un momento en la historia del país en el cual enfrentamos una situación para la que no había reglas ni precedentes. Un movimiento armado que capturó la atención internacional como ninguna guerrilla lo había logrado, y que estaba generando enormes tensiones sociales al interior de nuestro país. No había ni reglas ni ortodoxia en lo que estábamos enfrentando, y ante lo inédito del hecho tuvo que recurrirse a una solución inédita.

—¿Analizó que al nombrar al licenciado Camacho como comisionado sin un cargo público, podría afectar la campaña del licenciado Colosio?

—Todas las campañas habían sido afectadas por el levantamiento en Chiapas. Todas habían perdido resonancia. Sin un encausamiento adecuado de ese conflicto era prácticamente imposible que ninguna campaña pudiera hacerse eco entre la población.

—¿Una de las soluciones al conflicto en Chiapas pudo ser la sustitución del candidato, o la afectación de su campaña?

—La solución del conflicto en Chiapas no tenía vinculación con quienes ocuparan la candidatura a la presidencia. Hasta donde recuerdo, todos los partidos habían postulado a su candidato.

—El licenciado Colosio, en su calidad de candidato a la presidencia, ¿se reunía con usted?

—Sí, regularmente. Las reuniones se hacían en la residencia de Los Pinos, yo diría que dos veces por mes personalmente, y teníamos conversación telefónica una vez por semana.

—¿Qué conversaba con el licenciado Colosio sobre su campaña política?

—Nunca conversamos cuestiones de detalle, ni aspectos específicos sobre etapas… Era sobre todo el comentario que él me hacía del trato que la gente le daba, la receptividad que sentía.

—¿Cuál era su percepción personal sobre la campaña del licenciado Colosio?

—Yo no seguía con detalle la campaña por la intensidad de los temas y de los problemas que como presidente estaba enfrentando, pero sí encontraba que hacia fines de marzo de 1994 los acontecimientos nacionales iban creando un marco muy propicio para su campaña.

—¿Algún miembro de su gabinete le comentó algo sobre la indisciplina del licenciado Camacho, de la que se hablaba en la prensa a partir de que se anunció la precandidatura del licenciado Colosio?

—Hubo comentarios de que su comportamiento no era el esperado.

—¿A qué se refirió cuando el 27 de enero de 1994, en Los Pinos, expresó la frase: “No se hagan bolas, el candidato es Luis Donaldo Colosio”?

—Lo digo en mi testimonio escrito (“que Colosio era el único candidato del PRI”).

—¿Por qué toleró lo que la prensa dio en llamar “las ambigüedades políticas de Manuel Camacho”?

—En diversas ocasiones conversé con él para que fuera más preciso y exacto en sus planteamientos públicos.

—¿Solicitó al licenciado Colosio que no perturbara las actividades del licenciado Camacho como comisionado?

—Conversé con él sobre la necesidad de enviar mensajes al grupo levantado en Chiapas de que había unidad en el gobierno. Nuevamente, Colosio comprendió la necesidad de contribuir a este clima.

—¿El licenciado Colosio expresó su malestar por el apoyo que observaba que el presidente de la República le brindaba al licenciado Camacho?

—Me preguntaba sobre la forma como se estaban apoyando los trabajos de Camacho… Externaba su preocupación o duda y siempre escuchaba con interés y concentración mis argumentos; si no lo convencían, lo decía; si no, volvía a preguntar y plantear. No hubo tema fundamental en el que no nos hubiéramos puesto de acuerdo.

—¿Le planteó como preocupación lo que se identificó como el protagonismo del licenciado Camacho?

—Preguntó sobre el motivo del despegue de Camacho en los medios. Comentamos que los eventos de los primeros días de enero acapararon la totalidad de la atención de los medios nacionales e internacionales. Los medios no mostraron interés en otro tema que no fuera el de Chiapas. Frente a esto fue necesario que el comisionado ocupara espacio en los medios para romper el monopolio que hasta ese momento tenía el grupo armado, y crear condiciones de opinión que literalmente obligaran al grupo armado a sentarse a dialogar.

—¿Existió compromiso de su parte para alentar o apoyar la eventual candidatura del licenciado Camacho en caso de que obtuviera resultados positivos en Chiapas? 

—No.

