Puebla, Pue.— En lo más alto de la montaña, el color del cielo es otro. A los lejos se divisa una línea en la atmósfera, como si se dividiera lo mundano de lo espiritual. A partir de los cuatro mil metros sobre el nivel del mar, el azul es más azul.
A cinco mil 300 metros sobre el nivel del mar, en la cara norte del volcán Pico de Orizaba y donde se ubican los restos de dos alpinistas momificados, el aire es más pesado. La falta de oxígeno en el cuerpo hace estragos.
El oxígeno baja de 95 a 40% y si el cuerpo no está preparado vienen los síntomas: cansancio, fatiga, mareos, dolor de cabeza y de ojos, por decir lo menos. También puede llegar hasta un derrame cerebral o infarto.
“Es una situación muy adversa, muy delicada. Hay bastantes factores que implican la falta de oxígeno en el cerebro”, explica el director Operativo de Protección Civil (PC) de Chalchicomula, Francisco Rodríguez, quien formó parte de la expedición para ubicar las coordenadas exactas de los cuerpos de los alpinistas.
El ascenso a la cara norte de la montaña más alta de México es riesgoso y más si se está a merced de las condiciones meteorológicas. “La inclinación es bastante significativa y estamos hablando de un glaciar”, dice el funcionario.
Contrario a la cara sur del volcán, en la norte hay cantidades abundantes de nieve, así como “hielo negro”, es decir, está totalmente congelado, cristalizado, duro, casi como concreto. “Si no se tienen los conocimientos en lo que es el alpinismo, se vuelve un factor extremadamente peligroso, pero el peligro es cuando hay excesos de confianza”, advierte el hombre que ha participado en rescates de alpinistas lesionados y fallecidos.
En la cara norte, la inclinación puede llegar desde 50 hasta 70%, pero ésta no es pareja. El ascenso es difícil, más cuando las rutas pueden ser cubiertas por la nieve o por una tormenta y entonces, si no se conocen bien, el regreso puede ser mortal.
“La cara norte es muy complicada, pero muy bonita”, resume.
La diferencia con la cara sur es que hay nieve y glaciares. La sur es ruta de arenales, donde los alpinistas se encuentran con piedras. “En la cara norte hay terreno y una parte de glaciar y donde hay glaciar la ruta se puede perder con alguna nevada o si no es tan transitada no puede encontrarse tan fácilmente”, relata.
Del primer albergue asentado a 4 mil 300 metros sobre el nivel del mar a los 5 mil 300 donde se ubican los restos, es necesario caminar, a buen paso, seis horas.
La montaña en sí es un factor de riesgo, porque es impredecible; pero el factor humano influye y mucho. Cada alpinista lleva encima tres capas de ropa. Una de tipo polar o térmica que es la que va pegada al cuerpo, otra de algodón y la última ropa es tipo rompevientos para impedir que el aire entre al cuerpo.
El equipo de montaña también influye. Como obligación deben llevar botas, crampones (especie de picos en el zapato para adherirse al hielo); un piolet o piqueta (herramienta en forma de pico), arnés, cuerda, goggles para cuidar la vista y un casco especial de poco peso.
Al inicio de cada escalada, la sola maleta llega a pesar hasta 20 kilos, pero en el primer albergue se deja la mayor parte de alimentación y se viaja lo más ligero posible. “Sólo se asciende con agua o bebida hidratante, fruta seca, semillas, cacahuates, pero en la montaña uno va dejando peso en el camino”, explica.
Francisco Rodríguez, junto con el experimentado Hilario Arenas, subió al glaciar hace menos de una semana para poder rescatar el cuerpo de un alpinista momificado que fue ubicado de manera accidental por unos excursionistas. En lugar descubrieron un segundo cuerpo. Y hoy sólo se está a la espera de un nuevo ascenso para bajar los cuerpos.
El universal / Edgar Avila
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