Por: Wendy Plascencia / Politóloga experta en sociedad y cultura
Tijuana, históricamente una ciudad de encuentros entre la política y la economía, está atravesando una transformación en la que los líderes empresariales juegan un papel cada vez más relevante en las decisiones públicas. Esta tendencia, visible también en otras partes del país, responde a un modelo de gobernanza promovido por la administración de Claudia Sheinbaum, que busca una cooperación más estrecha entre el sector público y privado. Pero, aunque a primera vista este modelo parece ser una solución efectiva para avanzar, surgen importantes preguntas sobre sus implicaciones para la democracia, el bienestar social y la autonomía del Estado.
En un entorno donde la inversión y el crecimiento económico se consideran cruciales, la colaboración entre gobierno y empresas puede parecer una fórmula acertada. Las compañías aportan experiencia y recursos que aceleran el desarrollo de proyectos clave. Sin embargo, el sector privado ha comenzado a asumir responsabilidades que tradicionalmente han correspondido al Estado, como la seguridad, la infraestructura y el urbanismo. Esta expansión de su rol genera dudas sobre el equilibrio de poder y la equidad en las decisiones. En Tijuana, el sector inmobiliario, con empresas como Grupo Cosmopolitan y Ruba, ha tomado una participación activa en la planificación urbana, influyendo en cómo la ciudad se organiza y en quién tiene acceso a qué.
Un ejemplo claro de este fenómeno es el desarrollo urbano. Las empresas, además de construir viviendas, ahora intervienen en la configuración de la ciudad. Esto genera una pregunta crucial: ¿quién decide qué es lo mejor para Tijuana?. Aunque el crecimiento urbano es necesario, hay un riesgo de que las decisiones se basen únicamente en intereses económicos, sin considerar el bienestar de todos los ciudadanos.
La seguridad es otro de los sectores donde se ha visto un cambio en el enfoque. Ante el aumento de la violencia, las empresas han comenzado a asumir responsabilidades en la seguridad, implementando medidas privadas y trabajando de la mano con las autoridades locales. Aunque estas acciones pueden ser vistas como necesarias dadas las circunstancias, también reflejan cómo el Estado se ha visto rebasado por la magnitud del problema. Este escenario plantea la pregunta: ¿estamos ante una solución temporal o estamos construyendo un modelo donde el sector privado podría seguir tomando el control de funciones que deberían ser del Estado?
A su vez, el auge del nearshoring está cambiando la dinámica económica de la ciudad. Empresas como Thermo Fisher Scientific y Outset Medical han traído inversiones importantes y están posicionando a Tijuana como un hub de innovación. Si bien este crecimiento es positivo en términos de empleo, también plantea desafíos. La internacionalización de la economía tijuanense está dejando atrás a sectores más tradicionales de la ciudad, lo que podría resaltar la desigualdad si los beneficios de estos nuevos sectores no se traducen en mejoras en áreas como educación o salud.
El gobierno de Claudia Sheinbaum ha abierto la puerta a una mayor colaboración entre el sector público y privado, reconociendo la importancia de las inversiones para el desarrollo del país. Sin embargo, esta relación de cooperación no está exenta de riesgos. Las empresas, al tener un peso cada vez mayor en áreas claves como infraestructura y seguridad, pueden poner sus intereses por encima de las necesidades sociales. Si no se establecen límites claros y mecanismos de rendición de cuentas, la agenda de las grandes corporaciones podría pasar por encima de los derechos y necesidades de la comunidad.
Una de las razones por las que los líderes empresariales en Tijuana tienen tanto poder es su capacidad para conectar emocionalmente con la población. Estos empresarios, no sólo influenciando en la economía, también están dando forma a políticas públicas que afectan áreas como el urbanismo y la seguridad. Este modelo, que podría verse como una forma de liderazgo carismático, plantea un dilema: ¿es sostenible este tipo de liderazgo, donde las grandes empresas asumen roles tan prominentes?
Lo cierto es que, si bien el liderazgo empresarial es útil en estos momentos, se vuelve crucial fortalecer las instituciones públicas para garantizar que las decisiones no se tomen únicamente en beneficio de los intereses privados, sino que busquen un equilibrio en favor de toda la comunidad.
El liderazgo empresarial en Tijuana tiene un papel central, pero si las empresas continúan tomando roles tradicionales del Estado, podría verse afectada la capacidad de asegurar un desarrollo equitativo. Lo importante será encontrar un balance entre el sector público y el privado, donde ambos trabajen de la mano, pero sin que el Estado pierda su función de proteger los derechos sociales y el bienestar de todos los tijuanenses. Sólo a través de un liderazgo inclusivo y responsable podremos enfrentar los retos que se vienen con el rápido crecimiento y las dinámicas globales que nos rodean.
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