—¿Consideró que si la campaña del licenciado Colosio no era adecuada, podría darse una sustitución?

—No.

—¿Pensó reformar la Constitución para considerar la posibilidad de otro sustituto, después de la muerte del licenciado Colosio?

—A la muerte de Colosio siguieron horas de terrible tensión, eran momentos de crisis política con riesgo de crisis económica y financiera y de gran desaliento social. Para la delicadísima tarea de encontrar la personalidad del nuevo candidato se decidió no obviar ninguna posibilidad para que en el futuro no pudiera decirse que no se intentó. Una de ellas fue precisamente ésta, a la que el propio partido, el PRI, sus legisladores y miembros manifestaron su rechazo.

—¿Le sugirió al licenciado Colosio que se entrevistara con el licenciado Camacho?

—Sí. Previo a la cena que tuvieron, conversamos de cómo coadyuvar a que Camacho terminara con sus ambigüedades y se concentrara en su trabajo como comisionado.

—¿Se enteró del resultado de esa entrevista?

—Sí. Colosio lo sintetizó en una frase: “Ya ve cómo es Manuel. Me dediqué a escuchar”. En ningún momento me manifestó que hubiera llegado a pacto o acuerdo con Camacho.

—¿El licenciado Camacho aspiró a ser candidato a la presidencia entre el 10 de enero y el 22 de marzo de 1994?

—No conocí ninguna manifestación explícita y concreta en ese sentido.

—¿Se reunió con el licenciado Camacho el 11 de marzo de 1994, después de una gira de trabajo por Monterrey?

—Sí.

—¿Qué fue lo que platicó el día en cuestión?

—Camacho me comentó que pensaba hacer una declaración pública en la que señalaría grupos, personas e intereses que, según él, eran contrarios a su labor y desempeño. Le hice ver que afirmaciones sin sustento sólo dañaban el clima de armonía pública, iban en demérito de su actuación y que si él se empeñaba en hacer una declaración pública sin sustento, yo anunciaría inmediatamente su remoción como comisionado.

—¿Con motivo de dicha reunión hubo una fuerte confrontación entre el compareciente y el licenciado Camacho?

—Sí, hubo un intercambio intenso y tenso, que culminó con mi señalamiento de que presentar ese texto en los términos por él señalados llevaría a su remoción inmediata.

—¿Durante el periodo de enero a marzo de 1994 hubo algún cambio en las relaciones entre usted y el licenciado Colosio?

—Sí, en tanto que cambia la relación entre el presidente y un colaborador, frente a la relación entre el presidente y el candidato del PRI a la presidencia. Nunca perdió su cordialidad, pero tenía otro nivel y otra dimensión.

—¿Se comunicó personal o telefónicamente con el coordinador de la campaña del licenciado Colosio, el doctor Ernesto Zedillo, entre el 28 de noviembre de 1993 y el 23 de marzo de 1994?

—En varias ocasiones. No hablábamos sobre ningún detalle de la campaña, sobre todo eran comentarios de cómo evolucionaba la situación y cómo iba siendo la perspectiva hacia adelante. El 23 de marzo conversamos en el despacho oficial ante los trágicos acontecimientos.

—Diga lo conversado el día de los trágicos acontecimientos.

—Los dos estábamos muy consternados, muy impactados, tratando de entender lo que estaba sucediendo.

—¿Por qué la presidencia de la República no hizo pronunciamiento público alguno sobre las versiones periodísticas que señalaban que el licenciado Colosio renunciaría a la candidatura, ni sobre la ruptura del licenciado Colosio con el compareciente?

—Está respondido en mi testimonio (“En ningún momento dudé que Luis Donaldo Colosio era quien mejor representaba las tendencias modernizadoras y democráticas dentro de mi partido… en ningún momento se dio una confrontación y mucho menos una ruptura entre Luis Donaldo y yo”). Por otra parte, mi experiencia en los medios me había mostrado que en ocasiones los temas se hacen grandes cuando se busca darles aclaraciones.

—Diga si el 27 de marzo de 1994 pidió a la señora Diana Laura que suscribiera una carta que exonerara al licenciado Camacho de toda sospecha en el asesinato del licenciadoColosio. 

