Las brechas generacionales siempre han existido. Es inherente al ser humano rechazar lo diferente y, en un mundo modificado por cada generación, lo lógico es que la nostalgia por el pasado nos invite a rechazar lo moderno haciendo vigente, para cada generación, lo que el político, militar y escritor español Jorge Manrique (1440-1479) escribiera: “Cualquier tiempo pasado fue mejor”.
Las generaciones y sus nombres, una generalización excesiva
A lo largo de la historia de la humanidad, las generaciones han enfrentado situaciones en las que se han visto retados a sobrevivir, crecer y desarrollarse. Personas que nacieron en un ambiente de guerra y penurias serán marcadas, en general, por ciertos rasgos como la observancia de las reglas o la valoración de la libertad. Pero esto no es determinante, también es razonable pensar que, bajo las mismas circunstancias, una crisis económica, por ejemplo, diferentes personas tendrán diferentes suertes y destinos. Se ha dado por asignarle nombres a las generaciones. Si usted ha nacido entre tal fecha y tal fecha es generación tal, y si es nacido entre aquel año y este otro, usted es generación fulana. El problema con esta generalización es que se parte de varios errores y que esta etiquetación sirve luego para justificar otros, los más graves, los asociados a la discriminación.
Bajo esta norma absurda de membretes, todas las personas que nacieron entre 1980 y el año 2000 son llamados millennials y comparten estas fortalezas: son flexibles, ecológicos, les gusta trabajar en equipo, conviven con la tecnología y tienen un gran enfoque a resultados. Por otra parte, muestran estas debilidades: pueden ser impacientes, faltos de lealtad y deseosos de cambiar de empleo con frecuencia. Hay varios problemas que se derivan de esta generalización, los años en los que nace una persona son casi irrelevantes si consideramos otros factores asociados al entorno de su nacimiento, como pueden ser: el nivel de educación, ya que no es lo mismo ser un joven con estudios universitarios que ser un joven obrero con primaria inconclusa; el acceso a la tecnología, ya que no es lo mismo ser millennial en Tijuana que en San Quintín.
Pero lo peor viene cuando la generalización se toma como inequívoca y bajo su sombra se toman decisiones como no contratar a un millennial porque “seguramente no va a durar en el trabajo”, o no contratar a una persona nacida antes de los 80´s porque “no va a saber usar las nuevas tecnologías”. Deberíamos considerar que, más allá del año en que se nace, hay muchos factores que determinan las capacidades de una persona. En lugar de dividir a la fuerza laboral según sus edades y adjudicar virtudes y defectos a diestra y siniestra, deberíamos valorar las diferencias de los entornos en los que se nace y lo que éstos contribuyen a la formación de la personalidad. Pensar, por ejemplo, que una persona puede ser más responsable si desde pequeña enfrentó grandes retos, parece mucho más sensato que considerar su fecha de nacimiento.
Si en lugar de dividir a las personas por los años en que nacieron, valoráramos las diferentes formas de resolver las adversidades y de ver la vida, tendríamos ambientes más colaborativos y todos saldríamos ganando. FRASE DESTACADA: Esta etiquetación sirve luego para justificar otros errores como la discriminación.
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