Lo que alguna vez fue lejanía, hoy busca transformarse en conexión genuina, con visión compartida y voluntad de incidencia.
Por: David Figueroa Zurita / Presidente de Grupo Bolt
La reciente reunión entre el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) de Tijuana y representantes del CCE nacional es el inicio de algo muy beneficioso para nuestra región.
La posibilidad de integrarnos plenamente al organismo empresarial más relevante del país era una necesidad estratégica para Baja California.
Esta alianza nace para responder a una urgencia: acercar a la frontera a la toma de decisiones nacionales, posicionar nuestros retos en la agenda central del país y dejar atrás años de aislamiento institucional.
Y es en este nuevo momento que el liderazgo de Francisco Cervantes Díaz, presidente del CCE nacional, cobra un valor extraordinario, al ser un gran constructor del sector empresarial mexicano.
Con visión, apertura y capacidad de diálogo, ha logrado algo pocas veces visto, como lo es unir a los distintos sectores productivos del país bajo una agenda común que permita presentar propuestas sólidas, plantear problemáticas reales y exigir, con unidad y legitimidad, que el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum tome en cuenta al empresariado como un actor esencial para el desarrollo.
Su liderazgo ha sido determinante para convencernos, como región, de integrarnos al Consejo Coordinador Empresarial nacional. Nos ha demostrado que, si estamos organizados y articulados, la voz de la frontera no tiene por qué ser una nota al pie, porque puede y debe estar en el encabezado.
En este contexto, es justo reconocer también a Roberto Lyle, presidente del CCE Tijuana, quien ha demostrado una enorme capacidad de toma de decisiones, claridad estratégica y firmeza en el diálogo con los liderazgos nacionales.
El papel de él ha sido clave para que esta integración suceda, abriendo puertas y construyendo puentes con visión y compromiso.
Y desde mi rol como empresario, y como alguien que ha vivido y construido en esta frontera, me siento profundamente orgulloso de formar parte de esta alianza a través de su liderazgo.
Porque durante años, Baja California ha sido una región que produce, recauda y empuja, pero que no siempre decidía.
Basta revisar los datos: somos el segundo estado con mayor recaudación de ISR en el país, aportando más de 68 mil millones de pesos.
Sin embargo, nuestras prioridades muchas veces quedan fuera del radar centralista que domina la toma de decisiones en México.
La reciente reunión con el CCE nacional —con la presencia de líderes empresariales, representantes de cámaras y organismos cúpula— marca una corrección de rumbo. La propuesta de crear una Comisión de Asuntos Fronterizos presidida desde Tijuana es un acto de justicia y reconocimiento, porque no se puede hablar del presente ni del futuro de México sin entender la complejidad y el potencial de su frontera Norte.
Y no se trata sólo de tener un asiento simbólico. Se trata de encauzar los grandes temas que enfrentamos desde esta trinchera: los efectos de la relocalización industrial (nearshoring), las barreras comerciales impuestas por Estados Unidos, los retos logísticos en nuestras aduanas, las oportunidades de innovación tecnológica y la urgencia de infraestructura binacional que permita capitalizar este momento histórico.
Tijuana y Baja California tienen todo para ser el nuevo eje de desarrollo económico nacional: talento joven, visión empresarial, cultura resiliente y una ubicación estratégica envidiable. Lo que hemos necesitado —y hoy por fin comienza a materializarse— es articulación, visión compartida y, sobre todo, lugar en la mesa donde se toman las decisiones.
Si esta alianza se trabaja con inteligencia, continuidad y altura de miras, no sólo será una victoria institucional. Será el principio de una transformación con resultados concretos para el empleo, la inversión, la innovación y la calidad de vida de nuestra región.
Porque cuando la frontera se organiza, el país entero avanza.
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