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Colaboración, no subordinación

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Por: Gustavo Morales

 Si algún político de la vieja escuela mexicana, en la silla presidencial, se hubiera topado con la exuberancia y desfachatez de Donald Trump, difícilmente se habría alcanzado una resolución pacífica tras el centenar de amenazas lanzadas por el monarca naranja.

Pero, en la era moderna, Claudia Sheinbaum ha demostrado un nivel de «mano izquierda» en la relación con Estados Unidos que pocos eruditos de la política mexicana han mostrado.

La presidenta pudo haber optado por la solución fácil: entrar en un conflicto directo, como la campaña que emprendió el presidente colombiano hace algunas semanas en redes sociales contra Donald Trump. O bien, pudo haber doblado la rodilla, como incontables líderes mundiales lo han hecho. No vayamos lejos, más de un expresidente mexicano ha sido señalado de trabajar para la CIA, con documentos que lo respaldan.

En cambio, la presidenta eligió una tercera ruta, una en la que México simplemente refuerza algunas de las acciones que ya llevaba a cabo como parte de su estrategia de seguridad, mientras el pequeño monarca naranja de Estados Unidos cree que fue idea suya. Una narrativa que sus súbditos mediáticos —incluyendo la mafia informativa mexicana— compran y revenden en redes sociales, pero que difícilmente resuena fuera de sus cámaras de eco, diseñadas para la pequeñez de su espíritu.

México escapó relativamente intacto de la primera ronda de amenazas, mientras que el gobierno de Canadá tuvo que crear nuevos puestos de alto nivel y comprometerse a acciones que no tenía contempladas antes de la llegada de Trump.

Claro que el presidente estadounidense aún mantiene la amenaza de aranceles sobre México y ya ha implementado una medida para incrementar los impuestos al acero importado por su país, como parte de la infantil narrativa de «hacer a América grande nuevamente».

Pero Estados Unidos no es América, al menos no en su totalidad. En ese panorama, el oficialismo mexicano ha comprendido que su mejor opción es colaborar con los gobiernos del sur para construir una verdadera unión de países capaz de resistir los embates estadounidenses. 

Mientras algunos prefieren besar el anillo naranja —como el ridículo Noboa, que intentó copiar a Trump imponiendo aranceles a México, o el loquito Milei, convencido de que dinamitar su propio gobierno es una gran idea—, otros mandatarios ven en una alianza con México un futuro brillante, sin duda gracias al liderazgo de la doctora Sheinbaum.

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