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Peña Nieto tiene que irse, Gran Ineficiencia para Gobernar, y Alta Corrupción entre otros motivos. 

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Me lo explicó hace algunos años Sandra Rodríguez, periodista excepcional de Ciudad Juárez: “Lo que aquí no se publica, sale a la luz en medios estadounidenses de la frontera.”  Ella trabajaba entonces para el Diario de Juárez y sabía que la existencia de El Paso Times era garantía para ejercer con gran libertad su oficio de reportera en México. 


No hay manera de silenciar aquí, sin que suba el volumen allá; mientras más se combata la voz de este lado, más gritos se escucharán del otro. 


Prueba de esta tesis fue el discurso que el periodista y migrante mexicano Jorge Ramos pronunció durante la premiación que la revista Time hizo para reconocer a las 100 personas más influyentes del mundo. 


Se equivocó grande quien quiso castigar a Carmen Aristegui y su unidad de investigación por haber reportado el conflicto de interés entre el Presidente y los contratistas de su gobierno


La sombra de corrupción que antes pesaba sobre el mandatario era asunto discutido dentro de nuestras fronteras. Hoy, en cambio, es noticia con visibilidad internacional y el asunto sigue creciendo de talla. 


“En cualquier país con un poco de Estado de derecho, el presidente hubiera sido forzado a renunciar. (Pero) adivinen lo que pasó: el presidente de México no renunció y los periodistas que denunciaron la corrupción fueron despedidos,” dijo Jorge Ramos y fueron millones quienes escucharon. 


Bajo el hashtag #PeñaNietoTieneQueIrse, sus palabras se volvieron trending topic mundial. 


Este episodio reciente trajo a la memoria aquel que ocurrió durante la entrega del Oscar, cuando Alejandro González Iñárritu, otro mexicano con liderazgo global, dijo frente a una audiencia amplísima: “Ruego porque (los mexicanos) podamos encontrar y construir el gobierno que merecemos.”  


Ambas expresiones son parte de una misma narrativa: el principal problema de México es la corrupción y el actual gobierno nacional es cómplice de ella. Por eso se exige la renuncia presidencial.

¿Con qué narrativa han contraargumentado desde Palacio Nacional? 


Un día Enrique Peña Nieto afirmó que la corrupción tenía como fuente la cultura mexicana. Nos quiso a todos volver cómplices y le llovió fuerte. 


Después estalló lo de su casa blanca y la de su secretario de Hacienda en Malinalco. 


Para resolver el entuerto fue nombrado Virgilio Andrade, un hombre que no se atrevería a imponer sanción alguna sobre el presidente.  


Al final vino el despido injustificado de Aristegui que descompuso aún más las cosas.  


El problema principal en la narrativa del actual gobierno es que, más allá de argumentos políticos o formalistas, no ha logrado ofrecer una buena razón por la que, a pesar de los errores graves, Enrique Peña Nieto deba seguir siendo presidente.  


Su popularidad ronda hoy 30% y si voces como las de González Iñárritu o Jorge Ramos siguen elevándose, como probablemente ocurra, ese porcentaje caerá sin contención.  


Para recuperar la estima entre la población no basta con decir que el actual jefe del Estado cuenta con un mandato constitucional, obtenido hace tres años en las urnas. Tampoco con presumir (una falsa) eficacia para gobernar, cuando no la ha tenido para simpatizar con sus gobernados. 


El problema es serio: la ruta en el desierto será cada día más árida sin un argumento convincente para proseguir.  


Columnista Ricardo Raphael 

Politica Zoom  

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