No hay todavía alguna ciudad de Baja California que, para cambiar, pueda pagar costos menores. De una u otra forma, las transiciones que hoy se viven, se estudian y se persiguen, son y serán costosas; para empezar, porque ellas mismas representan la necesidad del cambio, porque éste no puede dejar de ser doloroso, sobre todo para ciudadanos y empresas que, prácticamente, acostumbran contemplar la perspectiva futura como si todo fuera a ser algo más de lo mismo. Algo más o algo menos, pero siempre de lo mismo.
Todavía no se llega a comprender que la transición es algo más que un mero cambio de rumbo. No se reconoce que para estar a tono será preciso que los bajacalifornianos cambiemos mucho y a fondo. Menos se concretan acciones que contengan perspectivas de gran aliento. No se olfatea toda-vía que el problema estriba en que el cambio no espera todo el tiempo y los nuevos fenómenos, las nuevas tecnologías, sus aplicaciones y consecuencias en los procesos de producción y de servicios, las nuevas culturas que parecen imponerse de diversas maneras y ayudadas por impulsos que parecen mundiales, requieren de planteamientos y conciencias que los asuman, pero que también puedan conducirlos a buen puerto.
Desde cualquier ángulo, desde cualquier lugar del suelo de Baja California debemos generar expectativas a vertientes de recuperación de la tranquilidad perdida. Las declaraciones deben ser motivo de observación cuidadosa, para incentivar la confianza y respaldo al Gobierno del Estado.
El ingrediente básico es la unidad de la población en torno a las instituciones. El llamado principal es a los actores políticos, quienes deben abandonar posturas con palabrería populista conducentes al desasosiego. Es éste el momento de ubicar la mirada en acciones constructivas, que finalmente redundarán en el beneficio que solo otorga la tranquilidad, con el fin de recuperar lo perdido. FRASE DESTACADA: El ingrediente básico es la unidad de la población en torno a las instituciones
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