El nuevo ciclo de violencia entre palestinos e israelíes, que ha dejado 341 palestinos muertos, parece confirmar la creencia de que se trata de un problema insoluble, de que la guerra entre ambas partes es continua y que la paz es la excepción.
Lo cierto es que, hace mas de 20 años, el premier israelí Yitzhak Rabin y el líder palestino Yasser Arafat se dieron la mano en Washington el 13 de septiembre de 1993, tras firmar los acuerdos para dar una solución permanente al conflicto que ha enfrentado a ambos pueblos desde la fundación del Estado de Israel en 1948.
El conflicto tiene su origen en la búsqueda de un hogar nacional para el pueblo judío en Palestina, impulsado por el movimiento sionista de Theodor Herzl, a fines del siglo XIX, cuando los nacionalismos alzaban sus banderas frente a las potencias coloniales europeas. Con la promesa británica de crear una patria para el pueblo judío —la Declaración Balfour de 1917—, judíos europeos comenzaron a emigrar a Palestina y a comprar tierras a los árabes. Para el fin del mandato británico de Palestina en 1948, un 7% del territorio palestino había sido adquirido por los colonos judíos, según Martin Burton en su libro The Palestinian-Israeli Conflict (Oxford 2013).
La partición de Palestina, planteada inicialmente por el plan Peel en 1937, para dividir el territorio entre judíos y palestinos, fue concretada por el plan de la ONU de 1947. Europa tenía una enorme deuda moral con el pueblo judío tras el exterminio de seis millones de judíos por el régimen nazi. Los árabes rechazaron la partición de Palestina y combatieron contra los colonos judíos y sus brazos armados (Irgún), que perpetraban actos terroristas.
La guerra terminó con la derrota árabe y la proclamación del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948. Pero el triunfo de Israel fue a la vez el origen de la tragedia palestina conocida como Nakba (catástrofe), cuando 750 mil palestinos fueron expulsados de sus casas y se convirtieron en refugiados en Líbano, Siria y Gaza. Israel obtuvo más territorio del que la partición de la ONU contemplaba y se quedó con 78% de la tierra del mandato de Palestina.
Ante la ineficacia de los árabes para enfrentar al Estado judío en la reivindicación de los derechos palestinos, éstos iniciaron en 1964 la lucha contra Israel con la creación de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), cuyo grupo más importante era Al-Fatah, fundado en 1959 por el legendario Yasser Arafat.
El costo de la ocupación
Tras la Guerra de los Seis Días en junio de 1967, Israel conquistó los territorios de Gaza, que estaba en manos de Egipto; Cisjordania y Jerusalén este, que controlaba Jordania; las Colinas del Golán de Siria y la península egipcia del Sinaí. La victoria, que brindaría tranquilidad a Israel en términos de la ampliación de sus fronteras de seguridad, se convirtió a largo plazo en un problema: la ocupación de Gaza y Cisjordania estimuló el nacionalismo palestino y las acciones terroristas de sus grupos armados contra Israel y comunidades judías. Una facción más radical de la OLP, el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), perpetró actos terroristas como secuestros de aviones e incluso de un barco, el Achille Lauro, donde fue asesinado un turista judío-estadounidense.
El extremismo palestino en Jordania obligó al rey Hussein a librar una cruenta guerra en 1970 contra la OLP en su territorio, en el episodio conocido como “Septiembre negro”. Dos años después, una facción palestina que adoptó ese nombre fue la responsable del secuestro y asesinato de once atletas israelíes durante los Juegos Olímpicos de Munich en 1972.
Israel y los países árabes (Egipto y Siria) libraron una nueva guerra, la del Yom Kippur (día del perdón judío) en octubre de 1973. El conflicto, que debió ser frenado por Estados Unidos y la Unión Soviética, dio mayor estatura política a los árabes ya que habían asumido la ofensiva militar. Los países petroleros árabes impusieron además un embargo a Occidente por su apoyo a Israel, que puso de manifiesto su poder económico. El precio del barril de petróleo pasó de 3 a 12 dólares cuando finalizó el embargo en marzo de 1974.
Con el apoyo árabe, del bloque soviético y de países No Alineados, Arafat se presentó el 13 de noviembre de 1974 ante la Asamblea General de la ONU, para reivindicar los legítimos derechos del pueblo palestino, rechazar que se le calificara de “terrorista” y ofrecer una rama de olivo para resolver el conflicto con Israel.
La llegada de una nueva administración en la Casa Blanca en 1977 permitió retomar los esfuerzos para llevar la paz a Medio Oriente. El presidente James Carter impulsó los acuerdos de Campo David en septiembre de 1978 entre el presidente de Egipto, Anuar El Sadat, y el primer ministro israelí Menajem Begin. Las negociaciones contemplaban un futuro arreglo de la cuestión palestina con el establecimiento de un régimen autónomo palestino en Gaza y Cisjordania. El mandatario egipcio ya había tenido la osadía de visitar Jerusalén y hablar ante el Parlamento israelí en noviembre de 1977. Las negociaciones entre Egipto e Israel culminaron con la firma de un tratado de paz en marzo de 1979.
Sin embargo, un nuevo conflicto enturbió la región, con la invasión israelí del sur de Líbano en junio de 1982, para frenar las incursiones de las milicias libanesas (Amal y Hezbolá), contra el norte de Israel y expulsar a Arafat y a la OLP del país. En el marco de la operación “Paz en Galilea” contra Líbano, encabezada por Ariel Sharon, falangistas libaneses apoyados por Israel asesinaron a por lo menos 900 palestinos en los campos de refugiados de Sabra y Chatila. Mientras tanto, en Gaza y Cisjordania se incubaba una bomba de tiempo: la población palestina bajo la ocupación militar israelí se duplicó a casi dos millones entre 1970 y 1990.