—Está en mi testimonio. Quería una expresión de la señora Colosio que contribuyera a serenar los ánimos sobre todo en virtud de lo que el licenciado Camacho había pasado durante su presencia en la funeraria (“la gran hostilidad que manifestó la militancia del partido en su contra. Me preocupó enormemente que ese ánimo público de coraje contra él pudiera desbordarse en otro acto de violencia”).

—¿Consideró que el licenciado Camacho, después de la muerte del licenciado Colosio, pudiera ser candidato a la presidencia de la República?

—Ninguna consideración.

—¿A mediados de marzo de 1994 dio instrucciones o sugirió a los licenciados Otto Granados, Patricio Chirinos, Emilio Gamboa y otros más que se comunicarán telefónicamente con el licenciado Camacho y le expresaran su apoyo?

—Camacho había manifestado que percibía hostilidad hacia su trabajo en Chiapas, de diversas áreas de la administración pública. Por ese motivo pedí a colaboradores que le hicieran ver que había aliento a su trabajo en las negociaciones de paz.

A Carlos Salinas de Gortari sólo lo interrogaron

—¿Cómo y en qué forma se enteró del atentado que sufrió el licenciado Colosio el 23 de marzo de 1994?

—Al concluir un acto agrario en el Salón Vicente Guerrero de la oficina de Los Pinos encontré al jefe del Estado Mayor Presidencial y al doctor Córdoba, quienes me hicieron saber que había habido un atentado en contra de Colosio.

—¿Qué es lo que hizo en los momentos posteriores a dicho atentado?

—Me dirigí a mi despacho, hablé con mi médico personal, originario de Baja California, Enrique Wolpert, y le pedí que de inmediato se trasladara a Tijuana con el mejor experto que se tuviera para esta emergencia. Inmediatamente hablé con el secretario de Gobernación (Jorge Carpizo), quien estaba enterado, y en su despacho se encontraba el procurador general de la República (Diego Valadés), con quien también hablé y a quien pedí se trasladara a Tijuana. A partir de ese momento me estuve informando sobre el estado de salud de Colosio y empecé a recibir a colaboradores que se presentaban consternados por la noticia.

—¿A alguien más le pidió su intervención para darle seguimiento y atención al atentado?

—Busqué al gobernador de Baja California y se me informó que no estaba en su estado, por ese motivo, y estando presente en mi despacho el coordinador de la campaña de Colosio, el doctor Zedillo, me comuniqué con el gobernador de Sonora (Manlio Fabio Beltrones) para pedirle que siendo el más cercano al lugar de los hechos se trasladara a la ciudad de Tijuana, cosa que hizo.

—Diga si el 23 de marzo o días posteriores habló con el general Domiro (García Reyes) y qué comentaron al respecto.

—La noche del 23 de marzo el general Domiro se comunicó a mi despacho para hacerme saber que acababa de fallecer Colosio. Escuché a un hombre abatido y desesperado que decía “fallé”, “fallé”, y a quien le insistí que tenía que seguir pendiente porque la familia de Colosio seguía ahí… Mi impresión del general García Reyes fue la de un hombre con proclividad a suicidarse. Esa situación me preocupó mucho y de ahí mi insistencia de que tenía que seguir cumpliendo su responsabilidad.

—¿Fue informado y por quién sobre cómo se efectúa el traslado de Mario Aburto a la ciudad de México?

—Me informó el procurador para hacerme saber que había llegado a la ciudad de México para ser recluido en prisión.

—¿Le mencionaron la identidad de los que acompañaron a Aburto en dicho traslado?

—No recuerdo que nadie me haya hecho esa precisión.

—¿Cuándo fue la primera vez que vio el video en donde se aprecia la agresión que sufrió el licenciado Colosio?

—El video me fue mostrado por el licenciado Miguel Montes, cuando regresó de sus investigaciones iniciales en Tijuana. Lo acompañaba el licenciado Fernando Gómez Mont.

—¿Dichas personas tenían una opinión formulada sobre qué había pasado en Lomas Taurinas?

—Del video y de los movimientos de diversas personas suponían que podía haber un intento de acción concertada, sin embargo, hicieron ver que se requería un análisis más cuidadoso.

—¿Qué actitud asumió cuando en diversas versiones periodísticas se manejó que el asesinato del licenciado Colosio era producto de un complot de Estado orquestado por la presidencia?

