Por: Enrique Camacho Beltrán.
Durante el recién concluido periodo electoral escuché a mucha gente discutir acaloradamente sobre política en favor o en contra de tal o cual partido. Creo que es una excelente noticia que la cosa pública sea cada vez más de todas y todos. Pero hay una forma de conversación que me preocupó muchísimo.
Un ingeniero le imputaba a una vendedora de piso “…es que tú no entiendes que las organizaciones de la sociedad civil reciben financiamiento de gobiernos extranjeros y por eso están en contra del presidente”, o bien, una chofer regañaba a una vendedora de burritos “…si tú supieras cómo funcionan las elecciones podrías entender que los plurinominales son necesarios para las minorías”.
Dichas estructuras de conversación suponen que alguien tiene una posición de conocimiento superior a la de los demás: “si vieras lo que yo veo, si estudiaras lo que yo he estudiado, si entendieras lo que yo entiendo estarías de acuerdo conmigo; pero no ves, ni escuchas ni entiendes lo que yo, por eso no estás de acuerdo conmigo”. Esta forma de desacuerdo quizás sea correcta para algunas discusiones sobre hechos, como el saber si existe solución para un binomio cuadrado perfecto. Si saben aritmética, ambos estarán de acuerdo; pero en política dos personas pueden concluir cosas distintas a partir de la misma información verdadera.
Esto no quiere decir que todo en política sea relativo, al contrario, quiere decir que sin importar todo el conocimiento teórico y práctico del que seamos poseedores, objetivamente, todas y todos somos igualmente vulnerables al abuso y al engaño.
Recientemente Melanie Brown, exintegrante del grupo británico “Spice Girls” publicó un libro describiendo la pendiente resbalosa en la que casi cualquier persona puede deslizarse hasta ser objeto de abuso por parte de su pareja. En México casi todas y todos hemos sido víctimas de alguna forma de fraude o engaño. Menciono esto porque todos los gobiernos recientes han abusado y engañado, y todas las personas hemos sido víctimas de ello.
En ese contexto es inadecuado e incluso revictimizante aproximarse a alguien abusado y engañado poniéndose en la posición de superioridad y decir “si no fueras tan tonta tu pareja no te golpearía”, “si no salieras de noche no te hubieran robado”, “si entendieras de ciencia política no votarías por este partido”. Lo que haría más nuestra la conversación pública sería más bien la empatía y el intercambio respetuoso: si entiendo el agravio del que parte mi interlocutora y ella entiende el agravio del que parte mi evaluación, entonces en muchos casos veremos que en realidad discutiendo de política, aunque estemos en desacuerdo, estamos del mismo lado.
Ese es un buen inicio para cualquier conversación política, pero sobre todo es necesario para reconciliarnos todas y todos, después del pasado 2 de junio.
*El autor es Investigador de la Estación de Investigación y Docencia, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. @KikeCamach
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