El fruto de la intifada
En diciembre de 1987 estalló la intifada (levantamiento) en Gaza y Cisjordania. Jóvenes palestinos se sublevaron lanzando piedras a los soldados israelíes, que respondían con balas. Daniel Williams dice en la revista Foreign Policy (primavera de 1993) que la rebelión no sólo era contra la ocupación israelí sino también contra la ineficacia de la lucha de la OLP y su métodos de secuestrar aviones, y lanzar bombas. “La intifada trajo la lucha a casa… Forzó a la OLP a aceptar a Gaza y Cisjordania como un foco alternativo de las energías palestinas, como el lugar de la vida e identidad palestina”, destaca.
El levantamiento de Hamas resquebrajó el mito de una OLP rescatando al pueblo palestino, cuando lo contrario parecía más cierto: “Los palestinos de los territorios ocupados resucitaban al movimiento nacional palestino”, según Williams.
Burton dice que “inicialmente estimulada por el gobierno israelí como un contrapeso a la OLP”, Hamas se fortaleció con su amplio récord de brindar servicios sociales en los territorios ocupados y “ganó una amplia popularidad durante la primera intifada”.
La guerra del Golfo Pérsico con la que Estados Unidos expulsó a Saddam Hussein de Kuwait, con la colaboración de países árabes (febrero de 1991), fue una catástrofe para la OLP, ya que Arafat había dado su apoyo a Saddam. Pero la guerra del Golfo significó para EU el compromiso de impulsar un nuevo proceso de paz en Medio Oriente, que incluyó a los dirigentes moderados de los territorios palestinos (Abdel Al Husseini, Saeb Erekat y Hanan Ashrawi). La Conferencia de paz de Madrid (noviembre de 1991) abrió el camino al entendimiento entre palestinos e israelíes. Israel y EU, que consideraban a la OLP como una organización terrorista, negociaban públicamente con los palestinos moderados, pero en secreto sostenían pláticas con la OLP en Oslo. Para Israel, la OLP —que aceptaba implícitamente la existencia del Estado de Israel desde 1988—, se había convertido en un interlocutor válido frente al extremismo de Hamas que proclamaba la aniquilación del Estado judío.
La exclusión de Hamas, que tenía más ascendencia en la empobrecida Gaza que en Cisjordania, data de entonces. La culminación del proceso de Oslo fue la firma del acuerdo de paz palestino-israelí de septiembre de 1993.
Un revés para la paz
El proceso de paz sufrió un nuevo revés con el asesinato de Rabin por un extremista judío el 4 de noviembre de 1995. En 2000 estalló una segunda intifada, con Hamas y la Yihad Islámica palestina lanzando cohetes contra Israel. El conflicto escaló con atentados suicidas palestinos y represalias israelíes en marzo de 2002. Israel puso en marcha la operación “Escudo defensivo” que terminó con la destrucción de los cuarteles gubernamentales de Arafat en Ramalá.
Convertido en primer ministro de Israel, Sharon puso fin en 2005 a la ocupación de Gaza y desmanteló asentamientos judíos. Al año siguiente, el 25 de enero de 2006, Hamas ganó las elecciones nacionales palestinas, confrontándose con Al-Fatah del presidente Mahmoud Abbas, sucesor de Arafat. En 2007, Hamas asumió el control de Gaza, a lo que Israel respondió con un bloqueo económico. El continuo lanzamiento de cohetes contra Israel llevó al Estado judío a lanzar la operación “Plomo Fundido” entre 2008 y 2009, una ofensiva por mar y tierra que dejó más de mil 400 palestinos muertos frente a 13 bajas israelíes. La ofensiva israelí terminó con una tregua negociada por el presidente egipcio Hosni Mubarak.
Una nueva ofensiva israelí contra Hamas, llamada “Pilar defensivo”, igualmente para detener el lanzamiento de cohetes desde Gaza, tuvo lugar en noviembre de 2012. En la ofensiva, que terminó con una tregua concertada por el entonces presidente egipcio Mohamed Mursi, cercano a Hamas, murieron 167 palestinos y 6 israelíes.
La ofensiva israelí actual, llamada “Marco Protector”, comenzó el pasado 8 de julio tras nuevas oleadas de ataques palestinos con cohetes en represalia por el asesinato de un adolescente palestino, luego de que tres adolescentes judíos fueran asesinados en Cisjordania, crímenes de los que Israel culpó a Hamas. Lo cierto es que Israel nunca ocultó su rechazo al gobierno palestino de unidad acordado por Hamas y Al-Fatah en junio pasado.
Los palestinos están insatisfechos porque el proceso de paz no ha llevado hasta ahora al ansiado establecimiento de su Estado. También están inconformes con la política israelí de construir más asentamientos en Cisjordania y Jerusalén —una cuestión pendiente— y de bloquear económicamente a Gaza.
En este contexto, ha crecido la espiral del odio entre palestinos e israelíes, sumando muertos sobre muertos, en una confrontación en la que la parte más débil paga la cuota más alta. Seguirá así hasta que se logre una tregua más o menos duradera y cualquier chispa encienda de nuevo la guerra o hasta que las negociaciones permitan el nacimiento del Estado palestino junto a Israel.
El Universal
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