—Me parecían tan descabelladas, tan ofensivas, tan ajenas a los hechos, que por eso también mi insistencia en dar todas las facilidades a la fiscalía especial.

—¿Por qué la presidencia de la República pidió al gobierno de Baja California que no investigara y que se ejercitara la facultad de atracción por parte de la PGR?

—Cuando el procurador general Valadés se encontraba en Tijuana, visitó al gobernador del estado, Ernesto Ruffo, y al pedir hablar con él se encontraba ahí el procurador del estado. Valadés le pidió al gobernador Ruffo que no estuviera en la conversación el procurador estatal porque tenía elementos para suponer que había presencia del narcotráfico en la procuraduría estatal. Valadés me comentó que el gobernador Ruffo se molestó por este planteamiento, pero que finalmente accedió a que se ausentara su procurador y al quedar solos el procurador Valadés le planteó al gobernador que consideraba necesario ejercer la facultad de atracción. Valadés me ha informado que el gobernador Ruffo accedió de muy buena voluntad. La atracción se ejerció por el motivo anterior, y sobre todo porque se trataba de la muerte violenta del candidato del PRI a la presidencia, hecho inédito en la historia del país.

—En una entrevista del periódico Reforma, el doctor Córdoba señaló que siempre se opuso a la llamada “campaña contra la campaña”, y que lo hizo expresándole su opinión al punto de generar molestia.  

—No recuerdo que el doctor Córdoba haya utilizado esa expresión… no recuerdo que haya generado molestia. Recuerdo que manifestó su preocupación por la designación y comportamiento de Camacho. Yo le expliqué los motivos de la designación.

—¿Sabe de la influencia que el doctor Córdoba tuvo en la campaña del licenciado Colosio?

—No conocí ninguna influencia.

—Diga si por conducto del doctor Córdoba envió previamente al licenciado Colosio un proyecto o sugerencia sobre el discurso que debía pronunciar el 6 de marzo de 1994.

—No.

—Diga si el discurso que el licenciado Colosio pronunció el 6 de marzo de 1994 le provocó alguna reacción adversa1.

—Adversa no. Comentario sobre él, sí le hice… El comentario se refería a sus señalamientos en el discurso sobre las facultades presidenciales. Le comenté que tal vez no era bueno rechazar facultades que después iba a necesitar.

—Diga si consideró que dicho discurso lesionaba su imagen como presidente.

—No.

—¿Sabía si entre el equipo del coordinador de campaña y los colaboradores y amigos cercanos del candidato había diferencias?

—No conocía el detalle, más supe de ellas después que falleció Colosio. Eran diferencias entre algunas gentes cercanas a Colosio y la coordinación de campaña. Hasta donde recuerdo el único punto relevante era que la coordinación de campaña quería ser más austera.

—¿En la presidencia de la República se creyó en la validez de la hipótesis que públicamente manejó el entonces procurador general, en el sentido de que Mario Aburto era el único autor de los dos disparos que recibió el licenciado Colosio?

—Yo estaba atento a la información que producían las instancias responsables y sobre eso me guiaba.

—¿Tuvo conocimiento de que el licenciado Colosio, durante el desarrollo de su campaña, expresó ante diferentes personas su desconcierto ante diversas actitudes suyas y que se resumían en la frase: “por qué me hace esto mi amigo”?

—Nunca me lo expresó a mí directamente. No recuerdo a nadie que me lo haya comentado.

—¿Habló con Manlio Fabio Beltrones del homicidio del licenciado Colosio?

—Hablé con él el 23 en la noche para que se trasladara a Tijuana. No recuerdo el detalle de la conversación. No recuerdo que me haya visitado en Los Pinos, porque las siguientes horas fueron muy intensas.

—¿Sabe de una reunión mensual que tenían varios políticos y empresarios mexicanos a la que asistían, entre otros, Raúl Salinas de Gortari, Carlos Hank, Emilio Gamboa, Manlio Fabio Beltrones, Hernández Barrera y eventualmente el licenciado Colosio?

—Creo recordar que se reunían. No sé de qué trataban esas reuniones.

—Diga si sabe si el ingeniero Raúl Salinas, previo a la nominación del doctor Zedillo, promovió la candidatura presidencial del licenciado Manlio Fabio Beltrones.

