A es de agosto y de arte. Porque este mes todas las artes viajan hasta las calles, bares y teatros de Edimburgo en Escocia para el festival anual más grande del mundo. Más de 50 mil espectáculos ocurren en un solo mes, desde cabaret, obras infantiles, comedia, danza, teatro contemporáneo, circo, conciertos, exposiciones y monólogos hasta ópera, teatro y musicales que llenan más de 400 páginas de un catálogo rosa del famoso festival Fringe.
Este año, más de 3 mil artistas de 47 países presentan sus propuestas en obras gratuitas para el público o a precios infinitamente menores a los de Londres. Basta caminar por High Street para darse cuenta de la infinidad de opciones. Cual si fuera una romería donde se regatean los precios, los artistas visten extravagantes atuendos, hacen sonidos infrahumanos, bailan o cantan cada vez que un visitante toma un folleto para ver el espectáculo de esa noche. Todo comenzó dos años después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la economía británica estaba de capa caída y parecía una extravagancia organizar un evento como el Festival Internacional de Edimburgo.
Con su énfasis en la sofisticación, los artistas escoceses quedaron fuera del programa. En respuesta, ocho grupos de teatro organizaron un festival alternativo en bares y sitios informales que ahora se conoce como Fringe, donde cualquier artista puede presentarse arreglándose con el dueño de un bar, montando una carpa o incluso, hablando con un sacerdote para usar su iglesia como escenario. Ambos festivales tienen un enfoque distinto.
El Festival Internacional es un equivalente al Cervantino de México y en su apertura, la Orquesta Real Escocesa presentó cinco obras de música clásica cerrando con los coros dramáticos del Martirio de San Sebastián. En cambio, entre los espectáculos más raros de Fringe se encuentra un monólogo del comediante australiano Miles Allen con su propia versión de Breaking Bad y una parodia de Broadway, 50 Shades! The Musical.
En ediciones previas de Fringe fueron descubiertos artistas como Monty Python y los famosos comediantes británicos Stephen Fry y Tim Minchin. “Si te gusta la comedia, la cerveza y el whisky, estás en el lugar indicado”, dice Sarah Ormerod, vocera de la oficina de visitantes de Escocia. El riesgo para los visitantes en este mes es acabar en una rutina de: desayuno, show, café, show, almuerzo, show, cervezas, show, cena, show, tragos, y más shows aptos para desvelados.
Muchos lugares como el Summerhall siguen abiertos hasta las 5 de la madrugada. Se trata de un festival donde todos, absolutamente todos, pueden encontrar algo. Por ejemplo, la obra del grupo australiano Circa, la cual combina música pop con impresionantes acrobacias y el sentido del humor de los mimos en la obra Beyond. Por la noche, ocurre el desfile Royal Military Tattoo en el Castillo de Edimburgo. El espectáculo inicia con centenas de hombres con el atuendo típico escocés tocando gaitas y tambores, pero en el transcurso de dos horas, otras bandas presentan bailes y música tradicionales de los países de la Commonwealth.
Al final, una sesión de fuegos artificiales para cerrar una canción tradicional escocesa sobre la amistad. Y es que durante agosto, los escoceses demuestran su cultura hospitalaria, su carácter alegre y su fascinación por el arte en todas sus formas.
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