Desde que se levantó en armas en febrero de 2013, Hipólito Mora, ex líder y fundador de las famosas y desintegradas autodefensas de Michoacán, se convirtió en una especie de justiciero para el pueblo mexicano. También se convirtió en el hombre más buscado por los narcotraficantes.
Entre enero y febrero de 2014, durante las semanas más violentas en Michoacán, dijo ser consciente de que los narcos ofrecían millones por su cabeza. “Si quieren matarme que vengan que ya saben dónde estoy. Que chinguen a su madre”, añadió con su habitual descaro. Hipólito recordaba con nostalgia una balacera de dos horas en la que echaron a los narcos de La Ruana. “Es mi mejor recuerdo de la lucha de las autodefensas”.
Ayer, otra balacera de seis horas acabó con la vida de su hijo y le dejó acorralado y, en sus propias palabras, a punto de morir. Al menos 11 personas murieron en los enfrentamientos de La Ruana. Las autodefensas habían retornado su actividad desde el domingo, pero esta vez no tuvieron la misma suerte.
La voz de Hipólito sonaba distinta: ya no era ese hombre tranquilo y soberbio, sino uno asustado y desesperado, que gritaba y repetía frases mesiánicas sin parar, consciente de que estaba a punto de “dar la vida” por México. Por primera vez pedía auxilio y temía por su vida. “¡Nos van a matar! ¡Estamos rodeados! Los narcos están a cien metros. Vamos a morir peleando por los muchachos en la lucha y por México”, exclamó a gritos en entrevista telefónica con el portal Sin Embargo, mientras se hallaba rodeado en La Ruana.
Hablé con él a las 19:10 aproximadamente. Mora, un hombre habitualmente muy tranquilo, se mostró muy alterado tras los recientes enfrentamientos con el cartel del “Americano”, en los que perdió la vida su hijo Manuel. -¿Cual es la situación en La Ruana? -Estamos solos. ¡Solos! No tenemos ningún elemento del Gobierno que nos apoye. Estamos solos. ¡Nos dejaron solos! –
¿Quiere decir que podrían entrar ahora mismo a por ustedes? ¿Quiénes exactamente? -¡Nos tienen rodeados la gente del Americano y su cartel! Ahora mismo los tenemos a unos cien metros y casi podemos verlos. Nos tienen rodeados. Traen mucha gente. Mucha gente. Ya nos mataron a cinco o seis personas. Y nosotros a ellos, no se si hay tres o cuatro muertos… -Castillo ha dicho que hay fuerzas federales entrando ahora a la zona. -¡Nos van a masacrar en un momento más! No hay quien… no hay quien se compadezca de nosotros. Aquí estamos… ¡Aquí nos vamos a morir! Nos vamos a morir defendiendo nuestros derechos y nos vamos a morir con dignidad. Como se han muerto todos los muchachos en la lucha y por México. Eso es todo lo que puedo decirle. Tengo que dejarle. Gracias por llamar.
-¿Cuanta gente hay con usted? -Nosotros algunos treinta o cuarenta… -¿Y ellos cuantos cree que son? -Ellos son cientos. Somos treinta contra cientos de ellos.
Nos tienen rodeados por donde quieren. Estamos solos. Nos van a masacrar en cualquier momento en cualquier minuto. Recordé lo que Hipólito me dijo cuando le vi por última vez. Me aseguró muchas veces que nunca tuvo miedo. Ahora parecía tenerlo.
Se lo pregunté. -¿Usted tiene miedo? ¿De verdad teme por su vida? Hipólito responde muy nervioso. Primero con furia.
Después menciona a su hijo y llega al llanto.
-No, no… ¿Me estás llamando mentiroso?. ¡Mentiroso lo será usted! Yo siempre estoy hablando con la verdad. Me vale madres que me maten.
Me voy a morir junto con los muchachos que se han muerto.
¡Por los muchachos que están aquí por un lado! ¡Por mi hijo!
¡Por todos los muchachos que han muerto en México!
¡Me vale madre que me maten! ¡Peleo! ¡Peleo!
Y cortó el teléfono.
Sin Embargo
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