—No, nunca conversé de esas cuestiones con miembros de mi familia. El gobernador de Sonora estaba impedido legalmente para ser candidato.

—Diga si supo, antes de la nominación del licenciado Colosio, cuál era el candidato de Carlos Hank González, Emilio Gamboa, Rubén Figueroa, Manlio Fabio Beltrones, Fernando Gutiérrez Barrios.

—No.

—¿El doctor Córdoba intervenía de alguna forma en las cuestiones relacionadas con la seguridad interior del país?

—Ninguna, excepto su presencia en las reuniones donde se podría tratar el tema.

—¿Cuáles fueron las razones por las que el doctor Córdoba fue relevado de su encargo como jefe de la Oficina de la Presidencia.

—Este relevo se había planteado desde principios de año para que él ocupara una posición en el Banco de México. Decidí ir previendo la nominación del doctor Córdoba a una posición así y finalmente se materializó en el Banco Interamericano de Desarrollo.

—¿La salida del doctor Córdoba estuvo determinada por su cercanía con el doctor Zedillo?

—No de manera fundamental, porque su salida estaba prevista desde antes de que el doctor Zedillo fuera postulado.

El decir “no de manera fundamental” implica que de alguna manera sí se tomó en cuenta dicha relación?

—De manera muy marginal, porque no fue la razón fundamental de su salida… Lo que quiero decir con marginal es que con la llegada de la candidatura del doctor Zedillo decidí que era el momento de materializar lo que desde antes estaba previsto.

—¿En su calidad de jefe de la Oficina de la Presidencia el doctor Córdoba transmitía instrucciones o mensajes presidenciales a secretarios de Estado o subsecretarios, gobernadores o titulares de órganos desconcentrados o descentralizados?

—Las instrucciones las transmitía yo directamente a través de acuerdos bilaterales o a través de la red.

—¿Tuvo reportes del CISEN sobre anónimos que informaban que querían matar al candidato?

—No recuerdo haberlos tenido.

—¿Estima que la muerte del licenciado Colosio dañó a algún grupo político o económico?

—Dañó a todos los que teníamos relación íntima y personal con él; dañó a los que durante años nos formamos juntos y trabajamos con aspiraciones comunes. Dañó a una generación que compartía afinidades, metas, propósitos. Pues sí. Sí conozco a quienes resultamos dañados.

—¿Sabe qué grupos o personas pudieran haber estado resentidos con su gobierno?

—Fundamentalmente, quienes dentro del Estado estaban en contra de una economía abierta y competitiva; en contra de la competencia transparente y democrática por el poder; y en lo social, en contra de la creación de nuevas bases y grupos populares… en general, los que estuvieron en contra de la modernización y el cambio.

—¿Llegó a recibir información que mostrara a las organizaciones del narcotráfico como interesadas en privar de la vida al licenciado Colosio?

—No directamente. Comentarios en la prensa, pero ninguna evidencia sólida.

—¿El licenciado Colosio le comentó sobre amenazas que hubiese recibido por parte de los integrantes de cualquiera de los cárteles de la droga?

—Ninguna.

—Hay una carta suya enviada a los medios de comunicación, que apareció publicada el 4 de diciembre de 1995 bajo el título: “Acusa de atacarlo a narcos, Echeverría y colaboradores de éste”. ¿A qué facciones se refiere o grupos se refiere cuando afirma que quieren hacerlo “el villano favorito”?2

—No me refiero a persona en específico o grupo en particular, excepto que en el texto de la carta hago ver que sí he encontrado una actitud hostil del ex presidente Luis Echeverría y personas que participaron con él.

—¿En qué consiste el ambiente hostil que refiere?

—En las expresiones públicas que tuvo hacia mi persona en meses previos a la fecha en que emití esa declaración… En particular recuerdo una expresión de él de un supuesto interés o intención de transexenalización en mi administración.

—En dicha carta refiere: “durante mi gobierno tuve que afectar muchos intereses para proceder entre otros aspectos medulares a la apertura de la vida política… dejando atrás las relaciones sociales dominadas por grupos aferrados al poder a lo largo de varios decenios. Fueron reformas para romper el control de grupos políticos enquistados en el Estado”. Diga cuáles fueron los intereses que afectó.

