El tandeo del agua a que nos han sometido hoy pareciera ser una ordinaria medida administrativa, pero no lo es. Se trata del fin de un ciclo del agua en la dilatada región que se alimenta con la cuenca del majestuoso Río Colorado. Fuimos irresponsables unos y otros en el uso y consumo del recurso, y ahora el destino nos alcanzó tiempo antes de lo pronosticado.
Ahora que las autoridades nos avisan que no tendremos agua corriente en nuestras llaves, 36 horas continuas (24 de corte y 12 horas más para llenar los tanques), quizás nos pongamos a aquilatar el valor del agua y en porqué nos comienza hacer falta.
¿Podrá comprender el vecino de El Florido, de la Chapultepec o el campesino de Mexicali que sin agua no germina nada, que sin agua no se puede comer, lavar, matar la sed, sobrevivir el organismo humano? ¿Que no hay invento, ciencia o tecnología que haya creado un sustituto del agua?
Prácticas perniciosas y abusivas, causas naturales, sociológicas y negligencias gubernamentales se suman a la crisis del recurso. Sin descartar otras, éstos son los principales actos humanos que nos pueden orillar a un desastre ecológico, urbano, económico y humano, si no cambiamos de mentalidad y le devolvemos al agua el sinónimo de vida.
El destino nos alcanzó temprano porque el campesino del Valle de Mexicali sigue regando parcelas por inundación. Ni el gobierno ni ellos mismos han procurado el conocimiento y la tecnología para practicar los sistemas de irrigación por goteo, aspersión o por sistemas laterales automáticos (de pivote central).
Los seres urbanos como nosotros, que habitamos las ciudades, tenemos un concepto sumamente torpe del agua. La consideramos un cómodo servicio que se paga con dinero y también llegamos a pensar que es un recurso infinito sólo limitado por la capacidad económica del usuario.
´´Si lavo banquetas y autos con el chorro de la manguera muy mi gusto; yo pago el agua, no tu´´, es una socorrida expresión del ciudadano común. Y es que el gobierno, que es quien monopoliza la administración del recurso, jamás quiso educar al pupilo urbano, a pesar de que las advertencias se venían encimando una detrás de otras, desde hace más de diez años.
Baja California, por natura, no posee fuentes de agua. La Presa Abelardo L. Rodríguez, en Tijuana, está prácticamente muerta, a un nivel del 17.62 de su capacidad; la Presa de El Carrizo (58.3 por ciento de su capacidad), sólo sirve de tanque de almacenamiento del agua que llega para la costa de Baja California, de parte del Acueducto del Río Colorado. En Ensenada, la Presa Emiliano López Zamora está en un 96.1 por ciento, sin embargo, ésta sólo tiene capacidad de 2 millones de metros cúbicos de agua anual, lo que es muy poco. Y Las Auras, en Tecate, es una modesta presa de almacenamiento.
Es decir, Baja California depende estricta y dramáticamente del agua que nos llega del Río Coronado que no es nuestro sino que por gracia de la naturaleza desemboca en nuestra región luego de producirse el milagro en las Montañas Rocallosas y recorrer varios estados de la Unión Americana.
Y llegó el día en que comenzaron a faltar las lluvias y las nevadas en las montañas vecinas, y a descender cada vez menos torrentes de aguas a la Cuenca del Río Colorado. Aparentemente, un ciclo del agua (o de lluvias, si se quiere) termina, y uno de sequías comienza.
Así estamos. Pero podríamos estar mejor y no amenazados, si el gobierno hubiera emprendido hace ya tiempo una profunda campaña de cultura del agua en todo el sistema educativo; también entre la población abierta, y un reglamento para establecer deberes y obligaciones ciudadanas en el uso del agua; un código de sanciones y penalidades a quien haga mal uso del recurso.
Pero no. El gobierno quiso recorrer el camino más corto y aparentemente más fácil del proceso de recuperación de fuentes de agua, y se puso a legislar y negociar las desalinizadoras, a espaldas de sus gobernados, estos seres tan atenidos, inconscientes y derrochadores del agua. Y la migración a esta frontera sigue llegando en oleadas puntuales, al ritmo del cero crecimiento en los estados del sur, y las ciudades de Baja California, en especial, Tijuana, siguen creciendo.
No creo que el tandeo que nos acontece y nos molesta en las ciudades de la costa, y la reparación y mantenimiento del sistema de bombeo del acueducto que nos abastece, sean suficientes para conjurar la amenaza.
Faltan la cultura, el código de sanciones y las desalinizadoras. A ver que nos llega primero.
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