Durante más de medio siglo, estuvo ausente de vitrinas, catálogos y subastas. El reloj de pulsera que acompañó al astronauta Scott Carpenter en su histórica misión espacial del 24 de mayo de 1962 parecía haberse esfumado.
En realidad, había permanecido todo este tiempo bajo resguardo familiar, pasando discretamente de las manos de Willy Breitling a su esposa, y luego al coleccionista Gregory Breitling, quien aún lo conserva. Humedecido por el agua salada tras el amerizaje —Carpenter pasó horas en un bote salvavidas a la espera de la Marina— y jamás restaurado, ese reloj se convirtió en una cápsula del tiempo que conserva el desgaste de la historia.
Ahora, coincidiendo con el centenario del nacimiento del astronauta, Breitling vuelve a mirar al firmamento y lanza una edición limitada que rinde tributo a esa pieza única: el Navitimer B02 Chronograph 41 Cosmonaute Scott Carpenter Centenary, producido en una tirada de solo 50 ejemplares, esta vez en platino sólido.
De la órbita a la manufactura
Carpenter no sólo llevó aquel prototipo al espacio, también ayudó a diseñarlo. Modificó un Navitimer tradicional y solicitó una serie de ajustes prácticos para la vida en órbita: un bisel más ancho, una regla de cálculo simplificada y —detalle esencial para distinguir el día de la noche en el vacío— una esfera de 24 horas. Así nació el modelo Cosmonaute, el primero de su tipo en alcanzar el espacio.
Aquel reloj, grande para los estándares de los 60 con sus 42.5 mm, fue después replicado para otros miembros del programa Mercury, incluido John Glenn. Curiosamente, el propio Gregory Breitling terminaría adquiriendo también el reloj de Glenn. Un testimonio doble de la era pionera de la conquista espacial y de la relojería funcional.
Azul como la Tierra
La nueva edición centenaria cambia el negro habitual por un tono azul profundo, evocando la vista del planeta desde la cápsula Aurora 7. En su interior late el calibre B02 de cuerda manual, un movimiento que prescinde de la dependencia gravitacional de los sistemas automáticos. Con una reserva de marcha de 70 horas y visible a través del fondo de caja de zafiro, este mecanismo es un guiño técnico a los requerimientos reales del espacio.
El diseño también conserva la identidad visual original: el logotipo de la Asociación de Propietarios y Pilotos de Aeronaves (AOPA), los clásicos tres registros de cronógrafo, y una discreta ventana de fecha integrada a las 6 h. Las manecillas azules y rojas, junto con los índices blancos sobre azul, optimizan la legibilidad, recordando que esta no es una joya ornamental, sino un instrumento de navegación adaptado al infinito.
Aunque se aleja de los excesos estilísticos, el homenaje no escatima en detalles: pulsadores tipo hongo, corona firmada, grabado conmemorativo del programa Mercury 7 y una correa de aligátor azul con hebilla de oro blanco. Todo entregado en una caja de madera con una réplica de la placa del traje espacial de Carpenter.
Este modelo no está diseñado para el uso cotidiano. No pretende competir con los relojes de diario, ni con los cronógrafos masivos de moda. Es una pieza de archivo vivo, un gesto técnico y simbólico que captura el espíritu de una época en la que mirar hacia el cielo era también un acto de fe científica.
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