—Concretamente, me estaba refiriendo al señor Joaquín Hernández Galicia, que tenía gran presencia en el partido y en labores de Estado y sobre todo en la industria petrolera.

—¿Hay otras personas o grupos que haya afectado?

—Como intereses puedo señalar que cuando se vive una economía cerrada quienes se benefician de esa protección tienen utilidades importantes; cuando se libera, se pierden esas utilidades, quien se beneficia es el consumidor. Ésos fueron los intereses afectados.

—¿Cuáles eran los grupos aferrados al poder durante varios decenios?

—Uno de ellos, el de Joaquín Hernández Galicia. También dejó su posición hegemónica el sindicato de maestros, el profesor Carlos Jonguitud.

—¿En qué consistió la reacción “tremenda” de los grupos afectados a que se refiere en su carta?

—Sobre todo en expresiones de difamación y acoso de que he sido objeto estos dos últimos años… en la avalancha de comentarios agresivos en los medios en contra mía.

—¿Cuáles fueron los grupos que según su carta criticaron sin reserva ni medida la campaña del licenciado Colosio?

—Recuerdo comentarios y editoriales y discursos políticos muy hostiles… recuerdo discursos muy agresivos de Porfirio Muñoz Ledo. Las críticas eran porque no veían un planteamiento de Colosio que pudiera satisfacer sus propias visiones.

—¿Cuáles son los grupos e intereses que quisieron imponer a su candidato como relevo, tras la muerte del licenciado Colosio?  

—Me refiero a la visita que horas después de la muerte de Colosio me hizo de manera intempestiva en Los Pinos el licenciado Luis Echeverría. Echeverría me compartió su reflexión de que el candidato debía ser alguien que no hubiera tenido relación con la campaña de Colosio y el nombre que sugirió fue el de Emilio Gamboa.

—¿Cuál fue su respuesta?

—Que lo transmitiría al PRI.

—¿A qué otros grupos e intereses se refería?

—Otro caso fue el del desplegado promovido por el diputado Augusto Gómez Villanueva el 25 de marzo, mientras asistíamos a los funerales de Colosio, buscando obtener firmas de apoyo para la posible candidatura de Fernando Ortiz Arana.

—¿Sabe si las personas que ha mencionado obstaculizaron la campaña del licenciado Colosio?

—No cuento con elementos.

—¿A qué se refiere cuando afirma en su carta que los grupos que ha mencionado tienen un proyecto político claro y preciso ante las circunstancias actuales?

—Mi impresión es que ellos defienden un modelo de economía cerrada con reducida competencia política y mecanismos tradicionales de ejercicio de la autoridad.

—¿Quiénes?

—En específico, Luis Echeverría y Augusto Gómez Villanueva.

—¿A quiénes más se refiere cuando dice en su carta que pareciera que para Echeverría y otros la candidatura del licenciado Colosio era precisamente “la posibilidad de que se mantuviera un modelo de liberalismo social”?

—Cuando el año pasado el licenciado Echeverría se manifestó en contra del liberalismo social, yo lo leí como una expresión en contra de quienes encabezaban esa propuesta. Colosio había hecho suyo el planteamiento de liberalismo social.

—En otra parte de la misiva dice: “En ese momento no me parecía que las iniciativas de estos individuos tuvieran relación con los acontecimientos dolorosos que habían estado sucediendo en el país desde enero de 1994”. ¿Quiénes son esos individuos y a qué acontecimientos alude?

—Los mencionados Hernández Galicia, el profesor Jonguitud, Luis Echeverría, Augusto Gómez Villanueva y Porfirio Muñoz Ledo. Los acontecimientos son los que empezaron con el levantamiento en Chiapas. Pero no tengo elementos que vinculen a estos individuos con los acontecimientos dolorosos de 1994.

—¿Sabe si existe alguna relación entre los grupos e intereses que ha mencionado y el homicidio del licenciado Colosio?

—No.

—¿Sabe si el ingeniero Raúl Salinas, después del homicidio del licenciado Colosio, visitó a la señora Diana Laura Riojas?

—No tengo conocimiento.

—¿Sabe si el grupo de intereses en contra del cual pudiera haber estado el licenciado Camacho lo formaban José Córdoba, Raúl Salinas, Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa Patron. 

Fuente Plumas Libres. 



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