Esta es una historia que se ha repetido en varias ocasiones. Siempre comienza a contarse en la noche de la ceremonia del Oscar. Con el teatro lleno, con las estrellas desfilando por aquí y por allá, y con un hombre muy nervioso en su mesa, esperando que su nombre suene en el podio para subir a recoger el premio. Es Alejandro González Iñárritu. Y para él, las ceremonias de la Academia guardan recuerdos agrios.
Iñarritu llegará éste domingo como uno de los favoritos a levantar la estatuilla a Mejor director y película. Pero ser «uno» de los favoritos no lo convierte en «él» favorito. Y vaya que lo sabe. En 2001 con Amores Perros perdió el premio a Mejor película extranjera. En 2006 no logró conseguir el galardón por Mejor película y Director por Babel. En 2010 perdió nuevamente en la categoría de Mejor película extranjera por Biutiful.
Él asegura que todas estas decepciones no lo han sido realmente. Al menos así se lo aseguró al diario español El País. «Lo vivo con distancia, porque, si no, te vuelves loco. En mi carrera me he vuelto un experto en pasar, en un segundo y sin haber hecho nada, de ser un exitoso nominado a un perdedor. No quiero decir que no tenga ninguna importancia, puedo sentir cierta excitación, no nerviosismo; hay encanto, pero no es Santa Claus», remata con una sonrisa. Aunque en el fondo, él desea que la historia que ya conoce, y bastante bien, este domingo termine de forma diferente: Con el Oscar en las manos.
Comments