Ahí mismo, sobre una lujosa mesa color caoba, se extienden decenas de revistas: todas con publirreportajes donde se enaltece el trabajo del alguacil del condado de Maricopa, y una publicación que edita la “socialité” de Arizona llamada New Homes and life, una mirada íntima a la casa del “Sheriff más duro de América”.
Yo pedí hablar con Joe Arpaio, el temido Sheriff de Arizona, quien durante la última década ha aterrorizado a miles de migrantes, pero al ver al hombre del retrato que luce como un abuelito, parece que llegué al lugar incorrecto.
Rápidamente rectifico, porque al voltear a la izquierda me frena otro retrato de Arpaio: se parece más al que algunos mexicanos le llaman El Diablo. Se exhibe encaramado sobre un tanque de guerra, sosteniendo una ametralladora montada calibre .50.
Desde la sala de espera se anuncia su presencia. La voz ronca retumba en el edificio que se mandó construir —al que apenas se mudó el 16 de mayo y costó a los contribuyentes 92 millones 500 mil dólares— a un costado del estadio de los Phoenix Suns.
Los empleados que papaloteaban por ahí, vuelven a sus lugares; todo queda en silencio al escuchar el sonido de sus zapatos.
“¡Tengo mil cosas que hacer!”, dice apresurado, al tiempo que ve su reloj calculando cuánto tiempo puede recibirme en su oficina. Más que “guarida”, la oficina de Arpaio es un museo: fotografías con gente importante, dos libros de su autoría, la bandera de Estados Unidos y cientos de reconocimientos. Una alfombra rojo sangre y un autorretrato al óleo de dos metros cuadrados.
Pero Joe Arpaio está enojado: “¿Cómo no vieron lo qué sucedía en Centroamérica y previeron que podría haber un gran flujo de migrantes hacia Estados Unidos?”.
Quien durante los últimos años ha sido considerado el jefe policiaco más racista, advierte que ante el descontrol de esta denominada “crisis humanitaria” se reunirá con el presidente Enrique Peña Nieto— con su propio dinero— y le enseñará cómo solucionar el problema de migración.
Entre las propuestas que Arpaio le entregará a Peña Nieto será enviar a la Patrulla Fronteriza o el Ejército al otro lado de la frontera, con el permiso del gobierno mexicano, para trabajar juntos.
Presume que durante cuatro años fue director de la DEA en México (1970-1973) y le compartirá su experiencia de cómo se trabajaba antes con el gobierno del ex presidente Luis Echeverría.
—El presidente Barack Obama declaró que hay una crisis humanitaria, miles de niños desean reencontrarse con sus padres en Estados Unidos, ¿qué opina?
Ocupan a la Patrulla Fronteriza para encargarse de los niños, cuando deberían estar atrapando traficantes de droga y migrantes ilegales. Lo que sí es un problema es la reincidencia delictiva y no deportación de “criminales” por parte de ICE —Policía de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés)—. Tenemos la cuarta cárcel mas grande del país y hace siete meses realizaron un censo: 3 mil internos que fueron encarcelados están aquí ilegalmente. Cuando los liberamos los turnamos a la ICE, entonces nos preguntamos ‘¿Por qué continúan regresando?’ o los deportan y siguen regresando (al país) o salen por la puerta trasera de vuelta a las calles. Si no pueden seguirle el rastro a esos criminales ¿cómo van a mantener el control de los 50 u 80 mil niños, muchos de 16 o 17, no todos son bebés en pañales.
Usted ha denunciado públicamente que son el presidente Barack Obama y el gobierno federal los culpables de esta crisis.
¿Ves esa placa a un lado de la televisión? Me la dio la PGR cuando fui funcionario diplomático en México, así que yo sé cómo deben funcionar los servicios de inteligencia en otros países.
Mi pregunta es: ¿Por qué no sabían que esto iba a suceder desde hace mucho tiempo? ¿Cómo no vieron lo que sucedía en Centroamérica y previeron que podría haber un gran flujo de inmigrantes hacia Estados Unidos?, debieron de saber eso por motivos de seguridad nacional. Debieron de saber que había traficantes de personas y traficantes de drogas. Nadie quiere responder y yo soy el único haciendo esa pregunta.
Arpaio se regocija recordando que antes tenía autoridad para actuar como agente de migración. “Hacíamos respetar las leyes migratorias”. Dice que tuvo 25% de todas las detenciones hechas en el país de migrantes.
Se enorgullece de contar que siguen entrando a las empresas en búsqueda de portadores de identificaciones falsas, “no porque estén aquí ilegalmente, aunque sucede, están aquí ilegalmente también”. El delito por el que detiene a los mexicanos es que usan identificaciones falsas, “es muy serio y lo hacen para obtener trabajos”.
—Algunos defensores de los derechos humanos y algunos miembros de la comunidad migrante consideran estas políticas de operación como racistas.
Ninguna de nuestras políticas son racistas. Cuando estos activistas hablan no pueden desacreditarme de otra manera, así que siempre me lanzan el tema del racismo. ¿Quieren considerarme racista? Está bien, yo sé lo que soy. No voy a hablar de mi familia, pero vienen de razas distintas, pero ¿por qué tengo que defenderme de ese tipo de acusaciones injustificadas?
