Hay relojes que marcan el tiempo, y hay otros que lo detienen. En el universo de la alta relojería, existen piezas que trascienden el metal y el mecanismo, piezas que se convierten en mitos.
En esa constelación de exclusividad y exceso, Cartier brilla con una joya abrasadora, como lo es el Cartier Phoenix Décor Secret.
Subastado por la provocadora cifra de 2.75 millones de dólares, este reloj no compite con los cronómetros suizos por su precisión, sino con las obras maestras del Renacimiento por su carácter sublime y simbólico.
¿Puede un reloj alcanzar el estatus de escultura? Cartier dice que sí, y lo demuestra con este artefacto inspirado en una criatura mitológica que renace entre llamas: el fénix.
El Phoenix Décor Secret no es simplemente caro. Es único. Está confeccionado en oro blanco de 18 quilates, incrustado con 80 quilates de diamantes y embellecido con esmeraldas que simulan los ojos encendidos de la criatura.
Pero lo más asombroso no es su brillo, sino su secreto: su esfera está discretamente escondida entre las alas del ave mítica. Este reloj no grita el tiempo, lo susurra.
Más que un accesorio, es una obra conceptual que formó parte de la colección Merveilles du Nil, donde Cartier llevó la joyería al borde del delirio artístico. Llevar este reloj en la muñeca sería como usar un Fabergé en la solapa o enmarcar un Dalí en el baño de visitas. Se puede, pero ¿por qué?
El Phoenix no se diseñó para acompañarte al brunch del domingo, sino para reposar en vitrinas de cristal blindado o para ser admirado por coleccionistas que entienden que hay tiempo… y luego hay eternidad.
Este no es el único ejemplo de relojería delirante por parte de Cartier. En 2022, un Cartier Crash de 1967, reloj con silueta deformada y espíritu surrealista (inspirado, dicen, en los relojes derretidos de Salvador Dalí), fue subastado por 1.65 millones de dólares. Su estética es un golpe de genialidad para los ojos entrenados en la simetría. Luego está el Cartier Ballon Bleu Tourbillon Diamond Extra Large, que cruzó la barrera del millón de dólares sin despeinarse.
Aunque las alturas son vertiginosas, Cartier no se olvida de quienes caminan más cerca del suelo. Sus líneas más accesibles, como el icónico Tank Must o el Santos-Dumont, rondan los 70 mil pesos mexicanos. No son baratos, pero en comparación con los colosos de Patek Philippe, Vacheron Constantin o Jaeger LeCoultre, son un boleto de entrada al club de la elegancia atemporal.
Comments