By Se fue agosto con sus tardes aciagas, el barullo de las vacaciones, las visitas interminables, días llenos de fiesta, color y alegría, que se convierten en recuerdos maravillosos. También el octavo mes, es el que da paso al inminente regreso a clases con todo lo que conlleva: un nuevo ciclo escolar, compras de uniformes, material didáctico, libros y diccionarios. Gastos y más gastos que a veces no le vemos fin ni el fin.
Por: Mtra. Argelia Covarrubias
A los que nos hemos dedicado a la docencia, siempre es una incógnita lo que nos depara estos inicios de ciclo escolar o de semestre. Los nervios empiezan desde las primeras juntas, los talleres de actualización y las temibles planeaciones. Pero el recibir nuevos alumnos en un aula, es una emoción que pocos llegan a sentir, es una enorme responsabilidad, pero igual de grande es la aportación que se hace a la sociedad. Además, es también una satisfacción y una de las alegrías más genuinas que cualquier ser humano puede llegar a sentir.
Estás épocas de inicio de clases han cambiado en estos tiempos post pandémicos, la educación se ha convertido en un intercambio comercial hasta cierto punto. Algunas escuelas que vieron mermadas sus entradas económicas, buscan clientes y no estudiantes, reduciendo el papel de los maestros a un instructor que sigue planes que otros hicieron y en el mejor de los casos a un adulto responsable, amoroso y con buena intensión, que cuida a estudiantes que cada día están más cerca de las tecnologías que del conocimiento.
Una materia que cambió de nombre y de contenido es el español y muchos no están conformes con ello.
Nuestra lengua es de las pocas que se habla, se escribe tal cual lo pensamos, es decir, los tres momentos de la comunicación prácticamente son lo mismo. Salvo las reglas de que por excepción ortográfica existen en el idioma.
Saber redactar y hacerlo bien es un reflejo de cómo pensamos, de lo estructurada que tenemos nuestra mente, lo objetivo de nuestras ideas o la claridad de los pensamientos.
Conforme vamos avanzando en la escuela, modificamos la opinión que tenemos sobre expresarnos correctamente tanto de manera oral como escrita, nos damos cuenta de la importancia, porque nos ayudan a resolver los problemas o nos meten en problemas mayores, tanto en la vida cotidiana, centros laborales o en la misma escuela.
Y son los maestros los que deben poner el ejemplo ¡siempre! Ser guía, hablar lo más correctamente que pueda, ser amoroso, pero también rígidos porque es tan obvio, cuando cualquiera de ellos no está capacitado para dar la clase o no tiene los conocimientos necesarios, o simplemente no preparó la clase y pretende improvisar, ya que a través de la forma cómo se expresa y cómo escribe, nosotros como alumnos o como docentes nos podemos dar cuenta.
Saber escribir es un hábito, y se convierte en una necesidad en cualquier ámbito de la vida. Hablar correctamente es nuestra carta de presentación y la forma como proyectamos lo que somos.
Así que, debemos acostumbrarnos a leer, leer de todo, que se convierta en un hábito tan sencillo como lavarnos los dientes y tomarlo como un pasatiempo que nos ayudará a tener mejor léxico, una comunicación más efectiva y nunca ver a la lectura como una imposición.
Decía José Vasconcelos que no podemos exigir que se lea, sin dar que leer. Por lo cual, seamos ejemplo, que nos vean leyendo, que se convierta en una actividad familiar o de inicio de clases, que se pueda comentar esas lecturas, que sean vínculos que perduren por siempre.
Hagamos de la lectura una parte importante de nuestra vida diaria, también el expresarnos correctamente y el redactar de forma lógica, ordenada y con significación, para que se convierta en una acción cotidiana, así como un objetivo de vida.
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