—Dice que quiere reunirse con el Presidente de México, ¿cuál sería el motivo?
Yo iré a la ciudad de México para reunirme con él para discutir temas de migración y tráfico de drogas, como solíamos hacerlo con el presidente Echeverría. Cuando trabajábamos con el Ejército en las calles. Yo trabajé con el Ejército y federales, así debemos hacerlo ahora.
“Deberíamos enviar a la Patrulla Fronteriza o el Ejército al otro lado de la frontera con el permiso del gobierno mexicano y trabajar juntos operacionalmente, no cargando maletines. Yo lo hice y limpiaremos el desorden. Así que yo quiero ir a hablar con el Presidente, aportar mi experiencia de 35 años de trabajo en la frontera”.
—¿Qué otros puntos importantes, sugerencias o ideas le llevaría al Presidente de México?
Le compartiría mi opinión. Estoy seguro que me conoce y le compartiría mi experiencia del pasado sobre cómo trabajábamos en México. Hablaría sobre Centroamérica y Sudamérica, donde solía trabajar. También sobre mi experiencia de 22 años como Sheriff de Arizona, que está en la frontera, y los problemas que hay. Los problemas de Estados Unidos y los problemas de México.
Bajo el mando del ex presidente Richard Nixon, en 1969, hicieron revisiones por dos semanas a lo largo de la frontera en un plan llamado “intercepción”, uno de los primeros grandes operativos para vigilar el cruce fronterizo y hacer revisiones a los vehículos que ingresaran a Estados Unidos.
“Nos odiaban en México. Yo recibí al procurador de la República en ese entonces. Comimos pay de zarzamora, bebimos un poco de whisky y logramos mucho más que con el ‘gran palo americano’ (política respaldada por un despliegue de fuerza)”.
Asegura: “¡No estoy diciendo locuras, estoy hablando de mi experiencia!”, agrega Arpaio, quien confía en que Peña Nieto lo reciba en su oficina.
“Quiero ir a ver al Presidente de México, ¡pon eso en tu periódico!, porque el cónsul mexicano de aquí nunca me ha visitado. Yo volaré hasta allá con mi propio dinero. No será el primer Presidente con el que me reúna; me he reunido un par de veces con Fox. ¿Por qué no querría hablar?”
Detenidos medio millón en Arizona
El Sheriff del condado de Maricopa, el cuarto más grande Estados Unidos, ha sido considerado el policía más duro del país. Le gusta cultivar esa imagen: en su corbata lleva una pequeña pistola automática de bronce.
Arpaio es un hombre mayor, recién cumplió los 82 años; no se encorva y pareciese que no se cansa. Cada tanto tiempo se apersona en empresas maquiladoras o de comida rápida para atrapar a los indocumentados. Los considera criminales que roban la identidad del pueblo estadounidense.
Hasta hoy, Arpaio ha sido reelegido seis ocasiones y desde 1993 ha sido el alguacil del pueblo. Han sido 82 redadas desde 2008 contra mexicanos indocumentados, en donde han detenido y deportado a más de 800 personas.
Tiene un cálculo: han estado en sus prisiones medio millón de mexicanos, y reitera, “no por ser mexicanos, sino porque cometieron algún delito, como trabajar sin papeles”. Con frecuencia el Sheriff anda montado en su camión blindado de la Unidad Policial de Armas y Tácticas Especiales (SWAT, por sus siglas en inglés).
Actualmente, el alguacil enfrenta una demanda por aplicar un perfil racial durante las detenciones, pero eso pareciese que le tiene sin cuidado: “¡Vamos a apelar esa demanda! ¡Así que aún no he terminado ese asunto aquí!”.
Levanta la voz y lanza una nueva amenaza: “¡Esto no ha terminado! Voy a seguir vigilando los centros de trabajo, continuaremos aceptando a gente en nuestras prisiones por todo tipo de crímenes y si sucede que son extranjeros ilegales, pues así será”.
Mi tiempo ha concluido, me despido, pero Arpaio me detiene: “nunca antes habías venido ¿verdad?”. “No”, respondo. “Déjame hacerte un regalo entonces”. Abre un cajón, me entrega algo envuelto en papel de china.
Como un niño, espera que lo abra; levanta las cejas y asiente con la cabeza. Intuyo que quiere presumirme el presente: es una placa de policía de bronce, chapada en pintura dorada. De un lado, una fotografía de Arpaio a medio plano, con camisa café y corbata negra unos 10 años más joven y la insignia de la policía del Condado de Maricopa. Sheriff desde 1993. Otra advertencia se estampa: “DONT DO DRUGS” (Di no a las drogas). La acepto sin chistar.
Arpaio se lanzará por otro periodo para ser sheriff, en 2016. Mientras eso sucede, concentra sus energías no sólo en detener indocumentados: “Estoy investigando el acta de nacimiento del Presidente (Obama) y otras cosas sensibles de las que no puedo hablar”.
Staff Campestre / El Universal
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