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Baja California y el auge industrial que multiplicó su economía 450% en dos décadas

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Para inversionistas, fabricantes y proveedores que buscan un territorio capaz de ofrecer escala, conectividad y especialización, Baja California representa hoy mucho más que una frontera: es un motor económico que lidera una nueva era para la industria de Norteamérica.

En la última década, Baja California ha experimentado un crecimiento económico que pocos hubieran anticipado. Según datos recientes, la actividad productiva en el estado se ha expandido un 450%, un desempeño que supera con creces las fluctuaciones macroeconómicas, los retos logísticos globales y la propia inercia del ciclo industrial.

Este auge no es casualidad. De acuerdo con el Dr. Luis Manuel Hernández G., Coordinador de la Mesa de Diálogo de Nearshoring y Cumplimiento TMEC, es el resultado de una ecuación deliberada: un ecosistema industrial consolidado, talento altamente cualificado y reinversión estratégica sostenida.

“Hoy, cada metro cuadrado de espacio industrial en Tijuana genera $4 dólares diarios en actividad económica, frente a los $2.70 de hace apenas cinco años. Este avance no solo supera la inflación, sino que refleja una transformación estructural del sector productivo”, explica el Dr. Hernández.

Una frontera convertida en motor global

El corredor Cali-Baja, que une a California y Baja California, concentra aproximadamente 1.7 millones de empleos directos en manufactura, lo que equivale al 40% del empleo industrial de la región fronteriza entre México y Estados Unidos. Esta densidad productiva ha permitido a Baja California posicionarse como un actor relevante en industrias estratégicas como la manufactura avanzada y el sector aeroespacial.

La relevancia de esta región se evidencia en la propia dinámica de inversión. El pasado 30 de mayo, la Casa Blanca anunció 75 nuevas inversiones estratégicas en Estados Unidos, de las cuales 10 empresas tienen operaciones activas en Baja California.

Aunque los flujos de capital se destinan principalmente al mercado estadounidense, la participación de proveedores y plantas mexicanas confirma el papel clave del estado en las cadenas de suministro norteamericanas.

El sector aeroespacial es un ejemplo concreto de esta interdependencia. En Estados Unidos, la edad promedio de los técnicos supera los 54 años, y para 2028 se prevé un déficit de 25,000 empleos especializados. Baja California ha invertido consistentemente en formación técnica e infraestructura, configurándose como un polo de talento que ya está atendiendo la brecha laboral de su vecino del norte.

Expansión con más valor que volumen

Paradójicamente, el número de empresas manufactureras en Baja California ha tenido un crecimiento relativamente moderado: de 1,013 en 2008 a cerca de 1,100 en 2025, apenas un 14% de incremento en casi dos décadas. Sin embargo, la cifra de unidades económicas pierde relevancia frente a su impacto real: la actividad generada por estas empresas creció más de 450% en el mismo periodo.

Este fenómeno responde a un patrón que se repite en los clústeres de manufactura avanzada: más que la cantidad de empresas, el diferencial está en el grado de especialización, la capacidad de innovación y la reinversión constante. Según estimaciones del sector, el crecimiento anual compuesto ha promediado entre 20% y 25%, un ritmo que pocos ecosistemas industriales de América Latina pueden igualar.

Policrisis y geopolítica, dos fuerzas que definen el presente

Para comprender por qué Baja California no sólo crece, sino lidera, es necesario considerar el contexto global. La “policrisis” —el entrelazamiento de retos económicos, tecnológicos y geopolíticos— ha reconfigurado la manufactura global y disparado fenómenos como el nearshoring. Las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, sumadas a la búsqueda de cadenas de suministro resilientes, han vuelto a México —y en particular a la frontera norte— un destino estratégico para multinacionales.

Este reposicionamiento no es espontáneo. Requiere una visión de largo plazo que articule la política industrial, el talento local y el atractivo binacional como ventaja competitiva.

“Con demasiada frecuencia, estos avances pasan desapercibidos porque se interpretan como parte de una tendencia macroeconómica general. Pero quienes integramos este ecosistema sabemos que este progreso es producto de la confianza y de una colaboración constante entre empresas, gobierno y sociedad”, concluye el Dr. Hernández.

 

 

 

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