La libre interpretación del «dress code» de temática china para la gala del Metropolitan, considerada «la alfombra roja del año», acabó traduciéndose en momentos tan impactantes como el dragón en el tocado de Sarah Jessica Parker, la capa imperial interminable de Rihanna o el semidesnudo de Beyoncé.
«China: A través del espejo» es la exposición del museo Metropolitan y el Instituto del Traje que dirige Anna Wintour, pero una vez su gala benéfica, la que más flashes acapara en Nueva York en todo el año, fue una batalla campal por encontrar el «look» más destacado.
Sarah Jessica Parker incendió las redes sociales no tanto por la elección de su vestido, diseñado por ella misma para la marca H&M, sino por lo que culminaba su «look»: un tocado en llamas rojas de Philip Treacy, el mismo que hace dos años le creó un penacho de plumas punk.
Pero, tras la muerte de Oscar de la Renta, quien a menudo vestía a la considerada la quintaesencia de la moda neoyorquina también pareció haber perdido efectivos.
No solo por ser víctima de la autopromoción, sino porque las estrellas emergentes han irrumpido con fuerza, no necesariamente con gusto, en los eventos sociales más cotizados de la Gran Manzana.
Jennifer Lawrence, madrina del evento, fue una de las primeras en llegar con un vestido «cut out» de Dior. Sofisticación en el vestir y desaliño en el pelo, más en consonancia con su buen humor.
Le faltó un empuje para hacerse con una noche de competición algo deslucida y en la que, casi siempre, la que más acertaron fueron las que obviaron el leit motif chino o lo abordaron desde el detalle.
La casa Givenchy se hizo con un trío de ases: Julianne Moore de negro, con un corpiño geométrico, se llevó el título de la más elegante, mientras que Amanda Seyfried, de blanco con cuello halter, y Jessica Chastain, fiel al dorado con corte de sirena, también destacaron en su discreción.
Por el lado contrario, chirriaron sin poder ni querer evitarlo las estrellas de nuevo cuño: Miley Cyrus, atrapada en la temática punk de hace dos años, ahogada en un cuello de tachuelas, y Lady Gaga, que hizo un batiburrillo con la dinastía imperial, la peineta y el maxiescote.
Madonna y Katy Perry llegaron ambas del brazo de Jeremy Scott, no en vano el diseñador más pop del momento. No se acabó de entender la estética grafiti para ambas (¿un guiño al arte caligráfico?) y menos aún el vestido de Madonna con el nombre de su último álbum, «Rebel Heart».
Casi la última en llegar, dándose ese toque de realeza de las grandes divas, fue Rihanna con un vestido-abrigo de cola interminable que le convirtió, como en su propia canción, en «Princess of China», vestida además por el diseñador del país asiático Guo Pei. Un acierto en su exageración.
Pero claro, el último lugar correspondía a la que, en su juventud, es ya realeza del espectáculo, Beyoncé, quien entendió China como una oportunidad para combinar transparencias y bordados, mostrar su cuerpo casi por completo, aparecer rubia y con coleta alta y ofrecer una de las imágenes de la noche por obra y gracia, también, de Givenchy.
Así las cosas, ¿qué se puede decir de una alfombra roja en la que Cher fue la única que puso un poco de cordura de la mano de Marc Jacobs?
Kim Kardashian vestida de Roberto Cavalli y marcando, cómo no, su comentado trasero; una imposible Katie Holmes recuperando el «look Chicago» con Zac Posen, o una Anne Hathaway atrapada, literalmente, en otra galaxia con su vestido de Ralph Lauren dorado siguieron sin dar coherencia a la alfombra roja.
Y eso que todo había empezado como un jardín en el que crecían todo tipo de flores: en el vestido Chanel Couture de la organizadora del sarao, Anna Wintour, rosas y amapolas naranjas, con cierto eco de porcelana y cierto desmadre en las hombreras.
Poppy Delevingne apostó también por lo floral, pero más alrededor del pecho y con la firma de Marchesa. Luego llegaron Grace Coddington y Georgia May Jagger con lo que todos atribuían hasta hace pocos años a la moda china: el pijama. Dakota Johnson siguió confundiendo los grandes eventos con cócteles de media tarde.
Al final, la noche fue para las parejas. Diane Kruger y Joshua Jackson fueron los primeros en vestir de amor y complicidad de alfombra roja, ella con un arriesgado Chanel.
Luego llegaron los más deseados, George y Amal Clooney, derrochando elegancia esta última con un palabra de honor rojo desembocado en volantes de Maison Margiela, y también exhibieron encantos Sofia Vergara, de rosa palo, y Joe Mangiello.
Quedaron en el terreno de lo olvidable Alicia Keys acompañada de Jean Paul Gaultier y mezclando una falda de tul con una chaqueta de busto geométrico muy en la línea del diseñador francés y Selena Gómez en tonos níveos con el regusto nupcial de Vera Wang.
Claire Danes, de negro con Valentino, o Uma Thurman, de blanco total pero luciendo cuerpazo, completaron una alfombra roja en la que, finalmente, la lección de elegancia extrema y fidelidad a los códigos de vestuario lo dio una elegantísima actriz y cantante china: Fan Bingbing. ¡Qué comience la fiesta!
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